El Mercurio, 17 de mayo de 2016
Opinión

Envejecimiento, gran desafío del sistema de salud

Carolina Velasco O., Josefa Henríquez P..

El país está envejeciendo rápidamente. El año 2000 los mayores de 60 años representaban 10% de la población, y se espera que en 2050 uno de cada tres chilenos pertenezca a la tercera edad. La salud es una de las áreas que se ven especialmente afectadas por este cambio, dado que la demanda por servicios médicos aumenta de manera importante con la edad. Al igual que varios países enfrentados a esta realidad, Chile debiera adecuar su sistema de salud lo antes posible.

Para ello, en primer lugar, se debe entender quiénes y cuáles son las necesidades de los adultos mayores, para posteriormente estudiar cómo el sistema de salud puede abordar de mejor manera su atención. Un trabajo que desarrollamos en el CEP entrega algunos antecedentes relevantes: el 20% vive solo, la mayoría son mujeres (57%) y estas últimas usan más los servicios ambulatorios que los hombres, no así los hospitales. Al compararlos con los más jóvenes, se aprecia que sus ingresos promedio son menores; son entre 4,2 y siete veces más propensos a reportar alguna condición crónica y la proporción que señala tener alguna dificultad de la vida diaria (salir a la calle, vestirse, concentrarse, etcétera) es el triple.

Si bien los adultos mayores reportan usar más los servicios médicos (50% más probabilidades de tener una consulta, 48% más de hospitalizarse y 22% más de asistir a las urgencias), hay indicios de que su atención y los cuidados recibidos no siempre son oportunos o adecuados. Estos déficits se concentrarían en grupos específicos. Por una parte, entre quienes reportan dificultades (físicas y mentales) un 71% dice tener problemas para llegar a la consulta y un 56% en la entrega de medicamentos, en contraste con 9% entre quienes no reportan dificultades. Por otra, los adscritos al Fonasa tienen más probabilidades de usar las urgencias en relación con quienes están en una isapre (12 frente a 5%) y menos en el caso de las visitas a especialistas (16 frente a 27,5%) y las hospitalizaciones (10 frente a 15%).

En el Fonasa, que registra a 9 de cada 10 adultos mayores, esto podría responder a una falta de acceso a niveles de mayor complejidad en salud (especialistas y hospitales), y a una insuficiente capacidad resolutiva de la atención primaria. A su vez, ello podría tener que ver con modelos de financiamiento (pago per cápita, presupuestos, salarios fijos) y de atención (con foco en lo curativo y en hospitales, en oposición a lo preventivo y la atención primaria) que no se ajustan a las nuevas necesidades, con restricciones legales, con la falta de recursos por parte de los más pobres (para los copagos, medicamentos, traslados) y con ciertas condiciones del seguro estatal (restricción de uso de la modalidad de libre elección al grupo A y necesidad de ver a un médico general antes de avanzar a prestaciones de mayor complejidad que, considerando el déficit de personal y de capacidad resolutiva en la atención primaria, perjudican el funcionamiento de este modelo).

Luego de entender las causas, se deben buscar las mejores alternativas para abordar una superior y adecuada atención de los adultos mayores en salud. En el mundo hay variadas experiencias exitosas. Una de ellas es potenciar la atención primaria (mediante la creación de equipos multidisciplinarios con mayores atribuciones, más contacto y coordinación con otros niveles de atención de salud e incluso otras áreas), aprovechando su mayor cercanía con la comunidad. Otras tienen que ver con el uso de mecanismos alternativos y complementarios de atención -como la asistencia remota, a domicilio y en los lugares de trabajo- y de la tecnología, que permite mejorar los sistemas de contacto y seguimiento de los pacientes (mejora el acceso y continuidad de un tratamiento).

Finalmente, una mirada de largo plazo sugiere también abordar los demás determinantes de la salud, es decir, cambios en el estilo de vida y mejores hábitos para mejorar el autocuidado de la salud.