Editado en 2013
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La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular

Joaquín Fermandois.

La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular

El 11 de septiembre de 1973 es uno de esos días que no se acaban. El derrocamiento del gobierno de la Unidad Popular y la trágica muerte de Salvador Allende en La Moneda marcaron el fin de una época en la que Chile llegó a ser estimado como un país ejemplar. Su democracia era apreciada —aunque con poco rigor— como una de las más antiguas y estables del mundo. Fue en este medio en el que la izquierda, identificada con los modelos socialistas vigentes en la Unión Soviética, la República Democrática Alemana y Cuba, consiguió acceder por la vía institucional al poder. Dada la particularidad del experimento, la “vía chilena al socialismo” convirtió a Chile en símbolo y objeto de admiración para las izquierdas democráticas y revolucionarias del mundo entero. Sin embargo, en el seno de la Unidad Popular latían y pugnaban dos almas, diversas e iguales a la vez. En efecto, aunque discrepaban en los senderos que el proceso revolucionario debía seguir —si el camino de las armas o el de la “legalidad burguesa”—, no existían dudas sobre la meta a la que se quería arribar: el socialismo tal como se había practicado hasta entonces en los sistemas marxistas y a los cuales, con indisimulada afinidad, los dirigentes de la coalición de izquierda acudían para obtener soporte político y ayuda económica.

Joaquín Fermandois sostiene que fue esta revolución —cuyos puntos de referencia eran universalmente conocidos— la que quedó inconclusa. La explicación de la compleja urdimbre que precedió al golpe de estado quedaría incompleta si se pasara por alto que la transición al socialismo intentada por la Unidad Popular provocó una respuesta de aquella parte del país que rechazaba el proyecto de la izquierda. El golpe de estado tuvo “mil orígenes”, que, como hilillos de agua que derivan en un mar, fueron convergiendo poco a poco, cada día más. La crisis de la democracia chilena exige todavía una acuciosa reflexión e invita a formular una serie de preguntas: ¿Qué significaba ser marxista? ¿Fue Estados Unidos el árbitro ineludible de la trama política chilena? ¿Era inevitable el desenlace? ¿Por qué el golpe? El lector podrá hallar en estas páginas una perspectiva seria y fundamentada sobre el proceso político que terminó ese incesable 11 de
septiembre.