El Mercurio
Opinión

Esa dura y noble moneda

Leonidas Montes L..

Esa dura y noble moneda

«Entre Boric y Sichel hay ciertas similitudes. Y estas son producto de un complejo proceso social, económico y político».

Aunque en la competencia política solemos resaltar las diferencias, entre Gabriel Boric y Sebastián Sichel hay ciertas similitudes. Y estas son producto de un complejo proceso social, económico y político.

Hace ya tiempo que venimos observando una sostenida y preocupante pérdida de confianza en los partidos políticos, el Congreso y las instituciones. La confianza en los partidos bordea el 2%, lo que posiblemente equivale a militantes, sus familiares y el círculo de amigos. Este lento y gradual deterioro se manifestó con fuerza en la primaria. Boric y Sichel no pertenecen a los partidos tradicionales. Tampoco son, por así decirlo, profesionales de la política. Más bien se han movido con cierta libertad y soltura en ese mundo. Además, son jóvenes. Nacieron después del Golpe. O sea, no cargan con los fantasmas ni ataduras del pasado. En definitiva, son símbolos de renovación y cambio para una democracia más abierta, pero institucional.

El candidato Boric nació en Punta Arenas. Se formó en una familia tradicional y desde temprano manifestó su interés por la política. Su pasión fue madurando mientras estudiaba Derecho en la universidad. Fue presidente de la FECh y el 2013 fue elegido parlamentario. En la Universidad de Chile nace la Izquierda Autónoma y de aquí surge su partido, Convergencia Social. Por su parte, Revolución Democrática tuvo su cuna en la Universidad Católica. Estos movimientos de estudiantes, que han remecido a la sociedad y a la política, han evolucionado al alero del Frente Amplio. Y sus líderes han aprendido, como diría Aristóteles, practicando y ejerciendo el oficio de la política.

Los nombres de estos partidos de origen universitario —Revolución Democrática y Convergencia Social— hablan por sí solos. Revolución Democrática no es lo mismo que democracia revolucionaria. Y Convergencia Social tampoco apunta a una revolución social. Si bien han sido rupturistas y llaman al cambio, mantienen un rumbo democrático e institucional. Sin ir tan lejos, el candidato Gabriel Boric avaló ese anhelo y compromiso al firmar el “Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución”. Ante la arremetida del PC y otras fuerzas radicales antidemocráticas, todo esto es importante.

El candidato Sebastián Sichel tiene una biografía que lo marca e inspira. Una niñez difícil y dura. Basta imaginarlo colgado de una mochila, subiendo a una micro mientras su madre recorría Sudamérica a dedo. Vivió en una carpa en Horcón. Después en una toma en Concón. A este hijo del rigor, no le vienen con cuentos. Es ejemplo de mérito. Y su figura encarna ese ideal de libertad y responsabilidad. Además, ha pasado por varias aventuras y desventuras políticas. Todo esto lo convierte en un liberal con rostro humano, un liberal que no encaja con la vieja derecha.

Ambos ganadores reflejan los anhelos de la ciudadanía. Son el espejo de lo que piensan y sienten los chilenos. Además, sus biografías, actos y palabras son un llamado a mirar al futuro. Y también a dejar el pasado del blanco o negro, de lo bueno y lo malo. Por cierto, el resultado es un balde de agua fría para una élite polarizada que, en ambos extremos de nuestro arcoíris, solo ve enemigos.

Aunque varias señales apuntaban en la dirección de Boric y Sichel, ellos son dos caras de una misma y sólida moneda llamada democracia institucional. Siguiendo esta misma tendencia, solo cabe esperar que la Convención Constitucional tome nota de todo esto, que asuma su tarea sin defraudar las esperanzas y expectativas, y que no confunda el proceso constitucional con la política contingente. Lo último sería un error tan autodestructivo como peligroso.

Como dice Carlos Peña en una entrevista para el diario “El País”, en las actuales circunstancias “el optimismo es un deber cívico”. Y la democracia liberal, una necesidad que debemos cuidar.