El Mercurio, 15 de mayo de 2016
Opinión

El escenario externo sigue difícil

Vittorio Corbo.

Los mercados financieros internacionales han seguido experimentando turbulencias

Los mercados financieros internacionales han seguido experimentando turbulencias en un contexto de crecimiento global mediocre. La más reciente turbulencia fue la importante caída que experimentaron las bolsas, los precios de productos primarios y las tasas de interés de los bonos largos en las primeras semanas de este año. Esta caída fue seguida por una recuperación hasta fines de marzo, y moderadas turbulencias más recientemente.

La corrección de precios de inicios de año fue inesperada y estuvo asociada a preocupaciones por los problemas de China -la importante desaceleración de su crecimiento hacia fines del año pasado, las dificultades en su manejo cambiario y una abultada salida de capitales-, la pérdida de dinamismo de Estados Unidos, y la caída en el precio del petróleo y sus repercusiones en los países exportadores de este producto y en los mercados de deuda de alto rendimiento. La recuperación, por su parte, coincidió con una menor preocupación por el crecimiento de corto plazo de China, y el cambio en el discurso de la Fed al anunciar que, en el escenario más probable, el alza de tasas sería más gradual que lo que pensaban anteriormente. En lo más reciente, los mercados internacionales han estado danzando al ritmo de las nuevas cifras de EE.UU. y China.

Los riesgos de que se repita este tipo de episodios son múltiples y variados, dentro de los que destacan: (1) una desaceleración más pronunciada o problemas en el sector financiero de China; (2) un alza más pronunciada de lo esperado en las tasas de interés de la Fed si la expansión de Estados Unidos y su inflación terminan tomando más fuerza; (3) riesgos geopolíticos, o bien asociados a los resultados del referéndum sobre una salida del Reino Unido de la Unión Europea o a los resultados de la elección en EE.UU.

Los países avanzados muestran un crecimiento heterogéneo

Las cifras que hemos conocido de los países avanzados en lo que va del año dan cuenta de un crecimiento dispar en las principales economías avanzadas. Estados Unidos se desacelera, afectado por el ajuste del sector petrolero, la fuerte apreciación del dólar hasta mediados de febrero y consumidores extremadamente cautelosos. Japón ha sorprendido con un crecimiento menor al proyectado, atribuible a un consumo que se mantiene débil en momentos en que las empresas siguen muy cautas con sus decisiones de inversión.

En contraste, la zona euro mantiene su dinamismo. Este dinamismo se extiende más allá de España e Irlanda, llegando incluso a Francia e Italia, y resulta en una caída de la tasa de desempleo en más de un punto porcentual en el último año y lleva a que por primera vez el nivel del producto de la zona euro supere al observado en el primer trimestre del 2008, trimestre que se suele identificar como el comienzo de la Gran Recesión desatada por el colapso del banco de inversión Lehman Brothers. Esta recuperación ha estado apoyada en la caída en el precio del petróleo, la pronunciada depreciación del euro, la agresiva política de relajo cuantitativo del Banco Central Europeo, la expansión del crédito y una política fiscal algo más expansiva en Alemania y menos contractiva en el resto de la zona euro. Como resultado, el crecimiento de la zona euro alcanzó un notable 2,1% anualizado en el primer trimestre de 2016, contra el 0,5% de los Estados Unidos y un crecimiento proyectado cercano a cero en Japón.

Dentro de los países emergentes, destacan los ajustes de China, la profunda crisis de Brasil y las dificultades de los exportadores de materias primas.

China, la principal economía del mundo a paridad de poder de compra, se desaceleró hasta comienzos de este año, afectada por la combinación de un mediocre crecimiento mundial con políticas internas para controlar desbalances y reorientar la economía desde la inversión y las exportaciones al consumo interno. Preocupadas por la magnitud de la desaceleración, en los últimos tres meses las autoridades han introducido medidas para impulsar nuevamente el sector inmobiliario y la inversión en infraestructura, dándole más importancia al crecimiento de corto plazo que a las reformas y al rebalanceo de su economía, aumentando así riesgos de futuros problemas de deuda y dificultades en el sector bancario. Los estímulos de corto plazo ya comienzan a mostrar sus efectos en la actividad económica. De hecho, el crecimiento del primer trimestre de este año alcanzó un 6,7% anual, lo que muestra que la desaceleración estaría terminada.

Rusia, la cuarta economía más grande del mundo emergente y en desarrollo, sufre los efectos del deterioro del ambiente de negocios y de la caída del precio del petróleo y del gas natural, así como también de las sanciones del mundo occidental por el conflicto con Ucrania.

Crecimiento demasiado lento por mucho tiempo

En cuanto a Brasil, la mayor economía de América Latina y la quinta economía más grande del mundo emergente y en desarrollo, su crisis se profundiza en lo económico y en lo político. Brasil sufre los efectos combinados de shocks externos -precios de commodities y condiciones financieras-, las consecuencias de desequilibrios que se acumularon en los últimos años -un déficit fiscal que bordea el 11% del producto, una deuda pública que supera el 70% del PIB, y una inflación cercana a 10% anual, y una crisis política ligada a los problemas de corrupción asociados al caso Petrobras, que ha salpicado a gran parte de su clase política. La alta inflación ha obligado a introducir un alza pronunciada de la tasa de interés justo cuando estaba experimentando los shocks. Como resultado, en los últimos 8 trimestres el PIB del gigante de Latinoamérica ha caído más de un 8% y el desempleo ha aumentado cerca de 4 puntos porcentuales. La crisis de corrupción asociada a la empresa Petrobras ha llevado al quiebre de la coalición de gobierno y a la destitución de su Presidenta.

Independiente del desenlace de la crisis política, Brasil tiene un problema de solvencia fiscal que requiere decisiones políticas difíciles para resolverlo. Las autoridades económicas nombradas por el gobierno interino son de primer nivel, pero van a tener que operar en un ambiente político muy poco propicio para introducir los ajustes de envergadura que se requieren. Esto es como juntar a Messi y Ronaldo en un equipo de fútbol que tiene que jugar en una cancha llena de hoyos.

Como resultado de estas fuerzas, todo apunta a que va a ser muy difícil para la economía mundial revertir el ya muy bajo dinamismo de 2015, que fue además el año con menor crecimiento desde la crisis de Lehman. El subtítulo del último reporte sobre Perspectivas de la Economía Mundial del Fondo Monetario Internacional lo dice todo: Crecimiento demasiado lento por mucho tiempo. En estas circunstancias, los países emergentes y en desarrollo tienen que tomar como supuesto de trabajo que el crecimiento mundial va a ser débil por algunos años y preocuparse de fortalecer sus políticas macrofinancieras, para así poder enfrentar de mejor manera episodios de turbulencias y, en paralelo, avanzar más decididamente en enfrentar impedimentos internos al ajuste de las empresas, a la inversión y a los aumentos de productividad.

En el caso particular de Chile, es necesario avanzar en forma más decidida en mejorar el ambiente de negocios y levantar los obstáculos que afectan la inversión, el emprendimiento y las oportunidades para mejorar la productividad. En esta área hay varias propuestas en el debate público -la agenda de la Comisión de Productividad, nombrada por el Ejecutivo, y presidida por el distinguido economista Joseph Ramos, y la agenda de productividad presentada por la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC)-, las que incluyen propuestas concretas para incrementar la productividad y darle un empuje al crecimiento. Ahora solo falta concretar estas reformas y esperar por sus resultados, que debieran contribuir a mejorar las expectativas en el corto plazo y el crecimiento en el mediano y largo plazo.