Revista Capital, 16 de septiembre de 2016
Opinión

“La candidatura de Lagos es un respiro de sensatez para el país”

Enrique Barros B..

Sobre la contingencia política, es tajante: “A este gobierno le faltó leer bien las encuestas”.

Por: María José López

Cuesta creer que Enrique Barros Bourie, abogado de la Universidad de Chile, doctor en Derecho de la Universidad de München, tenga ese “problema”. Confiesa que, a pesar de que actualmente escribe, lee y se comunica en cuatro idiomas –español, francés, alemán e inglés–, hasta hoy, le cuesta entender cuando le hablan en otro idioma y tiene también problemas para hablarlo. “Me demoré mucho en aprender a hablar. Y lo curioso es que leo muy bien en todos los idiomas, pero tengo dificultades fonéticas. Para escribir no tanto. Para entender, debo confesar que sí. No tengo buen oído”, señala este jurista, catedrático, asesor de La Haya y de varias de las grandes empresas del país, mientras en su oficina se escuchan las Partitas de Bach.

«Uno de los grandes problemas de este gobierno es que entendió mal lo que los chilenos quieren. Interpretó la calle con parámetros ideológicos o de una sociología incomprensible».

Lo que sí entiende a la perfección el presidente del Centro de Estudios Públicos, cargo en el cual reemplazó a Eliodoro Matte en diciembre de 2015 tras el bullado caso de colusión del papel, es el momento que vive el país. Como cabeza de uno de los centros de pensamiento más influyentes del país, parte de su trabajo es tomarle el pulso a lo que sucede en Chile.

Por eso no titubea en afirmar que “uno de los grandes problemas de este gobierno es que entendió mal lo que los chilenos quieren. Interpretó la calle con parámetros ideológicos o de una sociología incomprensible”.

La vida de Barros ha cambiado en el último año. Y no sólo porque tuvo que asumir la cabeza del CEP en un minuto complejo, sino también porque, después de más de 40 años, este año dejó de hacer su ciclo de Derecho Civil en la Universidad de Chile. Ahora dirigirá talleres de lectura para pequeños grupos sobre las investigaciones o libros que esté preparando.

Pero hay más: hace dos meses acordó separar aguas de sus socios, Max Letelier y Francisco González, en el estudio jurídico Barros Letelier, después de 25 años juntos.
“Cada uno se va a concentrar en lo que se ha dedicado estos últimos años: Francisco en los litigios, Max en asuntos corporativos y yo en arbitrajes y opiniones legales”, aclara. La separación, que implicará la remodelación física del estudio ubicado en el tercer piso de Isidora Goyenechea con Augusto Leguía, se concretará en octubre. A partir de entonces, su oficina se llamará “Enrique Barros”. “Mi interés es concentrarme en lo que más me gusta. Aunque me fue bien como litigante, nunca me gustó su foco confrontacional. Creo ser más bien un hombre de paz. En esto hay algo de ventaja para mí. Ya no tengo conflictos de interés para los arbitrajes”, indica, mientras se prepara un café con una máquina que tiene instalada al lado de su computador.

De fondo, sigue sonando Bach.

Ni Harvard ni el MIT

-¿Qué cambios ha habido en el CEP desde su llegada hace 10 meses? ¿Es hoy una entidad más independiente al no estar ligada a ningún empresario en particular?

-No ha habido grandes cambios. Es cierto que vengo del mundo académico, mis orígenes están ahí, pero conserva su orientación. Nunca ha sido un proyecto asociado a intereses.

-¿No coincide con los que asocian el CEP al empresariado?

-El CEP ha sido obra de una generación de donantes, que han actuado con un completo espíritu de servicio público. Desde muy temprano tuvimos la regla de que el CEP jamás hará un acto, ni una publicación, ni una investigación que esté vinculado al interés de algún donante. Si a alguien no le gusta, se va. Tenemos un principio básico de neutralidad respecto de nuestros donantes. Contamos con nuestras ideas, pero se mantiene una cultura de “abstinencia” frente a influencias que debiliten nuestra independencia. Desde mucho antes de la transición. Siempre tuve la idea que teníamos que ir un paso más adelante respecto del establishment. Si estábamos tratando de oler lo que el establishment quería, no estábamos haciendo nuestra pega como académicos.

-¿A qué aspiran, básicamente?

-Nosotros no somos el MIT ni Harvard, ni el Max Planck, ni Oxford. No estamos en investigación de punta. Pero nos interesa hacer una mediación entre la investigación de punta y las políticas públicas. Difícil que un premio Nobel trabaje en el CEP. Pero sí queremos que el premio Nobel venga a hablarnos y que nosotros entendamos lo que se está discutiendo en economía, en ciencias sociales, en ciencia política, en humanidades.

