Capital, 23 de abril de 2004.
Opinión

Concertación: en sus marcas

Harald Beyer.

Veremos una carrera presidencial al interior de la Concertación algo más adelantada de lo que sus líderes desearían. Y tal vez con más alternativas de las que se han visto hasta ahora.

Se comienza a notar, cada vez con más fuerza, el ambiente electoral que dominará a nuestro país hasta fines del 2005. Las elecciones se anticipan estrechas y el plato de fondo es la presidencial. Lavín aparece consolidado en la derecha. Alvear y Bachelet (ordenadas por estricto orden alfabético) se disparan en la Concertación. Frei, en cambio, no puede despegar. En todo caso, esto no significa que el horizonte para la Concertación comienza a despejarse. El senador Fernando Flores, según sus propias palabras, anunciará que aspira a ocupar el palacio de La Moneda en los próximos días. Algunos miembros masculinos del gabinete parecen estar evaluando el momento oportuno para saltar al ruedo.

La expectante posición actual de las ministras, entonces, puede verse seriamente amenazada, no tanto desde la vereda del frente sino que desde la propia acera. Para que se produzca la nominación del candidato concertacionista hay todavía muchas etapas que sortear. Desde luego, está la elección municipal. Es altamente probable que ella obligue a los actuales o eventuales candidatos presidenciales concertacionistas a jugar un papel bastante activo. Después de todo Lavín lo está jugando y lo jugará en la oposición. El presidente Lagos ciertamente quisiera evitar este activismo. Después de todo le quedan dos buenos años que aspira a disfrutar lo más que pueda, especialmente después de los embates que sufrió en la primera mitad de su gobierno. Una carrera temprana innegablemente que lo deja un poco en la trastienda. No cabe duda que es el futuro lo que vende y no el pasado. Sin embargo, el poder del presidente para detener la carrera por su sucesión es muy limitado, a no ser que esté dispuesto, evento muy improbable, a pedirles a sus ministras estrellas que abandonen el gabinete. Además, está la presión de los partidos que quieren rescatar un buen resultado el próximo 31 de octubre.

Por otra parte, la carrera presidencial adquiere una dinámica de la que es difícil sustraerse. Algo de esto se ha visto en las últimas semanas. ¿Alguien se atrevería a desconocer que en las actividades recientes de las ministras Alvear y Bachelet la campaña presidencial no ha estado presente? La aparición de nuevos candidatos hace que esta dinámica incipiente termine por consolidarse definitivamente. Por consiguiente, lo más probable es que seamos testigos de una carrera presidencial al interior de la Concertación algo más adelantada de lo que sus líderes desearían y que intentará ser contenida dentro de márgenes razonables, pero no nos debería sorprender si cada cierto tiempo los diques de contención son sobrepasados por las caudalosas aguas presidenciales.

La carrera por la nominación presidencial en la Concertación tiene un interés especial. Parece tremendamente desigual con dos estrellas cuya aura parece imposible de eclipsar. Quizás en esta alta aprobación ciudadana esté su principal debilidad. En un ambiente políticamente más competitivo, como es aquel que gira en torno a una nominación para disputar la presidencia, no parece probable que puedan mantener los actuales niveles de evaluación positiva, en torno al 80%, que mantienen ambas ministras. Para las primarias de 1999 sólo alrededor de un 55% de la población evaluaba positivamente a Ricardo Lagos. Por eso es probable que, en la medida que Alvear y Bachelet vayan adquiriendo un carácter más político, esas evaluaciones comiencen a ceder y alcancen niveles más acordes con la historia de los candidatos concertacionistas.

No resulta tan descabellado, entonces, plantear que ambas postulaciones son, en la práctica, menos sólidas de lo que reflejan las encuestas actuales. Si este es el escenario resulta muy atractivo, precisamente en los momentos de mayor popularidad de las ministras candidatas, anunciar nuevas postulaciones presidenciales. La apuesta es sin lugar a dudas riesgosa porque pueden quedar ahogadas en la marea que levanta a Alvear y Bachelet. Pero también hay mucho que ganar en la medida que esa aparentemente insostenible popularidad comience a descender.

En la emergencia de nuevas postulaciones al interior de la Concertación pueden haber también efectos inesperados. Ellas van a obligar, quizás inconscientemente, a la población a preguntarse respecto de la real confianza que tienen los líderes concertacionistas en sus actuales candidatas. Después de todo, ¿por qué se desafía a dos personalidades tan fuertemente respaldadas en la opinión pública? El daño que dicho cuestionamiento puede causar a sus aspiraciones es innegable y tampoco es enteramente improbable si se tiene en cuenta que ambas ministras han estado sujetas a un escaso escrutinio público. En esta situación la población puede adquirir sus juicios a través de las acciones de otros. Hay, por consiguiente, espacio para candidaturas alternativas. Es cierto que éstas pueden verse espantadas por el aparente “veto” que posee la DC sobre la candidatura presidencial. Pero en política reina el pragmatismo y ese veto seguramente se revisará si los eventos políticos de los próximos meses así lo aconsejan.