La Tercera, 16 de junio de 2013
Opinión

El CEP: pasado, presente y futuro

Leonidas Montes L..

En Chile no valoramos mucho nuestra historia, sobre todo la más reciente. El caso del Centro de Estudios Públicos (CEP), fundado en 1980, no es una excepción. Por su influencia e importancia, siempre me he preguntado por qué ningún estudiante de doctorado se ha interesado por este tema. De hecho, he promovido esta idea, pero sin éxito. Es muy posible que en el futuro algún estudiante de una prestigiosa universidad extranjera se interese por la historia del CEP. Es lo que ha sucedido, por ejemplo, con la influencia de Milton Friedman o Friedrich Hayek en Chile.

El presidente fundador del CEP fue Jorge Cauas y su primer director ejecutivo, Hernán Cortés. Fue una partida difícil, en una época difícil. En 1982 Arturo Fontaine, después de estudiar en la Universidad de Columbia, aterrizó como su director ejecutivo. Años más tarde, Eliodoro Matte asumiría la presidencia. Poco a poco este proyecto se fue convirtiendo en un lugar de encuentro para intelectuales y estudiantes. Existe la impresión -errónea a mi juicio- de que el CEP fue la cuna de los Chicago Boys. La realidad es más compleja. Si bien allí se defendía el liberalismo económico, en ese entonces también existía una defensa del liberalismo político. Por eso el CEP fue clave en la transición a la democracia. No olvidemos que la encuesta CEP dio al “No” como ganador en 1988. Desde entonces la encuesta, con crisis y cambios de por medio, es un hito esperado con ansiedad. Pero esta institución es mucho más que la encuesta. La revista Estudios Públicos se publica desde 1980. Acaba de salir el volumen trimestral N° 129. Además, es un espacio de deliberación política. Desde el CEP han surgido reformas clave para Chile. Y también acoge a todos los estudiantes con inquietudes. Ernesto Rodríguez, una figura emblemática y querida, le ha dado un aire especial a esa ágora intelectual.

Pocos saben cómo funciona el CEP, y voy a aventurarme a contarlo desde mi propia experiencia. Cuando hace unos 10 años fui invitado como joven académico a formar parte del consejo directivo, era un honor y un privilegio. Allí estaban los grandes que uno admiraba: Oscar Godoy, Enrique Barros y David Gallagher, entre otros. Oscar había sido mi profesor y director de tesis. Un verdadero maestro. A Enrique lo seguía por sus escritos y entrevistas con mucha admiración. Y David era toda una leyenda: había sido profesor en Oxford. Uno se sentía no sólo joven, sino pequeño ante estos colosos intelectuales. De los 21 miembros del consejo directivo, un tercio está vinculado a la academia. El consejo se reúne al menos dos veces al año. Se da cuenta de las actividades y proyectos, se analiza la situación financiera y se diseñan y discuten algunos grandes lineamientos. Después pasé a formar parte del comité ejecutivo, que se reúne mensualmente. En cuanto al financiamiento, que proviene de donantes privados, existen límites claramente definidos. Con esto se protege la independencia del CEP. Nunca me ha tocado ver que ésta haya sido vulnerada. De hecho, Eliodoro Matte y el consejo han sido férreos defensores de la independencia del CEP. En el mundo académico el debate, la libertad y la deliberación son parte del ADN. Y eso se vive y se respira en el CEP.

Recientemente se han generado diversas especulaciones. Y la verdad es que hubo problemas de forma. La sorpresiva filtración de la noticia del cambio de dirección para enfrentar una nueva etapa, que se venía conversando con Arturo Fontaine, causó revuelo. Recuerdo que entrevistaron a Eugenio Tironi en televisión. Dijo estar muy sorprendido y espontáneamente afirmó “si el CEP es Arturo”. Arturo Fontaine es alguien que no necesita elogios. Un humanista cuya inteligencia y trayectoria hablan por sí solas. Claramente el CEP le debe mucho a Arturo. Lo ha dirigido por 31 años. Pero una institución no puede ser una persona. También hay un ethos, un espíritu, detrás de ese carácter tan distintivo del CEP. Y un equipo sobresaliente. Ahí están Vittorio Corbo, que no necesita introducción. Sergio Urzúa, un destacado economista joven que compite publicando en las grandes ligas. Lucas Sierra, que es un ejemplo de prudencia e independencia. Carolina Segovia, que con celo dirige y mejora la encuesta y María Teresa Miranda, que con rigor y profesionalismo edita la Revista.

Al margen de todas las interpretaciones y melentendidos, el impacto del cambio confirma el prestigio y la relevancia de esta institución. Lo que se ha logrado construir en torno al CEP es muy valioso. Está ranqueado entre los think tanks más influyentes. Y para quienes no conocen lo que se hace, se impresionarían con la cantidad y la calidad de sus conferencias e invitados. Su página web, que es excepcional, tiene más de 1.250 visitas diarias. Pero hay una realidad ineludible para cualquier institución: la renovación. Es algo sano y necesario. A diferencia de lo que ocurre en el mundo anglosajón, donde la rotación es común, en Chile somos bastante reacios a los cambios. Y si usted reflexiona unos segundos, se dará cuenta de que este fenómeno no se restringe sólo al mundo político. Es lo que ocurrió en el CEP y también en el mundo privado.

El acuerdo que tomó el Consejo el viernes antepasado pretende velar por el futuro del CEP. El desafío, como institución, es trascender hacia la próxima generación y seguir haciendo historia. Existe la intención de crear una fundación con un endowment que le dé continuidad, garantizando su carácter liberal y su independencia. Todo esto es lo que se venía discutiendo. Más allá de todo lo que se ha dicho, el CEP 2.0 seguirá siendo la misma casa. Esa casa liberal que muchos valoramos. Y que ha sido, es y seguirá siendo tan importante para el país.