El Mercurio, 16 de septiembre de 2012
Opinión

Casen y yo

Sergio Urzúa.

Nos conocimos hace 15 años. Yo era un alumno de ingeniería comercial, interesado en temas de pobreza y desigualdad. Ella, una joven encuesta con sólo un par de rondas. Fue amor a primera vista. En Casen encontré respuestas a mis inquietudes. Conversamos de educación, pobreza y desigualdad. Fue una relación apasionada, que se consumó en 2001, con una tesis de magíster sobre la dinámica de desigualdad y pobreza en Chile.

Partí entonces a estudiar a Estados Unidos. La distancia enfrió la relación. Durante el doctorado, además, conocí otras encuestas, mucho más experimentadas, más interesantes y con más información. De hecho, terminé escribiendo mi tesis con una encuesta gringa. Pero donde hubo fuego, cenizas quedan.

Nos reencontramos años después. Casen ya era famosa entre los economistas de mi generación, con muchos seguidores y no pocos detractores. Había ganado algo de peso, con preguntas innecesarias y un tamaño inapropiado, dada su utilidad. Además, ya había sido cuestionada un par de veces, por ser un poquito «suelta». Aun así, conversamos. Le consulté por los retornos a la educación superior y por la focalización del gasto social. Recordando viejos tiempos, también hablamos de pobreza y me mostró su preocupación, pues ésta había subido entre 2006 y 2009, producto de la crisis.

Por las cosas de la vida, nos volvimos a distanciar, pero esta vez no sería por mucho tiempo. Los anuncios de una significativa caída en la pobreza en 2011 me llevaron a contactarla nuevamente. Pero ahora la cosa era más delicada. Parece que la caída no había sido significativa. Me preocupé y le envié una carta pidiendo explicaciones. Dejando el corazón al lado, me concentré en las razones técnicas tras los cuestionamientos. Pasaron algunos días y las respuestas aparecieron, siendo algunas muy insatisfactorias. No me quedaba otra, tendríamos que conversar en persona. Y así fue. La espera fue larga, pero finalmente nos juntamos un viernes en la noche, a la luz del monitor.

La conversación partió bien, pero a poco andar me di cuenta de que algo andaba mal. Le consulté por la famosa variable «y11», pues, de acuerdo con Cepal, su incorporación había bajado la pobreza de 15 a 14,4%. Con sorpresa, me di cuenta de que la «y11» no estaba en la base. No entendí el porqué. Luego le consulté por el informe del «pre-test». Le dije que era conocido que precisamente en virtud de ese texto, Cepal había incluido la «y11». Su respuesta la conocí el viernes. En ella me habla de la «evidencia del pre-test», pero no la presenta. Más ganas me dan de conocer dicha evidencia.

¿Otra diva encandilada por las luces? ¿Habrá Casen cambiado? Quizás el problema no sea ella, sino yo. ¿Será que mis ansias por saber todo sobre ella se topan con su nuevo rol en la política? ¿Será que yo ya no tengo la paciencia de antes? Como en toda relación, la clave está en la confianza, transparencia y paciencia. Espero de corazón que sea así.