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Hechos aislados

Aldo Mascareño.

Hechos aislados

Nunca hubo más sintonía entre percepción de la ciudadanía y aumento de la actividad delictual.

Según datos recientes de la Subsecretaría de Prevención del Delito, entre 2021 y 2022 hubo un aumento de 44,6% en delitos de mayor connotación social. En tiempos prehistóricos (antes de la pandemia y el 18 de octubre) la alarma por la delincuencia en Chile se miraba con sospecha.

Un lanzazo en el centro, un macetero con marihuana en casa de un famoso o el robo de ruedas de autos suspendidos sobre ladrillos, no eran precisamente relevantes como para llenar noticieros centrales en horario prime. Incluso el hallazgo de organizaciones de droga, el atentado en la estación de metro Escuela Militar en 2014 o la quema de camiones en el sur eran vistas por años como “hechos aislados”, no como indicadores de incubación de problemas complejos. Chile –se decía– no era un lugar de producción de droga, sino de “tránsito”; no había carteles, sino “consumidores ocasionales”; no existía crimen organizado, sino “grupos de violentistas”. Todo parece excepcional hasta que se transforma en regular.

En la última encuesta CEP, un 60% opinó que la delincuencia está entre los tres principales problemas que debe solucionar el gobierno. Esta cifra tiene poca variación por tramos de edad, escolaridad, sexo o nivel socioeconómico. La experiencia es común a toda la población. El lanzazo en el centro continúa, pero hoy la experiencia es también la lluvia de balas entre bandas rivales, el pago de peajes para entrar al barrio propio, el silencio obligado ante el temor a represalias.

Según los datos de la Subsecretaría de Prevención del Delito son los robos los que más han aumentado. Considerando los tres principales (robo con violencia e intimidación, robo por sorpresa y en lugar no habitado), el incremento es de un 60% en promedio. Nunca hubo más sintonía entre percepción de la ciudadanía y aumento de la actividad delictual.

En los delitos de mayor connotación social, la Región de Tarapacá tiene la tasa más alta con 3.066 casos cada 100 mil habitantes; le siguen la de Antofagasta con 3.014 y la de Atacama con 2.900. En el sur, la Región del Biobío es la más alta tasa con 2.364 casos y luego Los Ríos con 2.336. La Metropolitana tiene 2.597, muy cerca del promedio nacional con 2.462 casos cada 100 mil habitantes.

Una de las primeras protestas por la delincuencia en el norte de Chile fue en el año 2021, una marcha que terminó con la quema de pertenencias de inmigrantes en la ciudad de Iquique. Un caso “excepcional”. Desde ahí se sucedieron más marchas, paros, corte de caminos y cierre de aeropuertos. La masividad de la inmigración, la falta de respuestas institucionales inclusivas y la lentitud en la imposición del estado de derecho han hecho que lo excepcional sea regular.

La historia no es distinta en el sur. La primera quema de camiones se produjo en 1997. Otro caso “excepcional”. Hoy el menú incluye atentados, robo de madera, ocupaciones ilegales y narcotráfico. En el norte y en el sur lo excepcional se volvió sistema, del que alegóricamente también forman parte los estados de excepción.

Con demasiada economía de pensamiento y alta generalización se atribuyen estos conflictos a los inmigrantes en el norte y a los mapuche en el sur. Pero en realidad ha sido la doctrina histórica de los “hechos aislados” la responsable. Casos como las violaciones a los derechos humanos en dictadura, la pedofilia en la Iglesia, la corrupción en instituciones públicas y las colusiones en el retail fueron también tratados como “hechos aislados” cuando emergieron. Con esa doctrina se renunció a ver que cada evento crítico inicial era indicador de un conflicto en formación. Entonces cuando los conflictos explotaron en la cara no quedó más que decir “no lo vimos venir”.

Con la delincuencia sucedió lo mismo. Su complejidad actual excede las capacidades de manejo disponibles. Una ley no lo arregla. Solo una reforma profunda de las policías y un consenso real sobre el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado podrían estar a la altura. Lamentablemente, para ello se necesita tiempo; tiempo que no tenemos. Un buen comienzo, en todo caso, podría ser arrancar con la abolición de la doctrina de los “hechos aislados” para todo el que no quiera ver.