¿Cuán desigual es realmente nuestra capital? Me hice la pregunta en un viaje de poco menos de una hora desde la estación del Metro Plaza de Maipú (Línea 5) hasta Manquehue (Línea 1), un total de 27 estaciones. El trayecto es particularmente interesante, pues cruza siete comunas «emblemáticas»: Maipú, Pudahuel, Lo Prado, Quinta Normal, Santiago, Providencia y Las Condes. En su conjunto, ellas son un buen ejemplo de las brechas socioeconómicas de nuestra ciudad. Motivado por su diversidad, me puse a mirar los datos de ingresos de las familias que viven en torno a las estaciones del Metro. Análisis similares existen en otras ciudades. He aquí algunos resultados.
El ingreso monetario promedio per cápita en la vecindad de la estación donde comenzó mi trayecto es de 260 mil pesos. No sorprende, pues Maipú cobija a un porcentaje importante de familias de clase baja y media. Pero al poco andar, el ingreso cae fuertemente. Ya al llegar a la estación Pudahuel ha bajado a 185 mil pesos, alcanzando el mínimo del viaje en la estación Lo Prado, donde el ingreso es 170 mil pesos por persona. Así, en 10 estaciones el ingreso se reduce en 58%. De Lo Prado en adelante, la tendencia se revierte. En la estación Quinta Normal el ingreso vuelve a los niveles de Plaza Maipú. En Baquedano (combinación con Línea 1), ya supera los 470 mil pesos, en Alcántara los 709 mil, y en Manquehue, los 880 mil.
En resumen, en el trayecto de 27 estaciones el ingreso per cápita pasó de 260 a 880 mil pesos, casi 23 mil pesos por estación. El ejercicio constata la gran desigualdad de nuestra ciudad. La pregunta -aún sin respuesta- es cómo resolver este problema.
Las apuestas se hacen sobre la educación. Esta debería permitir romper la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Pero ¿dónde estamos en este proceso? Aquí, el viaje en Metro también ayuda a dimensionar nuestros atrasos. Mientras en los colegios cercanos a la estación Plaza de Maipú el Simce es 260 puntos (4° básico en 2011), al llegar a Lo Prado baja a 254, subiendo a casi 300 puntos en Manquehue. Tristemente, el resultado de los colegios sigue milimétricamente la tendencia de los ingresos. De no romper esta dolorosa correlación, no existe posibilidad de aliviar la desigualdad en forma efectiva en el largo plazo.
En tiempos en que se ofrecen bonos permanentes, en que la discusión de la calidad de educación se confunde con los intereses de grupos de presión, en que se habla de una reforma tributaria pro equidad, si no podemos revertir la triste asociación entre los ingresos de las familias y los resultados educacionales de sus hijos, no podremos erradicar la transmisión intergeneracional de la desigualdad. Esto requiere una acción organizada de las políticas públicas que conecten a las familias y los colegios, con particular énfasis en los primeros años. Nada de eso está en la discusión pública. El país no puede darse ese lujo.