El desborde de los marcos institucionales e interpretativos que produjo el repentino incremento de extranjeros avecindados en el país dejó a los individuos dependientes de sus experiencias para reconstruir su vínculo con los migrantes.
Según cifras oficiales, la población extranjera residente en Chile se duplicó en muy poco tiempo, pasando de unas 746 mil personas el año 2017 a más de 1,6 millones el 2022. Este repentino y masivo incremento de la población migrante ha sobrecargado las capacidades de procesamiento de varias instituciones del país, desde el resguardo de fronteras y la acción investigativa y persecutoria de delitos más violentos, hasta la falta de vacantes en escuelas y el déficit habitacional en algunas localidades.
Pero este desborde también se observa en los marcos interpretativos que las y los chilenos usan para relacionarse con los migrantes. La sobrecarga institucional e interpretativa desplaza el peso de la relación entre chilenos y migrantes a los individuos y a la contingencia de sus experiencias, reconfigurando las actitudes de unos hacia otros. El quiebre que produce un aumento repentino de la migración requiere un período de adecuación –que estará cargado de fricciones– tanto a nivel institucional como subjetivo.
Para comprender cómo este período de adaptación ha influido en la percepción de los chilenos frente a la migración, la última encuesta del Centro de Estudios Públicos incluyó un experimento inédito en los estudios de opinión pública. Este consistió en presentar a los encuestados perfiles de extranjeros que buscaban ingresar al país y se les preguntó luego a los encuestados su disposición para permitirles la entrada. Los perfiles variaron en algunos atributos de interés: el sexo del migrante, su nacionalidad, si venían acompañados por parejas y/o dependientes y, finalmente, su nivel de escolaridad.
Los resultados indican que los migrantes en posesión de un título universitario recibieron evaluaciones mucho más favorables de los encuestados, especialmente entre aquellos con estudios superiores, siendo por lejos el atributo más valorado. En cambio, los con baja escolaridad fueron menos preferidos por los encuestados, independiente de su nivel educacional. Estos resultados sugieren que a los chilenos que hacen una evaluación de los migrantes les preocupa qué valor económico representan para el país.
Además, los encuestados se mostraron contrarios a la migración colombiana y venezolana e indiferentes frente a la peruana, haitiana y española. El que no se aprecien diferencias en las actitudes que gatillan migrantes españoles y haitianos revela que ni el racismo ni el etnocentrismo son hoy factores explicativos de las actitudes de los chilenos al ingreso de extranjeros al país. En cambio, las actitudes de los chilenos frente a la migración están estructuradas en buena parte por la alta preocupación por la seguridad pública, el incremento de la violencia y la creciente presencia del crimen transnacional en el país.
La misma preocupación por la seguridad explica la preferencia de los encuestados por la migración femenina. Otros estudios en América Latina han mostrado que la actividad delictiva —una de las causas principales de las actitudes de rechazo frente a la migración— se asocia de manera más estrecha con la población masculina. Pero esta preferencia no es incondicional en el país. Los resultados del estudio indican que los encuestados son más favorables al ingreso al país de mujeres solas (i.e., sin pareja ni menores dependientes), una diferencia no observada en los perfiles de inmigrantes hombres.
El desborde de los marcos institucionales e interpretativos que produjo el repentino incremento de extranjeros avecindados en el país dejó a los individuos dependientes de sus experiencias para reconstruir su vínculo con los migrantes. Por lo mismo, la inquietud que hoy produce la seguridad pública permea en gran medida las actitudes de los chilenos hacia la migración. Al abordar eficaz y racionalmente tanto la demanda ciudadana por seguridad pública como la mayor presencia de población extranjera en el país, las instituciones contribuirán al proceso de desestigmatización de algunos grupos de migrantes.