El Mercurio, 15 de junio de 2014
Opinión

Estreno de «Renoir»: Ruedas de carreta

Ernesto Ayala M..

Detrás de todo gran artista hay un cabrón. No puede ser de otra manera cuando se necesita mucha fuerza, persistencia y lucidez para sacar una obra adelante, un trabajo que suele ser solitario, incomprendido y generalmente mal pagado. Súmese a eso la dura etapa de aprendizaje y el proceso en que se busca una voz propia, al mismo tiempo que hay que preocuparse de comer, amar y vivir. Cuando un artista ha sobrevivido a ese combate y puede mostrar una obra medianamente feliz, tiene razones para sentirse una persona a la que no le vienen con tonteras, que no está, como se dice, para sacar ciegos a mear. La sensación debe ser más fuerte aún cuando se ha tenido éxito económico y el reconocimiento del público. Entonces el egoísmo que exigió todo el proceso de aprendizaje y creación se ve alimentado. Lo singular, sin embargo, es que para mantenerse como artista se requiere mantener la sensibilidad que te llevó a encontrar tu camino. En otras palabras, hay que ser un cabrón sensible; un oxímoron.

La recién estrenada «Renoir», con todas sus debilidades, captura esto en la figura de Pierre-August Renoir (Michel Bouquet), el impresionista francés que vivió entre 1841 y 1919. La cinta abre en 1915, cuando Renoir tiene ya 74 años, sufría un severo reumatismo y vivía en la costa del Mediterráneo, viudo de su esposa pero rodeado de mujeres que llevaban la casa y lo atendían como a un pequeño rey. Renoir tiene tres hijos, pero solo el menor vive con él, ya que los otros están peleando en la Primera Guerra Mundial. Pese al sufrimiento que esto implica y a los dolores físicos que lo atormentan, Renoir controla su reino, lo disfruta y lo utiliza para seguir trabajando, y así lo detecta muy rápidamente Andreé (Christa Theret), la nueva modelo que llega a posar para el pintor y que en el fondo es la protagonista de la cinta.

El retrato de Renoir como un cabrón sensible funciona pese a que la cinta está envuelta en un gran academicismo: bastante música incidental y una fotografía extremadamente cuidada, donde la villa de Renoir aparece increíblemente idílica, con los olivos centenarios y un paisaje mediterráneo que sería el sueño húmedo de cualquier corredor de propiedades. A estas debilidades, aún tolerables, se suma que el director Gilles Bourdos arma su película con escasa tensión dramática, lo que no sería grave si hubiera sido capaz de crear observaciones profundas y medianamente verdaderas sobre pintar, el arte o el ser humano. Después de todo, el director pone delante de su cámara a uno de los pintores más destacados y exquisitos del siglo XIX. Será un pequeño rey, pero eso no basta. En lugar de eso, decíamos, parece más interesado en Andreé y, por lo tanto, en el romance que comienza con el segundo hijo de Renoir (Vincent Rottiers), que llega a la villa convaleciente de una herida de guerra.

El punto de vista podría ser legítimo; sin embargo, este joven es nada menos que Jean Renoir, quien luego se convertirá en uno de los diez directores de cine más fundamentales de la historia, un hombre que los cinéfilos no podemos menos que idolatrar por el brillo de su humor, el poder de sus observaciones y la comprensión de sus personajes. Pero, para Bourdos y sus guionistas, Jean es apenas un joven pusilánime, de buen aspecto, bien educado. Sin pasión, apetito, vitalidad, humor ni lascividad alguna cuesta creer que se trate de la misma persona que no mucho después filmaría «Toni» (1935) o «Las reglas del juego» (1939). Es cierto: el joven Jean Renoir tuvo una infancia cuidada por el éxito de su padre. También es cierto: él se dedicó en un principio a la cerámica y sería Andreé y su ambición por ser actriz quien lo llevaría a convertirse en director. Pero de ahí a afirmar que ella sería tanto o más importante para la carrera de Jean Renoir que Jean Renoir mismo, como la cinta trata de armarlo, hay un salto argumental imposible. Vivimos tiempos que buscan reivindicar el lugar de la mujer, lo que es plenamente necesario. Pero hay esfuerzos, como «Renoir», que solo tratan de pasarse de listos.

Renoir
Dirigida por Gilles Bourdos.
Con Michel Bouquet, Christa Theret y Vincent Rottiers.
Francia, 2012.
111 minutos.