La Tercera, 15 de diciembre de 2013
Opinión

Chile: más liberal que socialista

Leonidas Montes L..

Cuatro semanas después, nuevamente nos despertamos enfrentando un domingo de elecciones. Pero esta es la recta final. Ya no es la chacota de los nueve candidatos donde cada uno tenía su minuto de fama. Como es costumbre en nuestro país, será un proceso tranquilo. Los resultados se conocerán a tiempo. Y todo se desenvolverá con esa admirable sobriedad y eficiencia. Durante esta fiesta cívica, hay que reconocerlo, se manifiesta el alma republicana de nuestro querido Chile. Quizá nuestras elecciones son la mejor evidencia de esa excepcionalidad chilena que algunos historiadores tienden a exagerar. La seriedad y compromiso que se manifiesta en cada rincón del país, en cada local de votación y en cada mesa, es ejemplar. Las Fuerzas Armadas y de Orden le imprimen esa necesaria cuota de respeto y dignidad a este acto cívico donde todos somos iguales. Naturalmente no son las marchas, los encapuchados o las demandas de los más vociferantes lo que caracteriza nuestra historia republicana. Es la democracia representativa que se expresa, con hondo espíritu republicano, en las elecciones.

La confianza en nuestras instituciones ha disminuido. Las Fuerzas Armadas y carabineros lideran en confianza ciudadana. Y también los partidos políticos y el Congreso. Pero de abajo para arriba. En la encuesta CEP el Congreso y los partidos políticos alcanzaron sus mínimos históricos. En menos de dos años la confianza en el Congreso bajó de un 28% a un 10%. Y la confianza en los partidos políticos cayó de un 15% a un 6%. O sea pareciera que sólo los que pertenecen a algún partido y sus familiares más cercanos confían en los partidos políticos. Es la triste realidad.

Pero también ha aumentado la desconfianza entre las personas. Los chilenos estamos contentos con nuestras vidas privadas, pero no estamos satisfechos con la sociedad en la cual vivimos. La sensación térmica es la desconfianza. Se respira en el aire esa dinámica del abuso que conduce al abuso. Un analgésico contra la desconfianza nos vendría bien. Mal que mal la confianza es la institución más importante. En definitiva, es la clave para el desarrollo.

También hay otras percepciones que son, a mi juicio, relevantes. El 78% de los chilenos piensa que el Estado debe apoyar a los más pobres “a través de programas que mejoren sus capacidades (como educación o capacitación)”, y sólo el 18% que esto debiera ser “a través de bonos”. Si mira la encuesta CEP, se dará cuenta que hay una tendencia creciente a confiar cada vez más en las capacidades de las personas y no en un Estado asistencialista o de bienestar. Esto es notable. De hecho contradice muchos de los cantos de sirena que pululan en medio del frenesí electoral. Hoy la mayoría de los chilenos ya no quiere más Estado, sino un mejor Estado. Pero sobretodo, exigen más oportunidades. Si no lo cree, recuerde qué pasó con la promesa de Frei de “más Estado”. Al final, ganó Piñera.

De cara al futuro, no podemos soslayar que la gran mayoría de los chilenos piensa que para surgir en la vida se necesita tener buena educación, trabajar duro y –lea bien– tener ambición. Si hemos trabajado duro y somos ambiciosos, en educación seguimos al debe. Hay que repetirlo hasta el cansancio: la prioridad de Chile, ad portas del desarrollo, es la educación.

No quiero parecer autocomplaciente, pero hay otro resultado sorprendente. Cuando a los chilenos se les pregunta cómo funciona nuestra democracia, un 17% piensa que funciona “muy bien o bien” y un 54% piensa que funciona “regular”. O sea, pese a todo –partidos políticos, Congreso, binominal, Constitución, etc.– la gran mayoría de los chilenos está satisfecha con nuestra democracia. Al final, nuestra realidad política es mejor de lo que parece.

Y en la última y controvertida encuesta CEP hay otras señales interesantes. Primero que nada la abrumadora independencia política de los votantes. Así como han calado hondo ciertos principios liberales en nuestra sociedad, la autonomía de las personas –algo fundamental para cualquier liberal– es notable: un 50% de los encuestados no se identifica con la izquierda, el centro o la derecha. Hoy día los chilenos ya no nos compramos los cuentos tan fácilmente.

En seguida, la gente valora lo que este gobierno ha hecho en términos económicos. Aunque las cifras de crecimiento económico y desempleo hablan por sí solas, cuando se les pregunta “cómo califica la actual situación económica”, un 51% dice estar satisfecho y un 24% la evalúa como “buena o muy buena”. O sea un 75% de los chilenos valoran la actual situación económica. Esto es un gran logro. Es más, un 47% de los chilenos piensa que el país progresa. Y como tenemos cierta cultura de isla, seguimos optimistas: respecto a la situación económica del país en los próximos 12 meses, un 31% piensa que mejorará y un avasallador 61% cree que no cambiará. Está por verse.

Algunos agoreros predican que el modelo colapsó y que estaríamos, por así decirlo, al borde de una crisis institucional que exige cambios profundos. Nuestra realidad es distinta. En los últimos 27 años Chile ha progresado como nunca en su historia. Y los chilenos lo saben. Aunque el discurso a ratos se ha radicalizado, la gente no es tonta. Sabemos lo que se ha logrado con tanto esfuerzo. Por eso, mientras más ajustada sea esta contienda electoral, mayor moderación se le exigirá al próximo gobierno. Así podremos seguir avanzando. Y mejorando con esa prudencia que ha convertido a Chile en el país más admirado y emulado de Latinoamérica.