La Segunda, 7 de enero de 2014
Opinión

Epoca de balances

Leonidas Montes L..

El comienzo de un nuevo año produce una sensación extraña, un efecto psicológico difícil de explicar, quizás inexplicable. Pareciera que todo quedara atrás y que enfrentamos un nuevo inicio. Se hace un rápido balance del año que nos deja, rescatamos lo bueno y, al mismo tiempo, recordamos lo malo, tal vez sólo para olvidarlo y poder mirar al futuro. Porque cada nuevo año surge ese instinto vital: la esperanza de lo que viene. “Será todavía mejor”, pensamos. Si lo analizamos, no tiene mucho sentido que un simple efecto calendario produzca tantas evaluaciones y esperanzas, pero lo cierto es que celebramos el Año Nuevo como un símbolo y un rito de la vida. Ycomo todo en la vida, encierra percepciones tan diversas como las vivencias de cada uno.

El Presidente Piñera enfrenta el 2014 con la satisfacción de haber cumplido con una serie de promesas que, durante el fervor de su campaña hace cuatro años, parecían irrealizables. En términos de crecimiento económico, generación de empleo, productividad y estabilidad fiscal, lo que se logró en este gobierno es notable. Las cifras hablan por sí solas, pero a la vez queda un confuso y debilitado legado político para el sector.

La Concertación había perdido las elecciones por el anquilosamiento natural después de 20 años de gobierno. El hastío con los mismos de siempre, junto a la necesidad del cambio y algo de ese sueño de las oportunidades que prometió Piñera, permitieron la sana rotación. Esa famosa frase sobre el “desalojo”, que tanto irritó a los aludidos, tenía cierto sentido. El poder, es bien sabido, corrompe. Y por mucho tiempo, corrompe aún más. En efecto, el país fue testigo de una serie de —voy a usar una palabra políticamente correcta— irregularidades. Casos que hoy en día, con el auge y la influencia de las redes sociales, serían simplemente inaceptables.

La escoba nueva de Piñera barrió y erradicó los casos de corrupción. No aparecieron desmalezados millonarios, informes truchos ni sesudos estudios escritos a mano, todo muy bien remunerado. Además, hoy se vota, después de 11 años de fallidos intentos, la ley de lobby en comisión mixta. Crucemos los dedos. En fin, debemos reconocerle a este gobierno los avances en probidad y transparencia. Evidentemente, no hay que ser tan ingenuos como para imaginar que la captura del Estado desapareció. Pero lo público ha vuelto a adquirir ese hálito republicano que se había ido perdiendo con el cuoteo y las malas prácticas. El Estado, nuestro Estado, dejó de ser un botín administrado por algunos. En definitiva, durante este gobierno no se vieron tantos gatos de campo detrás de la “teta del Estado”. Un gran legado de cambio.

La Concertación, que al comienzo de este gobierno parecía destruida y dividida —perder el poder después de 20 años es difícil y doloroso—, vivió su duro y largo proceso antes de resucitar con nuevos ropajes. Si a este gobierno al comienzo le costó aprender a ejercer el poder, a la Concertación le costó mucho más aprender a dejarlo. Muchos, siendo ya de oposición, se sentían todavía en el poder, mientras que algunos de los que llegaron seguían pensando bajo la lógica de la oposición.

El 2014 despide al gobierno de Piñera y le da la bienvenida, con la esperanza de tiempos aún mejores, a un nuevo gobierno de Bachelet. Ella tiene gran popularidad y mucho poder, pero eso también implica mucha responsabilidad. Posiblemente, será difícil al comienzo —habrá presiones y enfrentamientos en su propio sector—, pero si logra enrielar las demandas, debería ser un buen año. Más aún, si consigue canalizar las esperanzas de mejorar la educación, puede trascender la contingencia y evitar distracciones. Focalizar lo constitucional y tributario en función de una buena educación —una merecida aspiración, dado nuestro nivel de desarrollo— será un desafío fundamental. Y también monumental. Pero no se trata sólo de beneficiar a la educación superior, ni menos al cartel de las universidades del CRUCh (algunos rectores ya se candidatean para ministros), sino de impulsar una verdadera agenda de largo plazo. Y en esta agenda, no cabe duda dónde debe estar puesto el énfasis: en los niños. Muy feliz año.