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¿Hay espacio para la ultraderecha?

Loreto Cox A., Nicolás Blanco A..

¿Hay espacio para la ultraderecha?

El surgimiento de José Antonio Kast y la esperada fundación de su partido político plantean una pregunta relevante: ¿Seguirá Chile el camino de otros países donde se ha fortalecido la ultraderecha?

Se nos vienen a la cabeza, con sus particularidades, los casos de EE.UU., Brasil, Italia y Hungría, y una revisión de sus experiencias sugiere que algunas causas de este fenómeno podrían estar en la inmigración, un desencanto con la clase política o temas valóricos.

En los países europeos y en EE.UU., la inmigración ha sido central. Trump, con su muro antimexicanos, es ejemplar en esta materia. En Chile hemos tenido nuestro propio boom migratorio, pero, a diferencia de esos países, nuestros inmigrantes son en promedio más educados que nosotros, hablan mayoritariamente nuestro idioma y vienen de culturas más bien similares. Aunque la xenofobia no nos es ajena, lo cierto es que solo el 4% de los chilenos menciona la migración como un tema prioritario para el Gobierno (CEP), mientras que en países de la UE esta preocupación supera el 20% de las menciones (Eurobarómetro). 

Otra explicación es el hastío con la clase política, en casos, asociado a escándalos de corrupción. Brasil es aquí emblemático: Lava Jato, Lula en la cárcel y un 72% de la población afirmando que no confía nada en los partidos políticos (Latinobarómetro 2017), lo que abrió paso a un outsider como Bolsonaro. Trump, otro outsider, hizo campaña prometiendo “secar el pantano”, en referencia a los políticos que viven en Washington DC. En tanto, en Chile hemos tenido nuestros propios escándalos, y si bien desde antes de ellos el 45% de la gente no confiaba nada en los partidos políticos (CEP 2008), entre 2006 y 2016, la gente que cree que casi todos los políticos están involucrados en corrupción subió de 14 a 50% (CEP). 

Aun así, el índice de percepción de la corrupción de Transparencia Internacional 2018 muestra que Chile sigue dentro del 15% de países mejor ranqueados. Y, en cualquier caso, José Antonio Kast no es precisamente un outsider. Fue diputado por cuatro períodos y es un hombre de partido: perteneció siempre a la UDI, donde fue dirigente hasta hace tan solo cinco años y de la cual salió para fundar su partido.

Una tercera explicación para el auge internacional de la ultraderecha radica en temas valóricos o derechamente religiosos; algo así como una respuesta reaccionaria ante un mundo con progresivo apoyo a, por ejemplo, las minorías sexuales. En esta línea, los tres primeros principios del movimiento de José Antonio Kast son el derecho a la vida, la creencia en Dios y la familia heteroparental. Probablemente, la Iglesia Católica chilena, con su espectáculo, ha quitado mucha agua para estas banderas. En efecto, solo 13% de los chilenos dicen tener una gran cantidad de confianza en las iglesias y organizaciones religiosas (CEP 2018). Un 24% de los chilenos dice que la religión es muy importante en sus vidas, considerablemente menos que en las tierras de Bolsonaro (52%) y de Trump (40%; WVS). En 2018, más del 70% de los chilenos admitían alguna forma de aborto (CEP). Y la homosexualidad es relativamente aceptada: solo un 22% tiene baja aceptación de ella, frente a un 40% en Brasil y un 31% en EE.UU. (WVS). En fin, no parece haber una demanda bullente por políticos con posiciones más conservadoras y, en todo caso, esa demanda no está vacante en nuestro espectro político. 

En suma, no parece haber un amplio sector del público chileno que esté ávido por posiciones más duras frente a la inmigración, ni por posturas más “valóricas”. Y si bien la desconfianza con los políticos podría beneficiar a los outsiders, no es nada claro que José Antonio Kast sea uno de ellos.

Tal vez por esto es que José Antonio Kast lleva estancado en las encuestas CEP desde que fue candidato presidencial en 2017: no ha cambiado significativamente su conocimiento (65%) ni su aprobación (23%) y, de hecho, aumentó su rechazo (de 32 a 43%). En tanto, los últimos cuatro lugares en aprobación de políticos corresponden a presidentes de partido, lo que sugiere que su apuesta por presidir el Partido Republicano podría no ser la ideal: solo un 6% de la gente confía en los partidos (CEP 2017), y a quienes los presiden les toca especialmente enfrentar conflictos, algo que la población rehúye. 

Por último, según la última CEP, quienes apoyan a José Antonio Kast evalúan bien a las figuras de la derecha. Solo 7% de ellos desaprueba a Lavín e, incluso, solo 15% desaprueba a Piñera. Así, quienes apoyan a José Antonio Kast no parecen ser huérfanos políticos a la espera de un padre. 

En política, una semana es mucho tiempo, y los devenires no solo siguen tendencias subyacentes, sino que responden también a las posiciones que toman sus líderes. Aun así, en las condiciones actuales no se avizora para la ultraderecha una mayoría silenciosa.