La Tercera, 10/5/2009
Opinión

Flores y el cambio

Óscar Godoy A..

La Coalición por el Cambio ha dado sus primeros pasos el miércoles pasado. Este nuevo referente político tiene múltiples significados relacionados con la urgente necesidad de renovar la política e iniciar una nueva etapa en el desarrollo de nuestra democracia.

Han transcurrido casi 20 años desde el fin del régimen militar y el recomienzo de nuestras instituciones y prácticas democráticas. Durante este largo período, la Concertación ha gobernado el país a través de cuatro presidencias y sucesivas mayorías parlamentarias. Esta coalición, originalmente transversal, ha declinado lentamente, minada por disensiones “intra” e “inter” los partidos que la componen.

Este proceso de decadencia deja atrás una brillante ejecutoria de buen gobierno y recreación de las instituciones y el modo de vida democrático. Pero, al mismo tiempo, y como signo visible de su declinación, una creciente incapacidad para generar un proyecto de país, un fuerte desgaste de su elite, una evidente impotencia para adecuarse al presente y para abrir espacios para los jóvenes y transmitir el liderazgo a las nuevas generaciones.

La opinión pública ha registrado la decadencia de la Concertación no de un modo abstracto, sino por los efectos de tres fenómenos concretos: la corrupción, la práctica del clientelismo (cuoteo político) y la ineficiencia gubernativa. Los reproches públicos a la coalición oficialista se han fortalecido a medida que, por diversas razones, miembros de la dirigencia y electores de esta coalición la han abandonado. Y este es el caso de la figura emblemática de la Coalición por el Cambio, el senador Fernando Flores.

La decisión de Flores no es solamente un vehemente reclamo para renovar la política, suprimir sus lacras y ponerla en sintonía con la altura del proceso democrático que vive el país, sino el símbolo que rubrica el fin de la querella entre el Si y el No. Lo que nos viene a decir el senador es que todos los chilenos, después de una larga travesía, hemos retomado la senda originaria de nuestra democracia. “Todos”, no algunos, “los elegidos”. Su llamado es a cancelar el maniqueísmo de los “demócratas y los no demócratas”, que justifica la permanencia indefinida de una coalición en el poder, y a promover la normalidad democrática, la alternancia y la igualdad de oportunidades políticas.

Fernando Flores fue ministro de Salvador Allende, prisionero político del régimen militar y senador de la Concertación. Ninguno de estos estados involucra la pertenencia a una iglesia, ni la filiación a un dogma irrenunciable, sino la decisión de elegir una opción contingente –e incluso padecer sus efectos- al interior de una concepción democrática de la política.

Por esta razón, Flores, eligiendo apoyar a Sebastián Piñera, al cambio y la renovación política, no ha perdido un ápice de su integridad moral y política. Sus detractores, con un lenguaje que querríamos ver excluido de la competencia democrática, son intolerantes y dogmáticos y actúan de un modo sectario que seguramente la opinión pública repudiará adecuadamente en su momento.

La Concertación ha sido uno de los actores principales en la restauración democrática, pero el autor de ese proceso es la sociedad civil. A la luz de estos hechos, resulta insensato y contrafactual sostener que solamente una parte de la sociedad civil está habilitada para encabezar el proceso de profundización democrática. La Coalición por el Cambio y el senador Fernando Flores dicen “no” a la pretensión de dividir a los chilenos entre elegidos y excluidos.