El Mercurio, 19 de agosto de 2012
Opinión

El cobre y la economía chilena

Vittorio Corbo.

El alto crecimiento de China, asociado a altas tasas de inversión, unido a la recuperación de Asia Emergente de su crisis de fines de los 90, ha incrementado significativamente la demanda por minerales. Como el alza de la oferta de estos productos ha sido más moderada, los precios han subido significativamente, beneficiando a los países productores.

Aunque estos precios van a seguir fluctuando con el ciclo económico, su tendencia debiera ser favorable en el futuro, gracias a que China y el resto de Asia Emergente probablemente seguirán avanzando en su desarrollo, aunque el crecimiento de China debiera moderarse.

Los altos precios de productos minerales crean oportunidades importantes en los países productores, como Chile, que podrían facilitar el salto al desarrollo, gracias a los efectos directos e indirectos del boom minero en el producto, el empleo y los ingresos del sector público.

Sin embargo, el boom minero plantea retos importantes. El primero es manejar adecuadamente el boom y los inevitables ciclos de precios alrededor de su tendencia, ajustando el gasto de la economía al nivel que tendría a precios de tendencia, y no a los valores observados que incluyen desviaciones cíclicas transitorias.

El segundo es tomar los resguardos para enfrentar posibles caídas abruptas en el precio del cobre. El tercero es administrar la parte más duradera de los altos precios, haciendo esfuerzos para que el resto de la economía siga progresando y así estar mejor preparados para una situación de precios de tendencia menos favorables y/o de agotamiento de estos recursos.

Lo primero se logra con una apropiada combinación de políticas fiscales y monetarias. En esto Chile ha avanzado mucho, con una regla fiscal donde el nivel del gasto público se determina por el precio de largo plazo del cobre, la tendencia del producto y la meta de balance fiscal fijada por la autoridad. La política monetaria actual, de metas de inflación con tipo de cambio flexible, también cumple este tipo de rol al velar por la estabilidad de precios y la estabilidad financiera. Con este esquema, lo que se requiere en el contexto de booms de precios de productos de exportación es, además de mantener la estabilidad de precios, poner especial atención a alzas pronunciadas en el gasto interno que puedan alimentar burbujas y altos déficits en cuenta corriente.

La combinación de política fiscal y monetaria que Chile ha adoptado en los últimos 10 años ha contribuido también a evitar desalineamientos cambiarios, como los que vemos en otros países exportadores de commodities y en Chile en otra época.

Lo segundo se logra desarrollando una gran capacidad para poder llevar a cabo políticas monetarias y fiscales contracíclicas, manteniendo una sólida solvencia fiscal, una inflación en torno a la meta, un buen nivel de reservas internacionales y mercados flexibles.

Un problema distinto es la administración de mejoras más duraderas en precios de productos primarios. Un alza más permanente de los precios de commodities no sólo incentiva una mayor producción ahora, sino que también mejora la rentabilidad de la inversión en este sector, que resulta en un aumento de la demanda por factores productivos tanto directos como indirectos.

Primero, aumenta la demanda por trabajo, por maquinarias y equipos, por energía, por servicios de proveedores y por tierras en las áreas mineras, lo que incrementa sus precios y eleva el costo de producción de otros bienes y sectores que no están experimentando un boom de precios; en particular, los sectores transables.

En paralelo, los mayores ingresos obtenidos por los trabajadores asociados al boom minero son gastados en parte en las zonas mineras, estimulando la demanda por servicios, elevando sus precios y perjudicando a otros usuarios de estos servicios.

A nivel macroeconómico, los gastos del sector público también crecen con la fracción permanente de la subida de precios de los minerales. Como la demanda del sector público está más centrada en bienes y servicios no transables, esto termina afectando al tipo de cambio real. Cabe destacar que el aumento reciente del gasto público ha ido más allá de las revisiones al alza en el precio de largo plazo del cobre, producto de la reducción en la meta de balance fiscal ajustado por el ciclo que se introdujo a partir del año 2007, acentuando la apreciación real.

En efecto, el déficit fiscal ajustado por el ciclo alcanzó su nivel más alto el año 2009 e incluso este año seguirá habiendo un estado deficitario. El plan actual considera alcanzar un déficit de 1% del PIB recién en dos años más.

Para acotar las fuerzas apreciativas se requiere facilitar la expansión de la oferta de servicios cuya demanda aumenta con el boom minero, para suavizar su aumento de precio relativo. Esto también permitiría acotar las alzas de costos, maximizar la recaudación de ingresos fiscales, facilitar la expansión de la oferta y el ajuste a una eventual caída de precios del cobre.

Para esto se requiere actuar en políticas de urbanización para acelerar la incorporación de tierras, manejar racionalmente los recursos hídricos, facilitar la creación de negocios, la preparación de trabajadores calificados del tipo demandado por los proyectos mineros, la infraestructura y la expansión de la oferta de energía, etc.

De otra parte, la política pública debe enfocarse en la mejor forma de invertir los recursos fiscales adicionales generados por los mejores precios de productos mineros y el mayor crecimiento asociado a este boom.

Un uso adecuado, prudente y racional de estos recursos tiene el potencial de aumentar el crecimiento de largo plazo del país y de aumentar los niveles de bienestar de la población de manera sostenida y sostenible, incluso si el alza resulta ser menos pronunciada o permanente que lo esperado o si los recursos naturales se agotan.

La política pública debe enfocarse en la mejor forma de invertir los recursos fiscales adicionales generados por los mejores precios de productos mineros».