Tras la nominación de Hernán Larraín en la UDI, el investigador del CEP dice que la Alianza debe enfocarse en los problemas de los nuevos segmentos medios, para los que -a su juicio- nunca ha tenido discurso. También cree que los desencuentros en el gabinete de Bachelet se deben, en parte, a la falta de un proyecto estratégico de gobierno.
Hernán Larraín ha explicitado su interés por enfocar a la UDI hacia la clase media. Hasta ahora, se ha abocado al mundo popular. ¿Es un camino riesgoso?
Creo que Hernán Larraín está leyendo bien lo que está pasando en el país. No sé si lo va a poder articular. Hoy la derecha tiene una base de apoyo muy fuerte en el mundo popular y básicamente en sectores poco educados. Pero si uno ve los cambios que se están produciendo, se da cuenta de que está subiendo el nivel de educación y que en las clases intermedias hay mucho rechazo hacia la derecha. Entonces, desde el punto de vista de su sobrevivencia de largo plazo de la derecha, evidentemente que tiene que moverse hacia la clase media.
¿Aunque eso sea la antítesis de lo que ha hecho la UDI en todos estos años?
Absolutamente, porque ese mundo más popular está acotado y ya llegó a su techo. Si lo analizas numéricamente, los dos partidos de la derecha sacaron el 38% de los votos en la elección pasada. Con ese piso electoral, la derecha no va a lograr elegir Presidente, aunque tenga un muy buen candidato. Lavín y Piñera fueron buenos candidatos y sacaron más que sus partidos, pero no lograron sacar el 50% más uno. Por lo tanto, para llegar a La Moneda, la derecha necesita elevar el apoyo de sus partidos y eso significa crecer hacia otros sectores. Para eso, la derecha necesita tener una agenda concreta y una estrategia.
¿Cuál debiera ser su agenda?
La Alianza ha recogido bien los temas de la delincuencia y seguridad ciudadana, pero en todas las otras dimensiones de la seguridad humana no tiene nada que ofrecer. Hablo de salud, educación, cultura, medioambiente; que son temas muy sensibles para la clase media. Lo que pasa es que, hasta ahora, la derecha ha tenido una mirada muy asistencialista de los problemas. Eso no entusiasma a este mundo que se está educando y que tiene aspiraciones.
Sin embargo, algunos analistas dicen que el problema de la derecha es que hay un electorado que, per se, tiene decidido no votar por ella.
Todos sabemos que ese es un 40% de la población, pero si la derecha lograra tener un piso parlamentario de 45%, tiene todas las posibilidades de poner a alguien en La Moneda. Para eso no puedes ganar sólo teniendo buenos candidatos, sino que principalmente partidos políticos sólidos y que entusiasmen. Ese es el error estratégico de la derecha.
En ese sentido, ¿es un error que Piñera no se haya hecho cargo de RN?
El no se ha dado cuenta de que no basta con tener buenas campañas, sino partidos que tengan un piso mínimo de apoyo. Porque, al final, lo que convoca a la gente son los proyectos políticos que están representados por los partidos.
¿Cómo se crece, concretamente, hacia otros sectores?
Lo más importante ahora es que la derecha logre construir una estrategia que le permita convocar al centro político. Y eso implica estudiar a qué grupo quieren llegar, qué características tiene, cuánta educación, qué están pensando. Esto hay que pensarlo como una empresa que dice: “Este es mi objetivo comercial y tengo que conquistar este grupo”. Me sorprende que alguien decide el camino, pero nadie ha testeado si es el correcto. Hoy la política es más profesional. Curiosamente, esa profesionalización no ha llegado a la derecha.
Luego del 21 de mayo, el gobierno de Michelle Bachelet se ha visto bombardeada por varios frentes: el caso Fujimori, protestas estudiantiles. ¿Qué está pasando?
Este es un gobierno al que se le nota el rodaje. En parte, eso se debe a que hubo un cambio importante de rostros y hacer esa renovación es difícil. Aunque este gobierno tiene un proyecto menos ambicioso que el que tenía Lagos, tiene también menos liderazgo político y menos densidad.
¿Qué tan complejo es que a un gobierno le falte liderazgo político?
Es que más que liderazgo, me refiero a la falta de expertise política que se nota en el elenco del gobierno. Supongo que se van a ir acostumbrando, porque hay ministros capaces. Pero, en el fondo, aquí falta alguien que la gente mire y diga: “Esta es la persona que resuelve los conflictos”. Eso que José Miguel Insulza hacía muy bien. Pero no olvidemos que en los primeros años de Lagos, Insulza tampoco brillaba; era un gobierno que tenía muy dispersos sus centros de poder. Eso cambió y todos entendían quién era el jefe de gabinete. Ese es el problema ahora. Aquí no está claro dónde están los centros de poder.
En ese cuadro, ¿cómo debiera ordenar el gobierno su accionar?
El problema es que se han comprado la idea de que ellos no son un gobierno fundacional y que tienen que hacer pequeños cambios. Eso no les permite tener un gran proyecto país. Se ha ido poniendo el acento en temas que son importantes -como la educación preescolar y la paridad-, pero no te permiten orientar hacia dónde quieres llevar al país. Hay iniciativas, pero no un proyecto estratégico.
La idea de construir un país con mayor protección social, ¿no es estratégica?
Eso es lo que se insinúa, pero al final es un concepto que se llena de pequeñas iniciativas y que no está bien articulado tampoco. El programa de gobierno de Bachelet es muy bueno, pero aún no ha logrado transformarlo en un proyecto político potente.