El Mercurio, 22/1/2012
Opinión

La crisis europea: ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?

Vittorio Corbo.

Hacia mediados de diciembre, la crisis de deuda soberana en Europa había tomado una peligrosa dinámica que contaminaba la industria bancaria de la región, con efectos en el sistema financiero internacional. Afortunadamente, este último mes nos ha entregado algunas buenas noticias en este frente, conteniendo, al menos en parte, la crisis. Sin embargo, la situación aún es frágil.

Básicamente son dos las medidas que han contribuido a la contención de la crisis. Primero, la profundización de programas de ajuste fiscal y el inicio de reformas para facilitar el ajuste y promover el crecimiento en Italia y España.

Segundo, y más importante, las acciones del BCE (Banco Central Europeo) orientadas a proveer liquidez de mediano plazo a la banca europea para evitar una crisis bancaria. Estas acciones incluyen el otorgamiento de crédito a los bancos sin límite de cantidad por un período de hasta tres años, a una tasa variable igual a la tasa promedio de política monetaria durante la duración del crédito, la ampliación de los instrumentos que se pueden utilizar como colateral para estos créditos, la reducción de la tasa de descuento a los colaterales y de la tasa de encaje sobre los depósitos, y dos rebajas consecutivas de la tasa de política monetaria.

Otra buena noticia, de fuera de la Zona Euro, es el mayor dinamismo que ha seguido mostrando la economía de EE.UU.

Pero quedan muchas vallas por delante antes de poder controlar la situación. De una parte, el efecto combinado de los ajustes fiscales, las reformas estructurales, el mayor costo y la menor disponibilidad de financiamiento, y la incertidumbre, están llevando a una gran parte de los países de la Zona Euro de regreso a la recesión, a pesar de la depreciación del euro y las acciones del BCE. Además, la Zona Euro tiene problemas estructurales profundos que se acumularon en los años de alto crecimiento y como consecuencia de la crisis del 2008-2009. Entre estos problemas destacan la pérdida de competitividad con respecto a Alemania y el resto del mundo, que acumularon los países periféricos en el período 2001-2007, y los efectos de la crisis misma en la solvencia fiscal, la banca y el desempleo.

Recuperar competitividad y reducir el desempleo es siempre una tarea difícil, especialmente con tipo de cambio fijo, y requiere mucho más que un ajuste fiscal. Se requiere también flexibilizar los mercados, tanto laborales como de bienes, aumentar la competencia y remover barreras que dificultan la restructuración de sus economías.

Algunas de estas medidas pueden, de hecho, generar costos en el corto plazo que empujen aún más a algunos países a una recesión temporal, pero son necesarias para reimpulsar el crecimiento y la estabilidad de la zona.

Dejando de lado los problemas que tiene Grecia en las negociaciones con sus acreedores y el riesgo de que termine en default , la principal preocupación de los mercados hoy en día es Italia, que tiene la mayor razón de deuda a PIB entre los países de la Zona Euro después de Grecia, problemas agudos de bajo crecimiento y abultados vencimientos de deuda este año.

También hay preocupación por España que, aunque tiene la menor relación de deuda a PIB entre los países grandes de la Zona Euro, el déficit fiscal sobre 8% en 2011 la obliga a hacer un gran ajuste fiscal este año, agudizando los efectos recesivos en una economía con un mercado laboral tan disfuncional que la tasa de desempleo ya alcanza al 22,9%.

En esto las buenas noticias son que, bajo el liderazgo de Mario Monti en Italia y Mariano Rajoy en España, ambos países están avanzado en forma decidida en las reformas que se necesitan para estabilizar la situación y retomar el crecimiento.

Para sostener estos programas y fortalecer su credibilidad se va a requerir más estímulo de corto plazo en la Zona Euro y que se movilice, lo antes posible, un nivel apropiado de recursos para apoyar a sus mercados de deuda y así evitar que, por problemas de acceso o costo de financiamiento, estos esfuerzos terminen abandonándose.

Los estímulos de corto plazo debieran darlos tanto el BCE -con una baja agresiva de su tasa de política y medidas de relajo cuantitativo con efectos en los mercados de créditos y en una depreciación más pronunciada del Euro- y Alemania, con un programa de estímulo fiscal.

El gran fondo para apoyar los mercados de deuda es fundamental para permitirles a ambos países poder refinanciar los abultados vencimientos de este año a un costo que no termine destruyendo su solvencia. Para esto, hay que utilizar una batería de instrumentos: acelerar la operatoria de los dos fondos europeos de apoyo; aumentar la capacidad de préstamo del FMI e incluso compras más agresivas de bonos de los países vulnerables de parte del BCE.

La credibilidad personal de Monti, su conocimiento de los problemas de Italia y de la Zona Euro, y su gran prestigio en Europa, abren una oportunidad única para que Alemania y la comunidad internacional hagan un gran esfuerzo en armar este fondo.

Al final, para evitar los grandes costos que tendría una gran crisis, lo más probable es que los recursos para apoyar estos programas de reforma se consigan, pero mientras antes se haga y mayores sean los recursos movilizados, mayor es la probabilidad de éxito y menor será el costo que tendrán que pagar los países afectados, el resto de los países de la Zona Euro y la economía mundial. No hay mejor manera de convencer a los mercados que llevando adelante programas de reformas adecuados a las circunstancias y con un gran respaldo financiero claro.