Las perspectivas de crecimiento de Chile están determinadas tanto por las perspectivas de crecimiento de la economía mundial como por factores domésticos que impactan también las decisiones de consumo y de inversión de los consumidores y las empresas.
Considerando ambos factores, todo apunta a que el año 2015 sería otro año de crecimiento mediocre para Chile. En cuanto a las perspectivas de la economía mundial, hay dos situaciones contrapuestas: mientras los países avanzados tomarían un mayor dinamismo, los países emergentes y en desarrollo continuarían desacelerándose.
El mayor dinamismo de los países avanzados sería bastante generalizado, destacando la Zona Euro, el Reino Unido y, en menor medida, Estados Unidos. El mayor dinamismo de la Zona Euro es liderado por Alemania y España, y está siendo impulsado por las políticas expansivas del Banco Central Europeo (BCE) y la caída del precio del petróleo.
En un escenario con baja inflación, se terminó produciendo una marcada depreciación del euro y una mejora en las condiciones financieras, que impulsan la demanda agregada. Con todo, dadas las amplias brechas de capacidad que se han creado en los años de crisis -en la Zona Euro el nivel del PIB hoy es un 2% menor que el del primer trimestre del 2008, y la tasa de desempleo está todavía cuatro puntos porcentuales por encima del nivel alcanzado en ese mismo trimestre-, existe espacio para un mayor dinamismo sin temor a brotes inflacionarios u otras amenazas a su sostenibilidad en el tiempo.
Aunque Estados Unidos perdió dinamismo en los últimos meses afectado tanto por factores temporales (crudo invierno y huelga portuaria) como también por los efectos en la actividad de la apreciación del dólar y la caída del precio del petróleo, debiera seguir creciendo más de 2,5% anual, esto es, por encima de su tasa de crecimiento potencial, impulsado por la demanda interna, que se está beneficiando de una serie de factores positivos: las mejoras en el mercado laboral, los menores precios del petróleo, un ajuste fiscal más moderado, mejoras de expectativas y tasas de interés bajas. De hecho, todo apunta a que dada la mejor salud de su economía, especialmente de su mercado laboral, la Fed comenzaría a subir tasas en el segundo semestre de este año. Como lo ha dicho recientemente su presidenta, Janet Yellen, esta decisión se fundamenta en que la actual tasa de política monetaria, en torno a 0 por ciento nominal, está proporcionando un considerable estímulo a una economía donde la tasa de desempleo, 5,5%, ya está muy cercana a un nivel donde se comenzarían a desatar presiones inflacionarias. Pero esto no es todo, pues a la Fed también le preocupa que el mantener tasas bajas por mucho tiempo puede llevar a una excesiva toma de riesgos por parte de los inversionistas, lo que podría producir burbujas en precios de activos y así afectar la estabilidad del sistema financiero. Aunque el alza de tasas de la Fed tiene mucho sentido desde el punto de vista de la economía de EE.UU., sus efectos se harán sentir con fuerza en la economía mundial con condiciones financieras menos favorables, tanto por un mayor costo como por una mayor volatilidad. Esto último exacerbaría también la salida de capitales del mundo emergente con efectos en las paridades de sus monedas y en el acceso y costo del financiamiento externo.
Volviendo a los países emergentes, su menor crecimiento sería el resultado de fuerzas contrapuestas. De una parte, el mayor dinamismo de los países avanzados junto con una mayor depreciación cambiaria tendrían un impacto positivo en sus exportaciones netas y en su actividad, mientras que la caída en los precios de los commodities y condiciones financieras menos favorables y más volátiles reducirán la expansión del producto. En algunos países se agrega también el efecto de ajustes en políticas que se habían tornado insostenibles.
Las perspectivas de los dos principales países emergentes, China (15,8% del PIB mundial en paridad de poder de compra – PPC) e India (6,6% del PIB mundial en PPC), son disímiles. China seguiría perdiendo dinamismo, tanto por la mantención de sus políticas restrictivas para enfrentar sus vulnerabilidades (alta deuda de las empresas y los gobiernos locales, excesos de capacidad en el sector industrial, gran expansión de la banca en las sombras y burbuja en su mercado inmobiliario) como por factores de largo plazo (caída en la fuerza laboral y cambio de su motor de crecimiento desde la inversión hacia el consumo interno). En contraste, India tomaría más impulso empujada por una mejora en las expectativas como resultado del programa de reformas de su nuevo gobierno y por el menor precio del petróleo. De hecho, India es la mejor noticia del mundo emergente. Las perspectivas del resto de países emergentes más importantes, Rusia, Brasil e Indonesia, no son muy auspiciosas.
