Es un ascenso lleno de dificultades. Se pasará frío. Habrá vértigo. Pero ahí están el sendero, los plazos y la cumbre.
Más de cien constituyentes participaron en el encuentro “Tenemos que Hablar de Chile” organizado por la Universidad de Chile y la Universidad Católica. Muchos hablaron y se vieron las caras por primera vez a través de la pantalla. Pero junto a la natural ansiedad e incertidumbre, había un sentido de responsabilidad compartido. Esto nos permite pensar en la aventura constitucional como una caminata a lo largo de Chile. Quizá por eso se me vinieron a la cabeza nuestras montañas.
Ya en 1822 María Graham se conmovió con esa imagen de nuestras “majestuosas montañas” que parecen “colgar sobre el mar”. Nuestras montañas han estado ahí, observando y esperando. Y de ellas siempre se puede aprender.
La experiencia de caminar nos acompaña desde nuestros orígenes. Hipócrates solía decir que la mejor medicina es caminar. John Muir, un escocés que llegó a Estados Unidos y promovió la importancia de la conservación, invitaba a caminar por la montaña “para perseguir ángeles o espantar demonios”. Es evidente que caminar nos entrega algo indescriptible. Recibimos más de lo que buscamos. También gozamos más de lo que nos cansamos. Pero la expedición constituyente será una caminata difícil.
Chile ha cambiado. Y en cierto sentido, las montañas también nos ayudan a ver esta nueva realidad. En los 80 y 90 caminar por nuestras montañas era una experiencia distinta. Ahí estaban los clásicos cerros. El Manquehue, por cierto. El clásico Pochoco, donde un italiano, Ugo Ravera, conocía a casi todos los que subían. Pero en Santiago estamos rodeados de montañas. Por el Alto del Naranjo o desde San Carlos de Apoquindo se sube al Provincia. Está la travesía al cerro de Ramón. Hay una linda bajada por Peñalolén. Está el maravilloso cerro Pintor. El imponente Plomo. El Cajón del Maipo es otra historia. Y para qué hablar de todo lo que nos ofrece nuestro largo y angosto Chile.
En esa época eran pocos los que caminaban. Se podía acampar en alguna cumbre sin ver a nadie. Algunos accesos eran casi secretos. Tampoco era fácil acceder a buenos equipos. Hoy muchas personas caminan y suben cerros. Vemos señalizaciones y senderos. Y hay muchísimas tiendas con variadas ofertas de equipos para trekking y montaña.
En la montaña se respira la igualdad en un sentido muy profundo. Caminando, somos todos iguales. Arriba, también. Y una vez en la cumbre, todos se abrazan. Pero no todo es tan romántico ni tan simple como parece. Los grupos humanos requieren normas, reglas y liderazgos. Esa es la clave de cualquier expedición. Y esta aventura constitucional no es cualquier expedición. Hay demasiado en juego.
Un grupo de 155 chilenos comienza esta desafiante caminata. Es una travesía histórica que no está exenta de riesgos. Es un ascenso lleno de dificultades. Se pasará frío. Habrá vértigo. Pero ahí están el sendero, los plazos y la cumbre.
Algunos ya quieren poner sus reglas antes de partir. Otros querrán separarse, salirse del camino, empujar por un atajo engañoso. También habrá mareo de altura. Pero hay mucho apoyo de universidades y centros de estudio.
Werner Herzog dice que el mundo se revela a los que caminan. Un grupo de seleccionados nacionales sin mayor experiencia fue elegido para caminar en esta expedición. Deben prepararse. Hay que organizar los equipos. Fijar las etapas. Distribuir la carga. Elegir al líder. Asignar labores. Y mirar el clima.
Esta aventura no es un salto al vacío. Hay ganas de caminar. También temor por el viaje. Muchos no se conocen. Ni siquiera saben quiénes los acompañan. Pero hay una ruta y una meta definida. Ahora hay que respirar profundo y partir caminando por el sendero institucional que hemos trazado. Y como en toda gran expedición, tendremos que aferrarnos a esa ruta trazada. Solo una vez que los pies comiencen a pisar la tierra, se asomará la cumbre.