El Mercurio, 14 de abril de 2013
Opinión

El boom de los posgrados

Sergio Urzúa.

Esta semana me di el trabajo de contar cuántos e-mails recibí con ofertas de posgrados. Incluí en mi análisis todos aquellos mensajes con información de diplomados, postítulos y magísteres en casas de estudios nacionales. Lo hice ante la sospecha fundada de que durante el último año la frecuencia de estos había aumentado exponencialmente.

Con sorpresa concluí que el número superaba largamente la docena, siendo el lunes el día predilecto de las casas de estudios. Universidades buenas y malas, grandes y chicas, privadas y públicas me tentaban con programas «acreditados internacionalmente» con un «cuerpo académico de excelencia», que prometían mejorar mi productividad y mi futuro laboral. Reconozco que me preocupé un poco. ¿En qué lista estará mi e-mail ? ¿Considerará el mercado que necesito otro posgrado?

Pero el boom de la oferta de programas de posgrado en Chile es, en principio, una buena noticia. Ante la mala calidad del sistema educacional, este fenómeno puede dar una oportunidad para que la población mejore sus niveles de capital humano. Por otra parte, según el Simce, en 2010 el 19% de padres de alumnos de 4° básico esperaba que su hijo obtuviese un posgrado. En 2002, el porcentaje alcanzaba a 4%. Por lo tanto, el fenómeno también permite preparar el camino para las siguientes generaciones, que buscarán con mayor frecuencia continuar sus estudios más allá de un título técnico o profesional.

Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos. En primer lugar, como lo hemos visto en el contexto de los estudios universitarios, es más fácil promocionar la calidad que asegurarla. De hecho, el gran aumento en la oferta de programas de posgrado no ha sido acompañado con mejor información respecto de su calidad. Los rankings son limitados y las universidades no tienen incentivos para reportar el real impacto de sus programas. Por otro lado, el aumento en la oferta parece también responder a una incipiente demanda de egresados de universidades que, ante el reconocimiento de la mínima valoración por el mercado laboral de sus títulos, buscan mejorar sus condiciones laborales refugiándose en la señal que significa un cartón de posgrado. Ante esto, no es difícil imaginar que algunas universidades tengan incentivos para armar programas que, simplemente, permitan el lavado de imagen.

Por todo lo anterior, le recomiendo precaución en el momento de evaluar las opciones de posgrado. No crea que cualquier postítulo, diplomado o magíster es la solución a un título universitario que no logró corregir las deficiencias de 12 años de mala educación. Brinde particular atención a la calidad de los profesores, pregunte quiénes son sus compañeros y consulte respecto del futuro de los egresados del programa. Por suerte, aún no hemos llegado a discutir la necesidad de asegurar gratuidad en este nivel, por lo que lo invito encarecidamente a ser responsable y evaluar con detención dónde invierte.