Eran los que restaban para la próxima elección presidencial al momento de levantarse la última encuesta nacional del CEP. Hace cuatro años también se llevó a cabo una encuesta similar. En ella, un 31 por ciento de los consultados manifestó que le gustaría que Joaquín Lavín fuese el próximo Presidente de Chile. No es demasiado distinto del 33 por ciento que, en la misma pregunta, ahora favorece a Sebastián Piñera. La gran diferencia entre 2004 y 2008 está en el apoyo de los abanderados concertacionistas en la misma pregunta. Hace cuatro años Bachelet, Alvear, Lagos y Frei sumaban 43 por ciento. En la última medición, Lagos, Insulza, Alvear, Frei y Bachelet reúnen un apoyo total de 28 por ciento. En ese entonces no había ninguna otra figura aliancista que sumase más de uno por ciento. Ahora Lavín alcanza un 7 por ciento de menciones.
Detrás de este cambio de escenario, que hace que Piñera tenga muchas más posibilidades de llegar a La Moneda que las que tuvo Lavín en un momento equivalente, hay varios factores. Uno de ellos es el importante deterioro en la imagen de nuestros líderes políticos que, si bien es generalizado, ha afectado con especial fuerza a las principales figuras concertacionistas. Hace cuatro años, las evaluaciones positivas de Bachelet, Alvear y Lagos alcanzaban a 78, 76 y 68 por ciento, respectivamente. En la actualidad, estos guarismos alcanzan para las mismas figuras a 51, 47 y 50 por ciento, respectivamente. En el mismo lapso, en cambio, Piñera subió su evaluación positiva desde un 42 a un 48 por ciento.
A ello hay que agregar que hace cuatro años la aprobación a la conducción del gobierno llegaba a un 58 por ciento. La aprobación al Gobierno actual llega sólo a 40 por ciento. Pero, además, en 2004 un 35 por ciento pensaba que la situación económica iba a mejorar en los próximos 12 meses. Ahora sólo un 17 por ciento piensa esto. Si a este cuadro se le agregan algunas pizcas de Transantiago y otras asociadas al importante aumento de precios, se configura el actual escenario político, que se le pone muy cuesta arriba a cualquier candidato presidencial concertacionista y, en cambio, aparece muy despejado para Piñera.
Ahora bien, muchos de los números citados son, en última cuenta, consecuencia de la desorientación política que está viviendo la Concertación. Hay, en muchos de sus integrantes, desafección de lo realizado hasta ahora, lo que no deja de ser un contrasentido, teniendo en mente que ésta ha sido la coalición política más exitosa de nuestra historia. Parece que existiesen ganas de hacer algo distinto a lo que hasta ahora han sido los lineamientos gruesos de los gobiernos del arco iris. Pero esta aspiración parece chocar con los deseos de la población que, para resumirlo de manera sucinta, quiere más y no menos «modelo». Una Concertación que se aleja del modelo, entonces, se vuelve políticamente poco atractiva. Por ello, no es casualidad que, en la izquierda, la evaluación positiva de figuras como los ministros Bitar, Pérez Yoma y Velasco -que, por cierto con matices, se entroncan con lo que hasta ahora ha sido la Concertación- sea muy superior a la de otras figuras, como las del ministro Andrade o el senador Navarro, que, de nuevo con matices, parecen representar un modelo alternativo.
Por ello, si en la Concertación se impone la idea de apelar a dicho modelo y sus líderes tradicionales son incapaces de encauzarla por el camino hasta ahora recorrido, el oficialismo no tendrá la oportunidad de detener a Piñera, quien, por lo demás, no parece enfrentar grandes amenazas y que, como muestra la encuesta CEP, aparece muy bien evaluado en atributos que la población valora en un candidato presidencial. Así, su expectante posicionamiento no es sólo el resultado del deterioro concertacionista, sino que también consecuencia de fortalezas propias que ha sabido consolidar a medida que se acerca la contienda presidencial.