-¿Cuál es el rol de Eliodoro Matte hoy? ¿Sigue siendo el mayor aportante?

-Aquí hay una regla de que nadie puede tener más del 10%. Es un supuesto para que nadie tenga la posibilidad de ejercer influencia o control sobre el CEP. No hay un mayor aportante. Eliodoro Matte sigue participando en el CEP, ahora como consejero y miembro de la Comisión de Reforma del Estado. Es una persona bien admirable en lo personal e intelectual, que ha tenido una gran importancia en que se consolidaran esos dos ejes de neutralidad y excelencia a los que me referí.

El rol

-¿Los afecta la irrupción de nuevas encuestas, tipo Cadem?

-No, en absoluto. Al revés, puede ser más preocupante la responsabilidad asociada al grado de importancia que ha alcanzado nuestra encuesta. Tengo la impresión de que de la última uno podía sacar muchas conclusiones. Al final, hay que buscar qué es lo que piensa la gente. De eso se trata. La encuesta se ha mostrado muy representativa de lo que es la sociedad chilena. Es una medición cara a cara y la muestra ha sido científicamente construida. Las encuestas por teléfono tienen un sesgo muy distinto. No hay encuestas que tengan una base estadística ni una metodología de la estrictez de la nuestra. No nos sentimos competidores de nadie, sino pretendemos hacerlo muy bien.

-¿Cuál es el rol del CEP? ¿Qué función cumple la encuesta en la sociedad?

-Hay que ser muy humilde en esto. Hacer los aportes que están en nuestro alcance, como que todos en la sociedad civil y política sepan lo que piensan los chilenos. Y para eso son las encuestas. El mundo político tiende a aislarse, a encerrarse en mitos abstractos acerca de lo que quieren los chilenos. Como muchos otros, creo que uno de los grandes problemas de este gobierno es que le faltó leer bien las encuestas. Descontentos en la sociedad en desarrollo siempre hay. Incluso en las sociedades desarrolladas tienen descontentos. Leo encuestas extranjeras con frecuencia y en todas partes hay signos de malestar asociados a cambios de formas de vida, de trabajo y del temor al futuro.

(Abre una encuesta de CNN en su computador).

“Mira, la pelea entre Trump y Clinton es más estrecha de lo que yo quisiera”, comenta mientras mira la pantalla.

-¿Quién cree que ganará la elección?

-Quiero y espero que Clinton.

“La DC no está madura para llevar candidatos. En una situación sin Lagos, debiera haber llevado candidato propio, pero si la candidatura de Lagos logra ganar apoyo, es probable que sea el candidato único, no sé si de la NM, pero sí de la centroizquierda”.

-Varios analistas piensan que al final, los norteamericanos se van a inclinar por ella.

-Lo mismo se decía con el Brexit. En la encuesta de hoy de CNN, Trump queda dos puntos arriba. ¿Te das cuenta? Pero hay una pregunta que es muy interesante. Aquí dice (lee): “¿Cree que el país va en una correcta o en una mala dirección?”. Right direction obtiene un 28%; wrong track, un 65%. En Chile pasa que el aumento del bienestar es muy relativo, entonces la gente tiene necesidades incumplidas, que una vez satisfechas, crean nuevas necesidades. Y no es puro cosismo. Padres que no han pasado por la educación terciaria, quieren para sus hijos educación terciaria. Y claro, cuando aparece en el horizonte la gratuidad, se ve una oportunidad porque el presupuesto es estrecho. Hay políticas alternativas a la gratuidad universal que se pueden ir mejorando. Si alguien gana mucho valor en su trabajo tras su experiencia en la universidad, ¿por qué no fortalecer el mecanismo de que esa persona retribuya a la sociedad por el beneficio recibido? Yo me eduqué en una universidad gratis, nunca pagué un peso. Y a mí me agregó valor la Universidad de Chile, si no hubiese pasado por ahí, hubiera tenido muchos menos ingresos. ¿Entonces, por qué no puedo retribuirle?

-¿Cómo?

-Si a esa persona le va muy bien en su trabajo, debería devolver lo que recibió antes. Así funciona la justicia distributiva. Por otro lado, la mayor igualdad es un deseo universal. Es una meta que está allá, en el horizonte, pero que se ha mostrado inalcanzable en el comunismo y el capitalismo. Lo que podemos ir haciendo es acercarnos y dar los medios para que eso ocurra. Es muy difícil que el hijo de una familia campesina se transforme en un gran médico. Pero sí se puede transformar en un artesano calificado e ir aumentando su capital cultural. Hay temas que uno los tiene que mirar como problemas de justicia de generaciones, sin la inmediatez de la ideología. Yo creo que el lento camino hacia la igualdad va más en esa dirección.

