La Segunda
Opinión
Política

Dos caras de la democracia

Aldo Mascareño.

Dos caras de la democracia

Lo cierto es que mientras los impulsos no se cierren satisfactoriamente, el electorado seguirá “de compras”.

Tanta sorpresa no debería ser. Es cierto que ahora irrumpe Republicanos como la fuerza política principal, pero en sistemas complejos los movimientos pendulares son condición de posibilidad de la continuidad y “normalidad” del sistema. Técnicamente se le llama oscilación, y en el sistema político adquiere la forma de alternancia en el poder, el resultado del mecanismo democrático electoral.

La oscilación chilena es fácil de reconstruir. Va así: Bachelet, Piñera, Bachelet, Piñera, estallido, Boric, apruebo de entrada, rechazo de salida, nuevo proceso, Republicanos. Desde hace unos quince años el sistema explora alternativas. Se autorregula. Por supuesto tiene cegueras que llevaron al estallido, pero solo un mes después el rango de varianza volvió a estándares regulares con el Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución. Si alguien se sorprende por “el péndulo”, en el fondo se sorprende de que, a pesar de todo, en Chile aún exista un mecanismo democrático que permita alternancia en el poder.

Sin embargo, la democracia no es solo mecanismo, sino también horizonte sustantivo; y ahí es donde estamos fallando. Al menos desde las protestas de 2011, aquel horizonte se tradujo en persistentes impulsos constitucionales, como los derechos sociales, el tema indígena y el medioambiental. Porque estos impulsos no han sido satisfechos por los partidos tradicionales, los electores comenzaron a buscar nuevas alternativas: los independientes de la Convención, el explosivo Partido de la Gente, y ahora Republicanos. En una próxima oportunidad podría ser alguno de los doce partidos en formación: el Partido Social Cristiano de origen evangélico, con inspiración en “la defensa de la vida desde la concepción”; Fuerza de la Muchedumbre, cuya motivación es la “corrupción de la clase política”; o el partido Fuerza Popular, de doctrina “anti neoliberal”.

En un futuro cercano, el sistema político chileno podría tener unos 30 partidos. Esto habla mal del vínculo sustantivo entre partidos y electores, pues cuando la doctrina no importa ni a unos ni a otros, la elección se transforma en un forum shopping, donde el que gana no es el que más promete, sino el único que queda. Republicanos incluso basó su campaña en una anti promesa: no se requiere de una nueva Constitución. Y ahora tiene la paradójica tarea de «tener que querer hacer» lo que nunca ha querido, esto es, hacerse cargo de los impulsos constitucionales no resueltos; en relaciones íntimas esto equivale a pedir al otro «que le nazca» preocuparse por uno.

Lo cierto es que mientras los impulsos no se cierren satisfactoriamente, el electorado seguirá “de compras”. Podrá continuar ejerciendo el mecanismo democrático electoral, pero faltará el vínculo sustantivo que evite seguir en la deriva, que contenga nuevos estallidos, o que resuelva el problema con salidas autoritarias o populistas. Republicanos tiene ahora la palabra. Es su turno.