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Gente común y corriente

Aldo Mascareño.

Gente común y corriente

El éxito electoral del PdG no ha sido espontáneo ni aleatorio. Hay un trabajo sistemático detrás que lo sostiene a pesar de sus últimas polémicas.

Más allá de cualquier controversia pública, el Partido de la Gente (PdG) se ha hecho notar en 2022. Primero, por su aspiración de conexión con la ‘gente común y corriente’, como se indica en sus documentos oficiales y en declaraciones de sus adherentes. No emplean el concepto de pueblo, propio de la izquierda; no recurren al de ciudadanía, comúnmente empleado por la política de centro; tampoco el de ‘mayoría silenciosa’, de uso general en la derecha dura. Buscan captar a la ‘gente’, una categoría prepolítica que se utiliza en Chile desde el siglo pasado con relativo éxito.

Segundo, el PdG se declara ‘sin ideología política’, una pretensión acorde con la idea de vincular a un público ‘común y corriente’ que no se interesaría por discusiones sustantivas, sino únicamente por la resolución de sus problemas cotidianos. Un público que ya estaría cansado de esperar el cumplimiento de ‘promesas políticas’ y harto de soportar la ‘corrupción de agentes económicos y políticos’.

Tercero, el PdG utiliza, como ninguna otra agrupación política, lo que denominan ‘democracia digital’ para el contacto interactivo directo con sus públicos. No busca representar, sino transmitir. Esta democracia digital directa no solo incluye votaciones online para variados temas, sino también un efectivo trabajo territorial (están constituidos en todas las regiones), uso de redes sociales (con alto número de seguidores especialmente en Facebook) y un conjunto amplio de programas de discusión política y formación en YouTube (de los cuales Bad boys es solo el más conocido).

Una revisión en profundidad de todas estas fuentes de comunicación del PdG permite advertir un trasfondo normativo que pone en cuestión la pretensión de ausencia ideológica y que identifica con claridad a la ‘gente común y corriente’ (ver ‘Partido de la Gente: la construcción del individualismo posdemocrático’ en CEP). Se trataría del emprendedor de clase media emergente que aprendió a sobrevivir en las reglas de mercado en las últimas décadas y que tiene una relación instrumental con las instituciones democráticas de las que espera básicamente la resolución de problemas cotidianos y una mantención del orden público con autoridad.

Cuando se considera la votación de Franco Parisi en las primarias de 2021 y de los diputados del PdG en el mismo año, los públicos del partido se ubican predominantemente en la macrozona norte de Chile. Con alta votación destacan las comunas de Colchane, María Elena y Ollagüe. En el centro sobresalen Montepatria, Punitaqui, Nogales; en la zona centro sur, las de Constitución, Arauco y Nacimiento. En la zona sur y austral resaltan comunas como Renaico, Mariquina, Calbuco, Quellón y Aysén; y en la Región Metropolitana, las de Tiltil, Lampa, Quilicura y Padre Hurtado. La ‘gente común y corriente’ se extiende por todo Chile.

El éxito electoral del PdG no ha sido espontáneo ni aleatorio. Hay un trabajo sistemático detrás que lo sostiene a pesar de sus últimas polémicas. Su futuro depende de dos cosas: si superará su inclinación a la democracia directa para transformarse en un partido representativo que oriente normativamente a sus públicos y no solo sea una caja de resonancia de ellos, y si logrará encauzar sus tensiones internas, especialmente aquella entre sus figuras mediáticas y las electas en el parlamento. De esto último depende su sobrevivencia; de lo primero, nada menos que su contribución a una democracia moderna.