Pese a ser el experto en materia educacional más consultado por el gobierno, el subdirector del CEP, Harald Beyer, jamás había conversado -ni siquiera se conocía- con los dos máximos líderes del movimiento estudiantil, Camila Vallejo y Giorgio Jackson. Los invitamos a debatir.
Por Juan Andrés Quezada y Josefina Ríos. Fotografía: Nicolás Abalo
Al café literario «Mi opción» en Vicuña Mackenna 31, junto a la sede del Partido Comunista, llega el martes a las cuatro en punto, el subdirector del Centro de Estudios Públicos, Harald Beyer. Un par de cuadras más allá, Camila Vallejo sale caminando rápidamente de la sede de la FECH rumbo al punto de encuentro. Entra varios minutos atrasada, por eso, no hay tiempo que perder y ambos parten una distendida conversación, que sólo será interrumpida por un nervioso Andrés Oppenheimer, que la espera en el mismo local para entrevistarla para CNN Internacional.
Harald Beyer: En su último libro el historiador británico de izquierda Tony Judt hace una fuerte crítica al movimiento estudiantil europeo. Explica que esa movilización fue adquiriendo una especie de narcisismo y, que en vez de acordar soluciones con sus gobiernos, defendieron posturas impracticables, que sólo levantaban el ego de sus dirigentes. Judt concluye que el ánimo era mantener vivo el movimiento más que llegar a acuerdos que beneficiaran a los estudiantes.
Camila Vallejo: En ningún caso aquello es representativo de lo que pasa hoy en Chile. De hecho, los mismos dirigentes hemos estado viendo cómo podemos darle una salida a este conflicto, pero nos encontramos con la postura de los compañeros que quieren mantener esto hasta el final. Hemos expresado en reiteradas ocasiones nuestra voluntad de llegar a acuerdos y avanzar, pero eso pasa por la decisión de hacer un cambio en la educación chilena, porque para medidas específicas no nos hubiéramos movilizado tres meses, mejor hubiésemos pedido una reunión al ministro para decirle: «Ministro, tenemos problemas con las becas y necesitamos mejorar un poco el sistema, y punto». No, nosotros emprendimos una lucha mucho mayor para lograr cambios de fondo, que desde hace 30 años se vienen planteando.
HB: ¿Sientes que no han ganado nada en estos tres meses de movilización?
CV: Sí, han mejorado ciertas cosas, pero dentro del mismo modelo que cuestionamos. Hay un aumento de becas, pero bajo el esquema de distribución que es el financiamiento a través de la demanda, que no compartimos. En el tema de la democratización, logramos la libertad de asociación, que era algo que está asegurado constitucionalmente y que no se respetaba. El hacer cumplir la ley que prohíbe el lucro en las universidades, también es algo que estaba escrito. Hay avances, pero al calor de este movimiento histórico, falta más. Este movimiento se merece mucho más que eso: cambios estructurales, y eso es lo que necesitamos poner sobre la mesa, por lo menos, obtener la voluntad de avanzar en esa dirección. No pedimos terminar el lucro de la noche a la mañana.
HB: Pero este gobierno obtuvo una mayoría en las urnas y todo esto no estaba en su programa, ¿por qué el Ejecutivo no puede defender sus ideas?
CV: El gobierno obtuvo una mayoría relativa que no se expresa hoy en la sociedad.
HB: Una mayoría de acuerdo a las reglas electorales.
CV: Y por eso, hemos hecho un llamado a la inscripción en los registros electorales, para que exista una representación real de lo que quiere hoy la gente. Y ojo, porque en la campaña no se mencionaba bien cuál era el programa educacional, entonces, la gente vota por algo que desconoce. La gente tampoco vota por sus ministros.
HB: Era claro que este gobierno no iba a cambiar el paradigma educacional que ustedes proponen.
CV: Pero ahora la gente lo está pidiendo con fuerza y hay que saber gobernar también de acuerdo a la voluntad de la gente. La democracia no se ejerce necesariamente una vez cada cuatro años en una urna. Hay países que establecen otros mecanismos, como el plebiscito, iniciativas populares de ley y tienen un mejor sistema electoral.
HB: Participé en los grupos Tantauco y planteamos en la campaña, con fuerza, que había que cambiar el sistema de financiamiento de los estudiantes. No sé si de esta magnitud, pero había claridad que podría haber movilizaciones estudiantiles importantes. Lo que pasa es que creo que el terremoto como que hizo olvidar al gobierno su agenda en educación superior, y después ya fue muy tarde cuando la retomó.
