El Mercurio, 10 de mayo de 2015
Opinión

Cierta modestia

Ernesto Ayala M..

El Comité de Cooperación por la Paz en Chile (1973-1975), o Comité Pro-Paz, y luego su continuación natural, la Vicaría de la Solidaridad (1976-1992) forman en conjunto una de las instituciones más potentes que hayan nacido de la sociedad civil en, al menos, los últimos cincuenta años de la historia de Chile. Su fe y persistencia en el camino jurídico e institucional para limitar las violaciones a los derechos humanos; su capacidad de acoger a las víctimas y familiares de apremios, torturas y secuestros cuando la justicia miraba para el lado con una obsecuencia patética, y el coraje con que enfrentó a la dictadura y sus organismos de «seguridad» con papel, lápiz, máquinas de escribir y cámaras fotográficas pasarán a la historia como una epopeya enorme, que quizá nunca podrá contarse en plenitud. La Vicaría, puede especularse, fue la primera señal de que la dictadura tenía un límite, un freno, una contención que no sería armada, sino, mucho peor, institucional.

«Habeas Corpus», documental de Claudia Barril (1970) y Sebastián Moreno (1972), estrenado esta semana, trata de hacerse cargo de la historia del Comité y la Vicaría. Su foco es nítido y, en parte, se agradece: pretende contar la vida de la Vicaría por dentro, qué hacía, cómo funcionaba, cómo fue generando su labor de documentación de violaciones a los derechos humanos y de contrainteligencia. Su fuente principal son los testimonios de los abogados, asistentes sociales, un médico y el personal que trabajó en la Vicaría. Eso se complementa con imágenes de la época y, tal vez lo más cuestionable del documental, las filmaciones de pequeñas figuras que buscan relatar el contexto del golpe y las violaciones a los derechos humanos posteriores. Es evidente que esto fue una jugada del documental, pero su resultado le da un efecto pedagógico a la cinta y le quita algo de fuerza a sus imágenes. De hecho, el documental es algo modesto en su mirada cinematográfica y, si bien sus imágenes puramente documentales son estupendas, uno queda con sabor a poco, con el deseo de haber visto más, o mejor.

Lo segundo que se echa de menos es haber ampliado la mirada del documental al organismo completo del Comité y la Vicaría, es decir, a su vida estructural, política: cómo se formó, cómo se financió, el gallito constante entre el cardenal Silva Henríquez y Pinochet, cuándo y por qué los tribunales empezaron a aceptar los primeros amparos y su relación posterior con el informe Rettig, con los casos juzgados en tribunales y con toda la labor de memoria en torno a los derechos humanos.

Es cierto. Todo esto es innarrable en un sola película. Se trata de una historia épica, casi monumental, que requeriría de un presupuesto enorme y de tiempo ilimitado. «Habeas Corpus» hace un muy buen trabajo al contar la vida interior de la Vicaría y adquiere una dimensión especialmente conmovedora en el relato que hace de la muerte de José Manuel Parada, analista de la Vicaría, degollado entre el 29 y el 30 de marzo de 1985, junto a dos profesionales más. Sin embargo, hay algo en ella de modesta, que no conversa por completo con las dimensiones de los hechos narrados.

HABEAS CORPUS
Dirigida por Claudia Barril y Sebastián Moreno.
Testimonios, entre otros, de Javier Luis Egaña, Norma Rojas, Héctor Contreras, Álvaro Varela y José Zalaquett.
Chile, 2015,83 minutos.