El error presidencial tiene algunos alcances adicionales. Si su candidatura no despegaba, la renuncia a sus aspiraciones era una salida digna para Alvear. No tiene sentido mantener una prolongada disputa si no se remonta en las encuestas. En las primarias que se realizan en otros países esa solución es habitual.
No faltarán quienes crean que los dichos del Presidente en la entrevista concedida a TVN indican su deseo de poner término rápidamente a las primarias de la Concertación. Después de todo, la competencia entre sus ex ministras le resta un grado importante de protagonismo. Como su popularidad es elevada, cualquier inclinación hacia una u otra candidata tiene un efecto político importante. Eso le obligaba, principalmente por prudencia, a dejarles espacio para que puedan desplegar sus campañas. Una vez producida la nominación de la candidata, su protagonismo debería volver a cobrar fuerzas. Más allá de la tradición -por cierto discutible- de «no intervención» presidencial en las contiendas electorales, su figura constituirá un espaldarazo importante para la candidata concertacionista a La Moneda.
Sin embargo, el Presidente sencillamente parece haber cometido un error al dejarse llevar por el ambiente distendido en el que se estaba desarrollando la entrevista. De otra forma habría sido una injusticia con Alvear, que ha sido una leal colaboradora no sólo de su gobierno, sino en aquellos difíciles momentos que siguieron a los resultados de diciembre de 1999. Más allá de la última declaración del Presidente -que la conmovió y que «a lo mejor es más de lo que esperaba»- la afirmación presidencial viene en un mal momento para Alvear. Ha puesto nuevos pesos a la difícil carga que tiene que arrastrar en la competencia por la nominación concertacionista.
El error presidencial tiene algunos alcances adicionales. Si su candidatura no despegaba, la renuncia a sus aspiraciones era una salida digna para Alvear. No tiene sentido mantener una prolongada disputa si no se remonta en las encuestas. En las primarias que se realizan en otros países esa solución es habitual. Esta opción, si bien no se ha cerrado completamente, se vuelve ahora más difícil. En primer lugar, porque sería interpretada como la consecuencia directa de la reciente intervención presidencial. En esas circunstancias, cerrar las heridas no es nada fácil, especialmente ahora que el partido se ha visto obligado a cerrar claramente filas en torno a su candidata. Esta situación debería tener un impacto en esos tradicionales votantes DC que ahora parecen haber hecho las paces con la Concertación, pero que en 1999 no votaron por Lagos, sino por Lavín. La actitud presidencial hacia su candidata «natural» puede devolverlos hacia el candidato aliancista.
En segundo lugar porque Alvear tendrá que modificar su estrategia. Hasta ahora ésta descansaba sobre la base de que ella era una heredera tanto o más legítima del gobierno de Lagos que Bachelet. La estrategia tenía el defecto de que la precandidata DC y el Presidente representan sensibilidades muy distintas al interior de la Concertación, pero aun así era razonable intentarla, habida cuenta del apoyo que ella había significado para Lagos en la segunda vuelta y en su gabinete. Para Alvear, la posibilidad de conciliar continuidad y cambio, base del posicionamiento que buscan ambas precandidatas, se ve ahora fuertemente menguada. El Presidente Lagos ha elegido su «delfín» y no habrá palabras, aunque sean de buena crianza, que puedan alterar este hecho. Su espacio de operación política se ha reducido significativamente. Si quiere desafiar con éxito a Bachelet, tendrá que extremar sus diferencias con ella, cuestionando las capacidades de su adversaria para gobernar y liderar eventualmente el país a partir de marzo de 2006. Pero estas campañas siempre dejan heridas que no son fáciles de cerrar.
Quizás, como consecuencia de un natural sentimiento de solidaridad hacia su persona, pueda negociar un favorable calendario de primarias. Por ejemplo, sus posibilidades parecen ser levemente superiores en el sur que en el centro o el norte. Si las primarias comienzan en un grupo favorable de regiones sureñas para Alvear -por ejemplo, en la Novena Región Ricardo Lagos se impuso a Andrés Zaldívar por un margen de 60 a 40 por ciento mientras que en el resto del país lo hizo por 72 a 28 por ciento- puede crearse una sensación de triunfo que le permita remontar en etapas posteriores de la campaña. Con todo, una negociación favorable y más aún un resultado sorpresivo que pueda cambiar su suerte parecen altamente improbables. Su candidatura está, en definitiva, muy debilitada.
En este escenario, especialmente si no está dispuesta a imprimirle un rumbo más agresivo a su campaña, probablemente sea más conveniente para la suerte de su partido y las finanzas de su campaña renunciar ahora a sus aspiraciones presidenciales sumándose con fuerza a la campaña de Bachelet, de modo de evitar una eventual fuga de votantes DC que sientan que Lagos puede haber tenido la intención de perjudicar a su candidata. Por cierto, su papel no terminaría ahí, porque puede ser un apoyo importante para su partido en la negociación parlamentaria. Tal vez estén, en estas dos tareas, las fortalezas de Alvear.