A 30 años de la caída del muro de Berlín: ¿la política ha vuelto?
Alemania occidental implementó, después de la Segunda Guerra, una economía social de mercado. Con algunas simples ideas liberales, la economía despegó con fuerza en la década del cincuenta. Fue el comienzo del “milagro económico alemán”. Al otro lado se abrazaba la utopía socialista. Y recién en 1961, debido a la fuga masiva de desertores, se comienza a construir el muro. Pero el 9 de noviembre de 1989, hace treinta años, cayó. Miles de familias se reencontraron al otro lado del muro. Esta es la historia, una historia que dio por superada una utopía e inició una mirada de futuro en la Alemania reunificada. Y un giro político en Occidente. Esta también es una historia que no puede ser simplemente reducida a vencedores y vencidos. Tampoco fue, como algunos pregonaban, el fin de la historia, ni la muerte del socialismo. Fue una tragedia y una memoria que tuvo un sentido de futuro. Ese sentido hoy se encuentra cuestionado y desafiado.
Algunos piensan que el liberalismo ha entrado en crisis, que la democracia tiene sus días contados, que no hay relato, que las redes sociales convierten a los ciudadanos en individuos presos de la soledad, en átomos desprovistos de un entorno social. A veces también se añora la utopía socialista olvidando las lecciones del pasado. Se responsabiliza al neoliberalismo o al capitalismo egoísta y salvaje. Y en este torbellino de acusaciones, atizadas por una evidente incertidumbre ante el porvenir,
Solo cuatro meses después de la caída del muro, en Chile asumió Patricio Aylwin, quien tuvo visión y sentido de futuro. Pero ahora eso nos falta. Como nos recuerda Carlos Peña en su último gran libro El tiempo de la memoria, a treinta años de esa fecha, esa memoria no es más que un “fantasma tejido con hebras de olvido”. Pero esa memoria —ya sea del muro, de la utopía socialista, de Allende, del Golpe, de “El Ladrillo” que cumple 50 años— no debe olvidar que “somos actores en un escenario, no marionetas” y que esta debe elaborarse sin imponer extremos. Este es un llamado liberal, un necesario llamado con sentido de futuro y responsabilidad.