Más bien, lo que se percibe es la indecisión del Presidente para elegir un rumbo claro.
El Presidente Gabriel Boric ha demostrado ser un enigma difícil de descifrar. Desde el inicio, surgieron dudas sobre si sería realmente el mismo jefe de Estado de la “segunda vuelta”. Es como si estuviéramos tratando con el mítico dios Jano, aquel que posee dos caras. Para comprender verdaderamente este gobierno, debíamos observar cuál cara prevalecía: la de la primera vuelta o la de la segunda. En ocasiones, una de las caras exhibía una actitud moderada, mientras que la otra era revolucionaria e inquietante. Incluso teníamos que recurrir a las luchas de poder internas del gobierno para entender cuál de sus dos almas prevalecía, la que indultaba o aquella que expresaba preocupación por la naturalización de la violencia.
Hoy en día, esta dinámica continúa aunque de manera más multifacética. En una ocasión, vemos al Presidente dirigiéndose al país en una extensa Cuenta Pública, buscando acuerdos transversales y compartiendo ambiciones inclusivas. También lo observamos en la instalación del Consejo Constitucional, respaldando una Constitución que abarque a todos los habitantes de la patria. Sin embargo, en menos de una semana, presenciamos un discurso opuesto durante el aniversario de su partido, revelando una faceta más “rebelde” y refundacional. En sus propias palabras: “La rebeldía puede ser parte del Gobierno (…). Es parte de la esencia de ser militantes de izquierda”. Además, tilda de “ultraderecha” al partido que cuenta con más escaños en el proceso constitucional. Boric le habla unas veces al país y otras a nichos específicos en su propio sector. Todo un enigma sin resolver.
Algunas voces han señalado la necesidad de que el gobierno abandone los discursos dirigidos a nichos específicos para ampliar su base de apoyo. Por otro lado, fuerzas vinculadas a Apruebo Dignidad insisten en no renunciar al programa establecido. Esta tensión, que lleva más de un año, a pesar de las derrotas electorales intermedias, aún no ha sido resuelta. Más bien, lo que se percibe es la indecisión del Presidente para elegir un rumbo claro.
En lugar de tomar decisiones claras, zigzaguea y evita enfrentar el hecho político de que gobernar implica tomar medidas impopulares incluso dentro de su propio grupo. El Presidente ha tenido dificultades para unificar a las dos coaliciones en el gobierno, eso es innegable. Sin embargo, en lugar de buscar una conciliación entre ambas y adoptar una perspectiva de Estado, se observa más bien una inclinación hacia la política de nichos, identitaria, que caracteriza en particular al Frente Amplio. La incertidumbre de tener que lidiar con el enigma de un gobierno multifacético será la tónica.