El Mercurio
Opinión

Entusiasmo refundacional

Leonidas Montes L..

Entusiasmo refundacional

El frenesí identitario de refundar la modernidad se une a la ansiedad, vocación y voluntad de poder de un sector de la izquierda.

La Convención Constitucional inició ayer la votación con la comisión 3, “Forma de Estado, Ordenamiento, Autonomía, Descentralización, Equidad, Justicia Territorial, Gobiernos Locales y Organización Fiscal”. Como puede ver, es una tarea titánica. También una materia amplia y decisiva que incidirá en la concepción de nuestra Nación y en nuestra conciencia de ser chilenos. Se trata de la “casa de todos”, esa recurrente y manoseada metáfora que ha inspirado este proceso.

Para esta nueva casa se proponen “Estados Regionales” y “Regiones Autónomas” acompañadas de “Asambleas Regionales” con potestades legislativas. Se trata de un nuevo Chile, un Chile en blanco. La casa de los chilenos se convertiría así en un archipiélago de casas sin comunicación, sin coordinación, sin casi nada en común. La pesadilla neoliberal del egoísmo y el interés propio de unos pocos se haría realidad a nivel nacional. Esa fiebre identitaria unida a esa fantasía de dispersar el poder llevaría a dividir Chile en una cascada de distintos grupos, identidades e incluso colectivos ahora con expresión territorial, administrativa y financiera.

Hay otras cosas curiosas. Al comienzo de este proceso el pleno era la instancia para la catarsis colectiva. La instalación Valladares, con todas sus expresiones y performances, fue el triunfo de la institucionalidad. Entonces el pleno se convirtió en el lugar para las palabras encendidas, los abrazos, las lágrimas y los aplausos. En el fragor de esos discursos, depositábamos la confianza en el trabajo de las comisiones. Estas serían los espacios para la reflexión. Sin embargo, en las comisiones han primado las pasiones, los deseos y los anhelos por sobre la racionalidad y la realidad. Y ahora que volvemos al pleno, solo cabe esperar cierta capacidad reflexiva.

Por otro lado, al comienzo de este proceso se acusaba a la derecha de querer bloquear la nueva Constitución con ese tercio que permitiría el veto de normas. Hoy la realidad es muy distinta. Son los decoloniales y la izquierda radical los que tienen esa llave que pone en riesgo el éxito de este proceso. El frenesí identitario de refundar la modernidad se une a la ansiedad, vocación y voluntad de poder de un sector de la izquierda. La promesa retórica de una república solidaria, de un país feliz y una vida plena son parte de esta cruzada hegemónica que prácticamente ha excluido a un sector político representativo de las discusiones.

La Convención, creada por el Congreso y los partidos políticos, tuvo un origen convulso para los historiadores —octubristas o noviembristas, constituyentes o destituyentes, institucionalistas o revolucionarios—. Pese al ímpetu inicial de aquellos literalmente “entusiasmados” por el carácter y origen revolucionario que entregaría a este órgano un mandato originario y soberano, todavía se mantiene su carácter institucional. Los 2/3 y el capítulo XV son el ancla que ya ha sorteado varias arremetidas. Pero ese “entusiasmo refundacional” que inflama los espíritus de muchos convencionales sigue encendido y se manifiesta en algunas propuestas.

Aristóteles, que estudió 158 constituciones, solía decir que un constructor hace mejores casas construyendo. La base de su ética, que abre la puerta a la política, descansa sobre este principio tan simple. Al final, aprendemos aprendiendo. Tal vez por eso el convencional Agustín Squella, un abogado que sabe de constituciones y además es Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales, propuso una “jornada de reflexión”. Su llamado fue ignorado. Y su juicio, desde adentro, fue lapidario: “estamos desbordados emocional y políticamente”. Es cierto que el proceso está en curso, pero el panorama no es alentador. El entusiasmo refundacional, como sostuvo Cristián Warnken, puede terminar con un “imbunche”. Vaya metáfora.