El Mercurio
Opinión

Hamlet y su monólogo

Leonidas Montes L..

Hamlet y su monólogo

El de antes se enfrenta al de ahora. Y el de ahora entiende que ya dejó de ser el de antes. Ese será el gran dilema de Boric.

Lo que sucedió este domingo, y cómo sucedió, debe enorgullecernos. El espíritu cívico que inundó el escenario, el rápido e impecable trabajo del Servel entregando los resultados, así como los gestos republicanos que acompañaron estas elecciones, son dignos de admiración. Gabriel Boric ha hecho historia con su campaña, su triunfo y esa algarabía de celebraciones. Y en esta fiesta de la democracia, el adversario Kast dio muestras de ese respeto cívico que se vio tan golpeado durante la campaña. Kast inmediatamente reconoció su derrota, felicitó al ganador y lo fue a saludar. En seguida Boric habló por teléfono con el Presidente Piñera. Al día siguiente se reunieron y conversaron en La Moneda. Estos símbolos republicanos unen y dicen mucho más que mil palabras.

Eso sí, hay varios frentes, mucha incertidumbre y demasiadas expectativas. Por de pronto, ya es claro que la economía sufrirá un golpe en 2022 y con el nuevo gobierno las exigencias de gasto aumentarán. La política, con 21 partidos en el Congreso, estará más fragmentada. Y mientras tanto, la Convención escribe una Constitución. Este es el gran desafío de corto, mediano y largo plazo. Finalmente será el Presidente Boric el responsable de nuestro futuro institucional. Habrá reformas, pero lo grueso, lo realmente importante será la Constitución.

Otro frente es el propio Boric. Su juventud e historia de vida abren muchas incógnitas, pero también esperanzas. Un carácter más bien rebelde y provocador, propio de las movilizaciones que lideró, dio paso al otro Boric, al joven político que abrazó y alcanzó el poder. Ese estudiante desgreñado que saltó a ser diputado se veía algo enojado. De pronto apareció peinado, con una barba bien delineada, anteojos de estadista y una sonrisa. Pero no fue solo su aspecto el que cambió. Después de las primarias, escuchamos a otro Boric. En un giro ágil y certero, su discurso se movió al centro. El candidato se moderó buscando ese equilibrio que nos ha sido tan esquivo. También se subió a hombros de gigantes. Las abuelas y abuelos que habían sido denostados le dieron su apoyo. No fue el abrazo del oso. Al contrario, fue el pragmatismo que le permitió movilizar a muchos chilenos y triunfar. Porque, al final, el que ganó fue el Boric que cambió.

En el teatro de la política, las personas son actores. Hay una relación entre lo que somos y lo que parece, entre lo que es, lo que se ve y lo que se oye. Por eso no es casual que la palabra “persona” venga del griego prosopón (pros es delante y opón, cara), que significa máscara. Los actores griegos usaban máscaras que permitían representar y comunicar. Estaban diseñadas incluso para amplificar la voz. Ahora está por verse quién será el Boric en la persona de Presidente.

Quizá el famoso soliloquio de Hamlet nos ayude a entender y empatizar con lo que puede estar viviendo y vivirá nuestro próximo Presidente. “Ser, o no ser, esa es la cuestión”. El de antes se enfrenta al de ahora. Y el de ahora entiende que ya dejó de ser el de antes. Ese será el gran dilema de Boric. En seguida Hamlet llama a “tomar las armas contra un mar de problemas”. Boric tendrá que usar las armas y esa máscara que le dejó la diosa Fortuna. No será fácil. Los amigos de antes ya no serán tan amigos. Algunos enemigos pasarán a ser amigos. Al final recordará, como decía Neruda, que nosotros los de entonces ya no somos los mismos.

Las señales recientes han mantenido vivo el espíritu del Boric noviembrista, del demócrata que firmó el Acuerdo por la Paz y una Nueva Constitución y del Presidente de todos los chilenos. Ahora el candidato debe dar paso al Presidente, elegir a su equipo de argonautas y emprender esta odisea. Como decía Sófocles, no hay triunfo sin dificultad. Pero frente a ese mar de problemas necesitará sostener con firmeza y coraje su máscara. Y no es cualquier máscara. Es la máscara de Presidente.