La Segunda
Opinión

Helmut Willke (1945-2024)

Aldo Mascareño.

Helmut Willke (1945-2024)

La pregunta central de Willke, que abordó en más de veinte libros, fue justamente cómo controlar lo incontrolable, cómo regular sistemas que siguen sus propias lógicas de funcionamiento.

Helmut Willke, uno de los más importantes sociólogos alemanes de fines del siglo XX e inicios del XXI, murió el 15 de enero pasado, a los 78 años, producto de un accidente cardíaco. Entre 1983 y 2008, Willke trabajó en la Facultad de Sociología de la Universidad de Bielefeld, junto a Niklas Luhmann, el creador de la teoría de sistemas sociales autopoiéticos, concepto que Luhmann había adoptado de trabajos tempranos de Maturana y que representó la pieza final en la arquitectura de la más sofisticada teoría sociológica sobre la complejidad e incontrolabilidad de la sociedad moderna.

Lejos de ser un replicador de la teoría de Luhmann, Willke dedicó su vida intelectual a desarrollarla, incluso más allá de los límites que Luhmann había imaginado. La pregunta central de Willke, que abordó en más de veinte libros (el último sobre la actual crisis climática, publicado en 2023), fue justamente cómo controlar lo incontrolable, cómo regular sistemas que siguen sus propias lógicas de funcionamiento y que son inmunes a pretensiones políticas y éticas tan justificadas como siempre, pero que colisionan con los patrones de comportamiento conocido de sistemas sociales que operan globalmente.

La tarea parecía imposible; por eso Willke la emprendió. Lo primero era desencantar el Estado y la política como centros de la sociedad. La sociedad moderna es policéntrica, atópica, no responde mecánicamente a jerarquías ni a planes estatales. Forzar a los sistemas desde el Estado es una receta perfecta para el fracaso, para multiplicar los problemas que se buscaba resolver. Lo segundo era diseñar estrategias de intervención que incentivaran a los sistemas a modificar sus comportamientos ‘desde adentro’. El Estado podía tener un rol de coordinación social, pero con ironía: debía saber que sus mejores esfuerzos por el bien común tenían su límite en el bien común y autonomía de los demás. Lo tercero, entonces, fue desarrollar una teoría práctica del aprendizaje sistémico, una invitación a aprender lo que el mundo nos enseña cotidianamente, antes que buscar enseñarle a todo el mundo cómo tiene que pensar, sentir o comportarse. Del aprendizaje mutuo surge la coordinación social de manera pragmática, sin que nadie deba renunciar a su propia autopoiesis porque ‘el otro’ ya está integrado en ella.

Quienes tuvimos la suerte de conocer y trabajar con Helmut Willke sabemos que esto no era solo teoría. Él impulsaba a seguir el camino intelectual propio, con el objetivo de aprender y no repetir dogmas como máquina trivial. Lo mismo hacía en sus tareas de asesoría política y corporativa, seguramente con ironía, pero con la convicción de saber que no es posible cometer los mismos errores todo el tiempo. Falta hace esta actitud en los tiempos que corren, como hará falta Willke para impulsarla.