La Segunda, 22 de julio de 2014
Opinión

Carlos Peña, entrevistador

Leonidas Montes L..

En este mar de confusión e incertidumbre, el ministro Eyzaguirre dio una entrevista dominical, pero su incontinencia mediática generó reacciones. El movimiento estudiantil puso el grito en el cielo ante la “eficiente” propuesta de sólo cuatro años de gratuidad. Eyzaguirre fue desmentido por el ministro del Interior. Inmediatamente fue citado por La Moneda y tuvo que aclarar este punto. También se ha hablado de un eventual conflicto político que enfrentaría a Eyzaguirre con Peñailillo, donde este último llevaría una clara delantera. En general, se ha analizado el fondo, el sentido y las consecuencias de esta comentada entrevista, pero hay un problema de formas que ha pasado desapercibido.

El entrevistador fue el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña. El rector Peña es, con seguridad, el columnista más influyente y agudo en la escena nacional. Intelectualmente es un académico excepcional, de una lucidez envidiable. He tenido la oportunidad de escucharlo en algunos encuentros y en cada ocasión se desenvolvió con admirable precisión y claridad. Es un abogado que sabe de filosofía, de teoría política, que se pasea por la sociología y además discurre en otras áreas del saber. Un erudito, qué duda cabe. ¿Pero no le parece curioso que, mientras se debate la reforma educacional, sea el rector de una universidad quien entreviste al ministro de Educación?

Personalmente no me preocupa si mascaban galletas, tomaban café, disfrutaban de una taza de té o austeramente sólo sorbían agua de un vaso en un living del Ministerio. Pero el rector Peña debió reparar que, al entrevistar al ministro, incurría en un conflicto de intereses. Su rol como rector de una universidad le exige ser cuidadoso en las formas. Una cosa es el oficio de columnista, donde su aporte es valioso e innegable, y otra muy distinta es entrevistar al ministro de Educación mientras se discuten asuntos relacionados con la educación superior. Si en las columnas del rector Peña generalmente resuena el metálico golpe de una moral kantiana, resulta sorprendente que no haya reparado en esta evidente cuestión de formas.

Imaginemos por unos segundos —aunque estoy consciente de que este experimento mental exige un esfuerzo a la imaginación— a un presidente de un banco o una empresa que fuera un influyente y eximio columnista. ¿Qué hubiera dicho la opinión pública si ese presidente, en su calidad de columnista, hubiera entrevistado al ministro de Hacienda mientras se discutía la reforma tributaria? El rector Peña, en cambio, consultó a su entrevistado con mucha soltura acerca de las universidades, su economía política e incluso sobre el trato que recibiría la Pontificia Universidad Católica. Y pareciera que a nadie le sorprendió.

En una época en que los conflictos de intereses estaban en el ojo del huracán, el Presidente Piñera dijo que sólo los santos no tenían conflictos de intereses. Estoy en desacuerdo. Hasta los santos, que promueven la salvación y persiguen la vida eterna, pueden tener conflictos de intereses. La esencia de dichos conflictos, vale la pena recordarlo, es su potencialidad. Y esto es lo que el rector Peña, un privilegiado por la luz de la razón, olvidó en su comentada entrevista.