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El problema de la negociación constitucional

Luis Eugenio García-Huidobro H..

El problema de la negociación constitucional

La futura gobernabilidad política del país depende del éxito de la tarea que les ha sido encomendada.

Una de las principales falencias de las negociaciones constitucionales post-plebiscito es haberse centrado exclusivamente en cuestiones accesorias del eventual nuevo proceso constituyente. Esto no significa minimizar lo que hasta ahora se ha discutido ni los acuerdos alcanzados, sino reconocer que son secundarias o accesorias a otras definiciones imprescindibles para estructurar lo medular del proceso. Recurriendo a imágenes arquitectónicas, a nadie se le ocurriría minimizar las terminaciones de una construcción, pero tampoco se las priorizaría cuando todavía no se tiene claridad sobre la obra gruesa, ya que las primeras se verán irremediablemente condicionadas por la segunda.

Como bien señala el noruego Jon Elster, un buen proceso de elaboración de una constitución se compone de partes que se interrelacionan mutuamente (algo que, por lo demás, también ocurre respecto de una constitución). Tal vez por ello ha sido tan difícil negociar este nuevo proceso: se ha enfatizado tanto en detalles secundarios que nunca se ha podido ver el panorama general. Como ninguno de los actores involucrados tiene realmente una propuesta integral sobre cómo articular el nuevo proceso constituyente, ha sido difícil negociar sus aspectos particulares. Pensémoslo así: sólo en la medida en que se tiene una visión global del asunto en cuestión se puede saber cuánto ceder en este momento y cuánto exigir en el siguiente. Sólo así se puede también ponderar cada una de las alternativas ofrecidas en su mérito y no según su procedencia política.

Muchas veces lo olvidamos, pero una de las principales características del derecho constitucional es que casi nada puede ser evaluado positiva o negativamente en forma individual o por sí mismo, sino que debe ser juzgado en relación con un sistema al que debe ser funcional. De ahí que en diseño constitucional no pocas veces deban preferirse alternativas subóptimas para privilegiar la coherencia interna del sistema. Estas combinaciones de alternativas no sólo deben poder interrelacionarse coherentemente, sino también debe facilitar dos objetivos fundamentales de todo proceso constituyente: favorecer la adopción de amplios consensos constitucionales y que dichos consensos sean percibidos como legítimos por la ciudadanía.

De esta manera, para evaluar el mecanismo de control de los bordes o bases constitucionales debemos antes tener ciertas definiciones básicas sobre quién es el controlado, cómo será designado o elegido y cómo se estructurará su trabajo. Por lo demás, esta prevención vale también para prácticamente todas las propuestas incompletas que se han hecho desde la política: se ofrecen un número de constituyentes y los mecanismos electorales para su selección, se enfatiza la presencia de expertos, se reitera la existencia de un plebiscito de salida. Sin embargo, ninguna de estas propuestas entrega luces sobre cómo las distintas alternativas ofrecidas se articulan en torno a una propuesta integral y coherente que facilite alcanzar un consenso constitucional legítimo.

Respecto a este punto, la experiencia de la Convención Constitucional debería servir de advertencia: la discusión fragmentada y particularizada de las normas constitucionales que imperó en su interior hizo imposible cualquier negociación que cumpliera con la recomendación de Elster. Así como en la propuesta de nueva constitución había muchas cosas que no conversaban o se interrelacionaban bien entre ellas, ahora también corremos el riesgo de que negociaciones fragmentadas impidan alcanzar un diseño adecuado para estructurar una nueva discusión constitucional.

Son muchas las personas que, con liderazgo y buena voluntad, están esforzándose por cerrar de una vez por todas nuestro problema constitucional, aún en contra del oportunismo cortoplacista que ha seducido a muchos. Ojalá entiendan estas líneas como una recomendación bien intencionada cuyo objetivo es contribuir a la labor fundamental que están realizando. En parte importante, la futura gobernabilidad política del país depende del éxito de la tarea que les ha sido encomendada.