El Mercurio, 1 de septiembre de 2013
Opinión

Chile futuro: ¿país de críticos y cómodos?

Sergio Urzúa.

Quien haya recientemente dictado clases a un grupo de jóvenes habrá notado la facilidad con que se identifican dos subgrupos: los críticos y los cómodos. Los primeros interpretan la más mínima exigencia como un atentado a sus derechos básicos y suelen demostrar sus desacuerdos con airados reclamos. Los cómodos no gastan tiempo en la queja, pues aprendieron que el apoyo irrestricto y en el momento adecuado a los críticos les permite asegurar su consumo de ocio. Así, los dos grupos conviven y se sustentan el uno al otro, cocinando un caldo de cultivo perfecto para la ley del mínimo esfuerzo.

Hace un tiempo, mientras dictaba clases en una universidad, se me acercó un día jueves un grupo de críticos para exigir que la entrega de una tarea no fuese al día siguiente (como se había acordado con mucha anticipación), sino el lunes siguiente. Las razones incluían «estamos muy ocupados con las movilizaciones», «hay paro mañana», cerrando siempre con «nosotros juntamos las firmas del resto para aplazar la entrega». Ante el malestar que generaba mi negativa, les propuse una alternativa que sabía los incomodaría aún más: la tarea se entregaría cualquier día entre viernes y lunes. La treta funcionó, gatillando la inmediata queja: «¡Ah, no!, entonces Ud. sabrá quién entregó antes la tarea. Esa no es la idea». Insólito, pero congruente con los valores de críticos y cómodos, que privilegian la gratificación instantánea y no están dispuestos a ser diferenciados en función del esfuerzo.

Este emergente fenómeno no es una buena noticia para el futuro de Chile. A nivel individual, es incoherente con el deseo juvenil de algún día «forrarse» económicamente. Tristemente para ellos, la ecuación «título universitario + carrera en un banco = riqueza» se está probando cada vez más implausible. Toda la evidencia sugiere que el esfuerzo, la responsabilidad y la creatividad son los rasgos de personalidad de mayor retorno económico, vieja receta que hizo surgir a grandes emprendedores.

Más allá de anticipar la profundización de la actual crisis de expectativas, cabe preguntarse por las consecuencias del fenómeno para el Chile del mañana. ¿Quiénes serán los llamados a orientar a los actuales cómodos y críticos cuando sean yes-men y desencantados?

El Chile del futuro debería ser un país alegre, solidario y ganador, y para eso debemos terminar con la indiferencia ante lo que ocurre en la juventud. Hay que remecer conciencias y corazones para enarbolar los valores que nos permitan avanzar juntos y en paz, construyendo una sociedad más sólida y libre. Utilizar el pasado para evadir el presente no ayuda al logro de este objetivo. Indiferencia crea indiferencia. No basta preocuparse de los jóvenes y niños: es el minuto de ocuparse de ellos.