Este trabajo busca entender los determinantes de la demanda por cuidados médicos (consultas generales, de especialidad, preventivas, de urgencia y hospitalizaciones) en tres períodos: 1992, 2000 y 2013. Con esto se intenta responder a dos preguntas: ¿qué determina la demanda por salud en cada momento del tiempo? y ¿son siempre las mismas variables las que explican las diferencias en el acceso y frecuencia de uso de los servicios médicos? A objeto de dar cuenta de estas preguntas, se realiza una estimación econométrica de dicha demanda que considera tres etapas o decisiones: (i) elección del tipo de seguro de salud, (ii) hacer o no uso de los servicios médicos y (iii) la cantidad de servicios médicos. El foco de este estudio está en la segunda y tercera etapa, lo que no implica que el tipo de seguro elegido sea descartado del análisis dado que éste sí ejerce influencia en la demanda por salud. La novedad del trabajo radica tanto en la consideración de las especificidades del sistema de salud chileno y de modelos avanzados –teóricos y empíricos– para la demanda por prestaciones de salud, como en su mirada evolutiva. En este sentido, estimar por separado la segunda y tercera decisión mencionadas anteriormente es relevante puesto que, a diferencia de la referida a hacer uso de algún servicio médico, la relacionada a la duración del tratamiento está (más) influenciada por la opinión de los doctores. Lo anterior permite analizar la demanda en profundidad y, por tanto, proponer algunas medidas acordes con los hallazgos.
Los resultados muestran que el estado de salud (subjetivo y objetivo) es la variable más consistente en explicar la probabilidad de uso de las prestaciones y la duración del tratamiento (cantidad de consultas ambulatorias y días de hospitalización). Si bien lo anterior era esperable e indica que se está focalizando la atención en quienes más lo necesitan, el trabajo también da cuenta de que existen otros determinantes de la demanda que podrían modificarse para mejorar las condiciones de acceso y uso de los servicios.
Concordante con la teoría y evidencia previa, la demanda por salud aumenta con la edad y es mayor para las mujeres (salvo en el caso de las hospitalizaciones), pero se relaciona en menor medida con la escolaridad y el nivel de ingreso. Esto último respondería a que el efecto del ingreso se haría presente en la elección del tipo de seguro. En efecto, se encuentra que las personas de mayores ingresos tienen mayor probabilidad de estar en una isapre y a su vez, una mayor probabilidad de estar en una isapre se relaciona con una mayor probabilidad de usar el sistema de salud (aunque no tanto con la cantidad demandada, donde se presume que los mayores precios que enfrentan los usuarios de las isapres los inhibiría a hacer una sobreutilización de los servicios).
Las implicancias para el diseño de las políticas públicas apuntan a mejorar las condiciones de acceso a las prestaciones para los asegurados del Fonasa quienes, en general, son aquellos de menor nivel socioeconómico y peor estado de salud. En cuanto a los hallazgos respecto de las diferencias por género, es relevante entender en qué medida estos comportamientos responden a razones epidemiológicas (diferencias en las enfermedades que aquejan a las personas de uno u otro género), a actitudes propias de cada género (como una mayor propensión al riesgo por parte de los hombres) o a condiciones externas (por ejemplo, mayor flexibilidad laboral para mujeres), para así adoptar las medidas pertinentes (campañas, horarios y prestaciones enfocadas a cada género). Ello debiera ayudar a mejorar los resultados en salud. Algo similar ocurre en el caso de la edad, donde el ideal es proporcionar el tipo de atención más apropiada a cada etapa de la vida…