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Entre ángeles y demonios

Leonidas Montes L..

Entre ángeles y demonios

Lo peor es que poco a poco nos vamos acostumbrando al deterioro de lo público. La corrupción golpea y carcome la confianza en la política.

Cuesta seguir y entender todo lo que está sucediendo. Desde el destape del caso Democracia Viva, hace casi dos meses, vivimos una ficción acelerada. Se roban computadores del ministerio. Desaparece una caja fuerte.

Los robos siguen. Pero las víctimas ya no son solo otras reparticiones públicas, sino también funcionarios públicos. De repente, aparece la caja fuerte en un basural. Estaba enterrada. Entre tanta confusión, ya ni sabemos lo que había adentro. Daniel Andrade, el homme fatale de esta trama, se declara avergonzado. Y aparece otra partidaria del Frente Amplio que tenía una fundación, pero arrienda otra. La noticia causó furor.
Por ahí se leía: «Caso lencería: piden más transparencia».

Marx comienza el «18 brumario de Luis Bonaparte» con su famosa frase «la historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa». El Frente Amplio sufre esta dialéctica marxista. La nueva generación política que surgió al alero de las asambleas universitarias comparte vivencias y experiencias comunes. Había sueños y discursos. Una manera distinta de hacer las cosas y ver el mundo. Poco a poco ese zeitgeist y ese ethos político fueron decantando. Si hasta el intelectual que los inspiraba fue protagonista de una tragedia que parecía farsa. Al auge del Frente Amplio le sigue la agonía, una lucha por la sobrevivencia política. Ahora solo se sostiene en la figura presidencial.

Lo peor es que poco a poco nos vamos acostumbrando al deterioro de lo público. La corrupción golpea y carcome la confianza en la política. Al final de cuentas, esa preciada institucionalidad que era un emblema patrio bajo el Presidente Lagos, hoy aparece vulnerada, vejada e incluso violada. Entre tanta noticia que cuesta digerir, el exministro Gonzalo Blumel lanzó su libro «La vuelta larga». Con pluma sosegada nos recuerda ese duro 2019. En medio del caos y la violencia, Piñera llama a un acuerdo por la paz y una nueva Constitución. En ese histórico 15 de noviembre aparece, tímida y a un costado, la firma de Gabriel Boric. La diputada Cariola sostuvo que era un arreglín. Y para la ministra Vallejo, era solo otra cocina. Esa firma, a título personal, le pavimentó el camino a La Moneda.

Blumel recuerda que «nuestra democracia seguía de tumbo en tumbo». Y la violencia no amainaba. En ese entonces el único objetivo del PC y sectores del Frente Amplio era derrocar al Presidente. El consejo del sabio Ottone al joven ministro del Interior fue simple y claro: «tu único objetivo debe ser que el Presidente pueda terminar su mandato». Fue un período muy difícil. Y ahí estaba Piñera, quien, con su bloc, lápiz negro y subrayando con rojo, aguantó. Ahora las encuestas valoran y reconocen su legado.

Revisar esa historia es triste. Ahí estaba la exministra Siches atacando a las autoridades de salud desde La Moneda. El senador Navarro recibía en el ex-Congreso a jóvenes encapuchados de la Primera Línea. Eran sus héroes. Y pocos se atrevían a levantar la voz. Los razonables y valientes se contaban con los dedos.

Afortunadamente la estatua de Baquedano, las iglesias, el Café Literario, el museo de Violeta Parra y muchos espacios públicos se han ido recuperando. ¿Qué queda del octubrismo, del perro Matapacos, del que baila pasa, del odio a Carabineros, del «puta, maraca, pero nunca paca», de todas las grotescas performances en las que participaron figuras públicas? En «La vuelta larga» también hay algunas lecciones.

Por ejemplo, la decisión de Blumel de dejar el gabinete cuando su permanencia era un obstáculo para el Gobierno. O el abuso de las acusaciones constitucionales. Está por verse si aprendimos estas lecciones. Pero la más importante es el deber de cuidar la democracia y no seguir dañando nuestra institucionalidad. Vaya desafío para un Presidente rodeado de ángeles y demonios.