La suerte y la igualdad

Enrique Barros cree que el país atraviesa un déficit de reflexión política y que hay sectores que han instrumentalizado el lenguaje. “Las palabras lucro, desigualdad, mercado… todo tiene connotación negativa, en circunstancias de que hay que juzgarlas por su mérito. Se olvida que el mercado es un mecanismo de comunicación. El dinero es una forma de comunicación también. Las empresas tienen que estar pensando qué es lo que necesitamos los consumidores. Y éstos tenemos que decidir cuál es el mejor oferente. Por eso, la competencia es tan esencial. El resultado es que a algunos les va bien y a otros mal. Joseph Schumpeter hablaba de destrucción creativa en las economías de mercado: nadie tiene la suerte echada para delante. Que yo pague por algo, significa que el otro me está dando algo que me interesa. Y la gente piensa que lo que viene del Estado no es mejor que lo que se puede elegir por sí mismo. Creo que la sociedad debe tener políticas de justicia distributiva, pero no que el Estado elija por mí.

-Pero el problema es que no todos tienen la opción de optar por el mejor oferente…

-Todos participamos de un destino común y como sociedad debemos dar los medios a los que los que tienen más desventajas, para que puedan salir adelante por sí mismos. Porque no puede ser que en una sociedad ordenada, al lado de la riqueza exista gente que viva bajo los puentes. Ésa es la idea básica de un Estado democrático liberal y social.

-Este gobierno quiere lo mismo…

-El foco puede que sea ése, pero disenso de los medios. Creo que tenemos que volver a mirar al equilibrio que persiguen las democracias modernas que más admiramos, entregan libertad para que cada cual despliegue sus mejores capacidades y desarrolle su creatividad. Eso les da ventajas a algunos, partiendo por la capacidad intelectual, que es totalmente heredada y no hay forma de distribuirla. Súmale las ventajas que da el medio social, el dominio del inglés y así sucesivamente.

-Entonces, ¿cuál es a su juicio la mejor forma de igualar la cancha?

-Para eso existe el sistema tributario. Permite a un Estado bien organizado prestar servicios. Y eso se tiende a olvidar cuando se ideologiza la política. Por eso, crecimiento y distribución están inevitablemente de la mano. La distribución siempre supone que haya un stock de riqueza, material y cultural, pero si no existe, no hay nada que distribuir. Eso es estructuralmente lo que ha guiado a Chile en los últimos 20 años. Éste es el huevo de Colón. El gran problema del pensamiento utópico es que ve la meta, pero no es capaz de ver el camino. Y donde ha errado este gobierno es en el camino. Pero también se ha errado en los conceptos.

-¿Por ejemplo?

-La igualdad y la solidaridad. La maqueta de las grandes reformas que se han intentado, es un concepto político abstracto, más que nociones concretas para llegar a la gente. Nos engañan con palabras que tienen un contenido afectivo muy fuerte. Es lo que ocurre con la promesa de igualdad. Uno de los grandes problemas del país es que alrededor de un 10% de la población está en una situación completamente desoladora. Madres adolescentes que no terminan sus estudios, que después no tienen trabajo… es un círculo de pobreza que se autoalimenta. Un país debe atender a esa gente ante todo. Y las ideas que han marcado las políticas de los últimos años se alejan de ese propósito: los más necesitados están fuera del foco de la política pública. En cambio, estamos hablando, como dogma, de gratuidad universal en la educación. Se dice que la educación no puede estar en el mercado. Y le estamos dando gratuidad a los sectores más aventajados de la sociedad chilena. El mundo entero está en dificultad, pero en términos comparativos, este país está en más dificultad de la que debiera.

“Es muy difícil que el hijo de una familia campesina se transforme en un gran médico. Pero sí se puede transformar en un artesano calificado e ir aumentando su capital cultural. Hay temas que uno los tiene que mirar como problemas de justicia de generaciones”.

-¿Por causa de este gobierno?

-Viene de antes, pero las políticas que ha adoptado parecen haber acentuado el problema.

¿Lagos o Piñera?

-Al analizar la encuesta, Harald Beyer dijo que la compleja situación que enfrenta el gobierno se debe revertir con un “giro brusco”.