CV: Queremos que la solución se dé por la vía institucional. Que el gobierno haga un pronunciamiento, pero sin «baypasear» el eje central de la discusión, que tiene que ver con el paradigma que va a sostener el modelo educacional en Chile. Nuestra petición quizás sea un poco ideológica, pero no es utópica ni idealista: pedimos que la educación sea entendida como un derecho y una inversión social. Ello significa no sólo garantizar el derecho, acceso y calidad, sino que la sociedad en su conjunto -a través del Estado- pueda invertir sus recursos para generar profesionales y técnicos de calidad, ciudadanos críticos con formación integral para transformar el país y permitirle llegar al desarrollo. Si existe esta voluntad, de inmediato comienzan a surgir las soluciones.
HB: Pero más allá de este paradigma, en los documentos que han presentado uno aprecia distintos énfasis. El petitorio del 30 de abril es distinto al del 26 de julio. ¿Cómo aterrizamos entonces los elementos esenciales por los que están movilizados hoy?
CV: A mi juicio, eso no tiene nada de malo, es parte de la maduración de un debate que se ha ido desarrollando. Lo central y que no cambia mucho respecto de lo que se pidió en primera instancia tiene que ver con la pregunta: ¿A quiénes queremos educar dentro de este sistema? Nuestra respuesta es al conjunto de la sociedad chilena o a un segmento representativo de ella. ¿Qué significa eso? Que el actual sistema de selección no puede perdurar, porque es un filtro de clase que reproduce la desigualdad. Pedimos cambiar el sistema estandarizado por uno que incorpore nuevos criterios, que permitan una nivelación a los estudiantes más vulnerables. Por eso, hablamos de democratizar la educación.
HB: Es cierto que el AFI genera un incentivo para usar la PSU, pero en estricto rigor, la selección es una decisión autónoma de las instituciones. Tú vienes de la Universidad de Chile, que es la que administra la PSU. Uno se pregunta por qué esta casa de estudios no ha decidido cambiar estos instrumentos. Tal vez por el incentivo económico que recibe.
CV: Es el Estado el que tiene que jugar un rol en la selección, aplicando una política orientada a aumentar -por ejemplo, del 40% al 65%- la cobertura universitaria, pero con criterios de equidad. Y para eso hay que intervenir el actual sistema de selección. Está comprobado y hay acuerdo en los sectores políticos que la PSU es un filtro de clase. Como transición a eso, debe haber un mecanismo transitorio que pueda comenzar a paliar la desigualdad que existe en la educación básica y media. Por ejemplo, pueden adoptarse medidas que no son tan radicales, como cupos propedéuticos, que los tienen hoy la USACH, la Católica Silva Henríquez, la Alberto Hurtado.
HB: Cuando hablas del fin del lucro -que en estricto rigor en educación superior sólo existe en los institutos profesionales y centros de formación técnica, más allá de que esto se cumpla- ¿incluyes a la educación escolar? Porque hay 1,2 millones de estudiantes que van a esas instituciones. ¿Cómo se haría esto de forma razonable?
CV: Efectivamente, hay 4 mil colegios particulares subvencionados y no es llegar y decir les vamos a quitar el subsidio a la demanda y dejar a esos niños sin la posibilidad de seguir estudiando en sus establecimientos. Debe haber una hoja de ruta para ello. Decimos que se discuta el proyecto de ley que elimina los subsidios a las instituciones que lucran para que el Estado pueda preguntar: señor sostenedor, ¿puede seguir sosteniendo este colegio sin aportes del Estado? Y ahí habrá los que tendrán que decidir entre estar dispuestos a perder el negocio y sustentar su proyecto, o cambiarse de negocio. En los casos en que decidan dejar su negocio, el Estado debe hacerse cargo de esos establecimientos. Y eso no es estatizar.
HB: Pero hay colegios subvencionados que son experiencias muy exitosas, y cuando uno pone el acento en asegurar la calidad que, como has dicho que, para ti, es un punto muy importante, uno dice, bueno, no importa tanto la naturaleza de la institución si cumple con los estándares de calidad que yo he definido. ¿No te parece que ése es un modelo apropiado? Porque al final lo que le da diversidad a la educación privada en Chile son estos establecimientos subvencionados, que son laicos, que no pertenecen a congregaciones religiosas ni a fundaciones. Y si hay colegios que están lucrando y no cumplen con la calidad, se van a acabar de forma natural. No porque uno diga arbitrariamente estas instituciones sí y estas otras no.
CV: Es que el tema es cómo medimos hoy la calidad, y qué se entiende por calidad. Porque cuando uno dice que es mejor un Volkswagen o un BMW, la respuesta es depende del objetivo que tenga que cumplir el auto.
HB: Sobre la calidad escolar, los informes internacionales concuerdan en que uno de los déficits de la educación en Chile es la calidad de los profesores y que ese factor tira hacia abajo el sistema.
CV: Se ha instalado un discurso injusto, porque hay buenos y malos profesionales en todos los ámbitos, no sólo entre los profesores, entonces ¿por qué tratar de examinar y castigar sólo al magisterio?. Hay un doble discurso, porque se dice los profesores son los responsables de garantizar la buena calidad, pero se les paga un sueldo miserable.