El tiempo ha pasado y no en vano. Para la generación que vivió y sufrió el golpe y la dictadura es muy difícil asimilar esta nueva realidad. Chile ha cambiado.
Dicen que el siete es un número especial, incluso un número sagrado. Para los antiguos astrónomos griegos eran siete las figuras celestiales que se movían. Después, los romanos les pusieron nombres de dioses (Sol, Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno). En seguida fueron los siete días, donde día también deriva de la palabra dios. Pero el siete también es el número de la suerte. Y lo cierto es que el gobierno de Piñera cerró su mes siete con la diosa fortuna sonriente y con buen ánimo para celebrar.
El contundente fallo de La Haya dejó nuestro animal spirits nacional en las nubes, al alcance de los dioses. Y la celebración de los 30 años del plebiscito fue un punto de encuentro. El arcoíris de la alegría fue para el gobierno un motivo de celebración y no ese punto de fuga que crispa los ánimos de los abuelos. Aunque algunos todavía insisten en sacar al pizarrón, en convertirse o representar a los adalides de lo bueno o lo correcto, no fue un momento álgido o convulsionado. Fue más bien apaciguador. La causa es ese consenso generalizado sobre lo que hemos logrado.
El tiempo ha pasado y no en vano. Para la generación que vivió y sufrió el golpe y la dictadura es muy difícil asimilar esta nueva realidad. Chile ha cambiado. Y aunque insignes personalidades se aferren al pasado y a las glorias de los viejos tiempos, conviene recordar al romántico Neruda: «nosotros los de entonces, ya no somos los mismos». La experiencia es valiosa, por cierto. Pero su valor se deprecia cuando se insiste en mirar por el espejo retrovisor.
En lo político hay una oposición con mayoría parlamentaria. Pero está en un proceso de búsqueda de rumbo que no puede depender de la negación. La DC se tambalea sin definición sobre su identidad o su futuro. El disciplinado PS se mantiene firme y el PC continúa aferrado a una postura cada vez más propia de un dogma o creencia (defender o justificar lo que sucede en Venezuela, Nicaragua y Cuba es tan peregrino como increíble). Por otra parte, el Frente Amplio está dando algunas muestras de mesura que se reflejan en la madurez de algunos de sus líderes.
Aunque ya pasó la luna de miel, los últimos sondeos empinan sobre un 50% la aprobación de Piñera y sobre un 40% la de su gabinete. Pocos gobiernos en el mundo pueden jactarse de estos niveles de popularidad. Si bien el mes siete podría ser solo la nota más alta, es evidente que la caprichosa diosa fortuna le ha sonreído al gobierno. Pero esa diosa, como nos recuerda Maquiavelo, es solo responsable de la mitad de la suerte. La otra mitad es consecuencia de lo que se hace o deja de hacer. Este gobierno ha hecho cosas. Y el Presidente también ha dejado de hacer: a un Piñera más distante y republicano le va mucho mejor que a uno chacotero y dicharachero.
Ante la proliferación de democracias no liberales en el mundo, y ahora Brasil, es importante valorar y cuidar nuestra realidad política. Chile goza de una sana democracia liberal. Cuando el gobierno entra a la dura cancha legislativa, llegó el momento de conversar.