-La tarea del próximo presidente es gigantesca, porque encontrará al país no muy lejano a la recesión. Por eso, debe tener una gran política y técnica, en ese orden. Lo que el país necesita son acuerdos básicos en temas esenciales. Y eso supone un liderazgo creíble y, con la desvalorización en la política, no es tarea fácil. No es raro que aparezcan ex presidentes como los más probables candidatos.

-¿Le gustaría que la presidencial fuera entre Sebastián Piñera y Ricardo Lagos?

-Ellos ya tienen experiencia en el gobierno. Cada uno, en su forma, son extremadamente inteligentes, pero también son personalidades muy distintas. Pero insisto que el desafío más importante del próximo gobierno es político. Porque se requiere un ascendente político para enfrentar los grupos de presión.

-Por ese aspecto algunos se inclinan más por Lagos…

-Eso está por verse. Lagos fue muy buen presidente. Lo conozco desde que fue profesor mío de Economía Política en la universidad en primer año. Era muy joven, tenía 25 o 26 años, yo 17. Desde entonces, reconocí su lucidez, su claridad. Tuve grandes profesores en la Universidad de Chile, pero Lagos fue de los mejores.

-Lo admiraba a pesar de sus diferencias políticas…

-Pero si yo aprendí teoría de precios con Lagos, ¡mercado puro!

-Por eso hay varios empresarios que se sienten cómodos con él.

-Asumo que más bien creen que puede ser un buen presidente para este momento del país.

-Trascendió que Lagos adelantó la confirmación de su candidatura tras un análisis de la encuesta CEP.

-Creo que su candidatura es un respiro de sensatez para el país.

-¿Y la respuesta de Piñera?

-Era esperable que algo dijera. Ahora, coincido con su estrategia de esperar antes de confirmar su carrera. Si logra articular un concepto político creíble y comprensivo, será un gran candidato.

-¿Qué va a pasar con la DC?

-Su problema es que tiene que buscar figuras. No está madura para llevar candidatos. Mi impresión es que la DC, en una situación de statu quo sin Lagos, debiera haber llevado candidato propio. Pero si la candidatura de Lagos logra ir ganando apoyo, particularmente del Partido Socialista, es probable que sea el candidato único, no sé si de la Nueva Mayoría, pero sí de la centroizquierda.

-¿Y Mariana Aylwin?

-Ella fue muy bien evaluada en la encuesta para ser la primera vez en que aparece. Si la DC lleva un candidato, tiene que ser alguien representativo de sus raíces en la sociedad chilena. Y la Mariana podría ser una excelente candidata, pero con la irrupción de Lagos no sé qué espacio queda.

“Mi interés es concentrarme en lo que más me gusta. Aunque me fue bien como litigante, nunca me gustó su foco confrontacional. Creo ser más bien un hombre de paz. En esto hay algo de ventaja para mí. Ya no tengo conflictos de interés para los arbitrajes”.

-¿Ella cumple con los atributos?

-Es tan seria, que lo que es bueno para el país no necesariamente puede serlo para el parasitismo partidista… Veremos.

El candidato de la Chile

-En una entrevista, dijo que hay que evitar en Chile el síndrome argentino: que los mejores arranquen de la política.

-Tengo el temor de que ocurra eso. Derecho en la Universidad de Chile debiera ser un lugar desde donde surjan líderes políticos, donde haya gente con vocación pública, por el nivel intelectual y por la profesión que eligieron. Pero veo más bien una actitud de negación. Espero que concluya ese fenómeno de fuga. Ahora veo que en todas las orientaciones están emergiendo jóvenes intelectuales muy valiosos. Y no sólo en la izquierda. Por primera vez están apareciendo en el centro liberal cristiano, particularmente.

-¿Quiénes, por ejemplo?

-Daniel Mansuy, Hugo Herrera, Pablo Ortúzar. El diagnóstico de Mansuy de lo que pasó en la dictadura lo comparto totalmente. Es lo que siempre he pensado, acerca del rol de Guzmán y de Boeninger. Son miradas bastante menos ideologizadas de lo que vimos en el pasado.

-¿Y de izquierda?

-El tsunami del programa de la Nueva Mayoría fue demasiado arrollador. Pienso que tienen que reconstruir un legítimo pensamiento socialdemócrata o socialcristiano. En el centro y en la izquierda deben reconstruirse como pensamiento de la sociedad, más que como eslogan.

-Dijo que quisiera más políticos de Derecho de la Chile. ¿Le gustaría que el próximo presidente sea un ex alumno de esa facultad?

-(Ríe).

-¿No me va a responder?

-No ¡Está muy verde la cosa! •••