Dentro de los países emergentes, América Latina volvería a tener un año malo, con un crecimiento de menos de uno por ciento, incluso menor al del ya mal año 2014. La región se verá afectada principalmente por las condiciones financieras internacionales menos favorables, la apreciación del dólar, la caída en los precios de los productos primarios y los problemas de Brasil. Brasil enfrenta importantes desequilibrios macroeconómicos (alta inflación y alto déficit fiscal y de cuenta corriente), batalla por mejorar su solvencia fiscal y controlar su inflación, pero los escándalos de corrupción tienen paralizada la agenda política. El alza de tasas, la depreciación del real y la caída en expectativas han resultado en una importante desaceleración de la actividad, lo que conduciría a una contracción de su economía.
Como resultado, la economía mundial crecería algo parecido a su crecimiento del año pasado, esto es en el rango del 3% al 3,5%. Este escenario de crecimiento enfrenta riesgos en ambas direcciones. Entre los riesgos que pueden llevar a un crecimiento menor destacan: (1) La crisis de Grecia y el avance del populismo en Europa pueden amenazar la estabilidad de la Zona Euro; (2) el inicio del ciclo de alzas de tasas de la Fed puede terminar desatando otro episodio de salidas abruptas de capitales, una mayor depreciación de las monedas de los países emergentes, y una mayor volatilidad y ajuste a la baja en los precios de activos; (3) una eventual desaceleración más abrupta de China, que impactaría con fuerza los precios de commodities y al crecimiento mundial, (4) y problemas geopolíticos en Rusia y el Medio Oriente.
Entre los riesgos que podrían llevar a un crecimiento mayor al estimado, destacan: (1) Si la caída en el precio del petróleo se debe principalmente a un fenómeno de oferta, la cual se ampliaría ahora que se anuncia la reducción de las sanciones contra Irán, su estímulo al crecimiento mundial puede resultar mayor al estimado; (2) la consolidación de la recuperación en la Zona Euro puede llevar a un círculo virtuoso de mejores expectativas y, por lo tanto, una mayor actividad.
En lo que se refiere al más mediano plazo, las perspectivas de crecimiento potencial de la economía mundial se estiman bastante por debajo de las del período precrisis. En esta dirección el informe de esta semana del FMI sobre Perspectivas de la Economía Mundial reduce las estimaciones de crecimiento potencial para los países emergentes como resultado del envejecimiento de la población, un menor crecimiento del stock de capital y un menor crecimiento de la productividad. En los países avanzados se estima que aunque el crecimiento de la productividad aumentará, este no será suficiente para compensar la caída en la tasa de crecimiento del stock de capital y del empleo.
En lo que concierne a la economía chilena, dado este escenario de crecimiento mundial y lo deteriorado que están las expectativas de empresarios y consumidores, su crecimiento seguiría siendo bajo. Con todo, como también proyecta el reciente IPoM del Banco Central de Chile, el crecimiento de este año sería en torno a un punto porcentual mayor que el del año pasado, esto es entre el 2,5% y el 3,5%. Tasa que es muy baja como para mantener la velocidad de progreso a la que espera la gran clase media que surgió gracias a las altas tasas de crecimiento de los últimos 30 años, un 5,3% de promedio anual.
De hecho, en los últimos meses, la economía chilena ha tomado algo más de impulso. Esto ha sido el resultado de una menor desaceleración del consumo, una reducción en la caída de la inversión, un mayor impulso fiscal y la recuperación en el margen de las exportaciones netas, en un entorno de mejores términos de intercambio, debido principalmente a los menores precios del petróleo. En todo caso, a pesar de la leve recuperación de la actividad, los efectos expansivos de la baja de precio del petróleo y de la expansión fiscal son fenómenos transitorios, y la presencia de condiciones financieras internacionales menos favorables y el riesgo de que estas se deterioren aún más -un bajo precio del cobre y la incertidumbre política y legislativa- aumentan los riesgos a la baja, y seguirán impactando en el mediano plazo a la recuperación económica. Este escenario aumenta la urgencia de hacer grandes esfuerzos como sociedad para resolver los problemas que enfrentamos hoy y utilizar esta crisis como una oportunidad para fortalecer institucionalmente el sistema político y, con ello, la democracia; y para reducir las oportunidades para conductas impropias tanto en el sector público como en el sector privado.