La Segunda
Opinión

La cuestión X

Aldo Mascareño.

La cuestión X

La enseñanza de la era de ‘la cuestión x’ es que no hay soluciones unilaterales y unidireccionales como las que ofrecen el populismo, el autoritarismo, el nacionalismo, el identitarismo, el ideologismo.

En su original libro «The Age of Questions» (Princeton University Press, 2018), la historiadora Holly Case pone sobre la mesa una pregunta necesaria en cualquier reflexión pública: ¿qué significa calificar algo como una ‘cuestión’?

La historia ha conocido varias de estas disyuntivas. Probablemente la más prominente sea la cuestión judía. En el siglo XX, la cuestión nacional reflotó con los procesos de descolonización. En Chile, las referencias a la cuestión social, la cuestión de la mujer, la cuestión mapuche, últimamente a la cuestión constitucional o a la cuestión climática han sido regulares. Consistentemente, hoy comenzamos a hablar sobre la cuestión de la IA.

Parece correcto. Una preocupación genuina por los problemas que en cada época enfrentamos. La originalidad de Case está en preguntarse qué significa formular las cosas de este modo.

Al hablar de ‘la cuestión x’, en vez de preguntarse cómo pasa lo que pasa, el fenómeno se encuadra como un problema, se construye como una patología, una fuente de contagio viral situada en otros. La cuestión mapuche es el problema de los mapuche; la cuestión de la mujer es el problema del género; la cuestión social es problema de las clases medias. Quien encuadra así, logra dos cosas. Primero, se desprende de toda responsabilidad en la situación y desplaza el foco a quienes son nombrados como afectados en el discurso. Es problema ‘de ellos’; no ‘nuestro’. Segundo, la definición como problema indica de antemano su solución. El nazismo llevó esto a la aberración extrema con la ignominia de la Solución Final. Pero, desde luego, no se necesita ir tan lejos. En cada formulación de la ‘cuestión x’ hay una ‘solución y’ que promete superación, salvación, armonía. Sin tal solución, el mundo entero colapsaría.

Plurinacionalidad era la única solución a la ‘cuestión indígena’; la chilenidad de un Chile chileno fue la otra gran solución tiempo después. El ideal en pensiones fue por largo tiempo 6-0 para unos; hoy es 0-6 para los otros. Ante la delincuencia, la solución de muchos es la pena de muerte; otros entregan pensiones vitalicias. Los aristotélicos ven la solución en el término medio, el yoga ofrece el centro dorado, pero en el Chile actual el centro es otro extremo levitando en la nada.

La enseñanza de la era de ‘la cuestión x’ es que no hay soluciones unilaterales y unidireccionales como las que ofrecen el populismo, el autoritarismo, el nacionalismo, el identitarismo, el ideologismo. Ellos ya tuvieron su oportunidad. La opción es ahora defender las respuestas incompletas pero pragmáticamente articuladas, las respuestas sistémicamente ajustables que interpelen la responsabilidad de todos y que solo puede entregar una democracia liberal en un Estado de derecho. Los demás, que jueguen en la B.