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El ocaso del octubrismo

Sebastián Izquierdo R..

El ocaso del octubrismo

No es momento de improvisaciones, pero sí de actuar con rapidez. Está por verse cómo emergerán sus liderazgos, aunque la derecha deberá tener claro que varios querrán obstaculizar el tránsito a los cambios que espera la gente.

Desilusión fue el sentir de más de 6 millones de personas que depositaron su confianza al comienzo del proceso constitucional. Después de un tortuoso andar por más de mil días, casi 8 millones de personas que el domingo rechazaron la propuesta ven los sorprendentes resultados con más alivio que alegría. Chile no es un país de extremos, es más bien pragmático; los chilenos no quieren revanchismo, quiere avanzar mediante acuerdos. La Convención fracasó en su intento, y lo hizo de adentro, porque el proceso junto a su resultado nos terminó fragmentando. La clase política no puede hacer la vista gorda de este rechazo a la división.

Ayer, con el mayor porcentaje de participación de electores desde hace décadas, el Rechazo triunfó. Este no solo obtuvo más votos que el total de electores que participó en el plebiscito de entrada, sino que también consiguió un 70% más de votos que los que alcanzó el Presidente Boric hace tan solo 9 meses. Ganó en todas las regiones del país; triunfó en 338 de 346 comunas. No hay un mensaje más claro. Por otra parte, el Apruebo obtuvo casi la misma cantidad de votos con que salió electo el Presidente; su porcentaje es similar a la escueta aprobación actual de su conducción. Pero no hay que confundirse. La gente quiere cambios, pero bien hechos; con orden, y sin poner en riesgo la estabilidad del país.

Todo esto es un fuerte llamado de atención al gobierno. Difícil tarea se le viene encima, considerando que pusieron temerariamente todas las fichas en el Apruebo, ligando incluso el cumplimiento de su programa con la aprobación del texto. Hasta se les acusó de un “intervencionismo sin precedentes”. Ahora tendrán que ser capaces de volver a encauzar la discusión constitucional por la vía política, aprendiendo de los errores y tomando en cuenta las lecciones. Una condición de esto es el cambio de gabinete que se pide hace meses. El Presidente tiene que dar una señal potente de moderación que dé cuenta de su compromiso con la búsqueda de consensos con todos los sectores políticos. Urge que modifique su política de alianzas para alcanzar los 4/7 que se necesitarán en el Congreso para empujar las reformas necesarias.

El Congreso por su parte tiene una gran oportunidad. Deberá trabajar a toda máquina para articular los cambios con rapidez, sin incertidumbre y sin descuidar las urgencias sociales que aquejan a las personas, tan pospuestas estos últimos años. No olvidemos que la verdadera inquietud es tener una calidad de vida mejor, especialmente considerando que estamos en un momento peor que el de hace cuatro años.

Por lo demás, aquella magullada derecha que entendió el ruego de terminar con la Constitución de 1980 y los quórums supramayoritarios, deberá dar una señal nítida y coherente, manteniendo su palabra empeñada: romper el status quo. ¿De qué forma? Sintonizando con la ciudadanía. No es momento de improvisaciones, pero sí de actuar con rapidez. Está por verse cómo emergerán sus liderazgos, aunque la derecha deberá tener claro que varios querrán obstaculizar el tránsito a los cambios que espera la gente.

Es preciso un acuerdo que abandone las posturas rígidas que no recogen la diversidad del país. Estoy expectante por ver cómo este triunfo será abrazado por los moderados, pues el centro se alzó sobre el ocaso del octubrismo.