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La disparidad regional que esconden las cifras de pobreza

Gabriel Ugarte V..

La disparidad regional que esconden las cifras de pobreza

Tenemos un desafío enorme en mejorar las capacidades para que los hogares vuelvan a generar sus propios ingresos.

¿Cuántos son los chilenos que no pueden sostener una vida digna a causa de la falta de ingresos? Los resultados de la última Encuesta CASEN —dada a conocer por el Ministerio de Desarrollo Social y Familia hace unas semanas— nos indican que son casi 1,3 millones de compatriotas. Ellos representan el 6,5% del total de personas en el país, de las cuales cerca de 400 mil viven en situación de pobreza extrema. La buena noticia es que esta cifra es menor a la del año 2020, e incluso a la del 2017, periodo previo a la crisis social y sanitaria. De esta forma Chile retoma la senda de disminución de la pobreza que nos había caracterizado como país.

La mala noticia es que estos resultados esconden desigualdades territoriales que es urgente relevar. Respecto de 2017, mientras en nueve regiones la tasa de pobreza disminuyó de forma significativa, en Tarapacá y Antofagasta hubo un aumento de un 50% y 70% respectivamente. Son más de 40 mil nuevas personas cuyos ingresos no alcanzan a satisfacer necesidades básicas y que representan un desafío para la política social. Se suma a ello que en esos territorios las tasas de pobreza extrema también aumentaron y no se aprecia una baja respecto del 2020, cuando se vivieron los momentos más álgidos de la pandemia.

¿Qué factores son los que están detrás de esta situación? Sin duda que estas regiones se han visto fuertemente afectadas por los flujos migratorios de los últimos años. Los resultados de la encuesta señalan que la población nacida fuera de Chile tiene mayores niveles de pobreza de ingresos que aquella nacida en el país. Sin embargo, a pesar de que se aprecia un aumento importante en la tasa de pobreza de la población migrante en esas regiones respecto de 2017, también se observa un incremento en aquella que no lo es, por lo que el retroceso en pobreza en estos territorios no puede solo asociarse a un tema migratorio.

Otro factor fundamental es la capacidad generadora de ingresos de los hogares, que muestra signos preocupantes de rezago. Si ordenamos de menor a mayor a todas las personas del país de acuerdo a sus ingresos propios (o autónomos), se tiene que el 40% más pobre no ha podido recuperar el nivel que tenía previo a la pandemia. En el 10% de menos recursos esta situación es aún más dramática, donde se observa que los ingresos de estos hogares cayeron de $167 mil en 2017 a $95 mil en 2022 (ajustado por la inflación). Es decir, para estas familias la capacidad de generar ingresos por su cuenta es solo poco más de la mitad de la que tenía en 2017. Este escenario se repite, con distintos niveles de intensidad, en todo el territorio nacional.

Esta caída en los ingresos propios de los hogares más pobres fue compensada con un aumento relevante de los subsidios estatales. A esto se suma que la metodología de medición considera como ingreso lo que los dueños de viviendas “ahorran” en arriendo, lo que se denomina alquiler imputado, que subió en un 30% respecto de 2017. En las regiones de la macrozona norte se observa que los aportes estatales tienen un rol relevante, pero el ingreso por alquiler imputado sigue una trayectoria distinta, manteniéndose e incluso disminuyendo en algunos territorios. Estos resultados indican que la apreciación en los precios de los arriendos y viviendas a nivel país no se estaría observando en las regiones del norte para estos hogares.

La caída en la pobreza nacional es una buena noticia para el país. Hoy son menos los compatriotas que no pueden financiar una canasta básica de necesidades. Sin embargo, esto no es una realidad para algunas regiones, especialmente en la zona norte, donde la cantidad de personas viviendo en la pobreza ha aumentado. Sin duda, los aportes estatales focalizados jugaron un rol muy importante en los hogares más pobres, pero algunos de ellos no tienen un carácter permanente, por lo que no es de esperar que se mantengan. Asimismo, el alquiler imputado, junto con exhibir importantes diferencias territoriales, no es un ingreso “real” con el que cuenten los hogares.

De esta forma, la gran lección que podemos sacar de estos resultados es que tenemos un desafío enorme en mejorar las capacidades para que los hogares vuelvan a generar sus propios ingresos. El ministro Marcel hace unos días dijo que “el gobierno en sus inicios no tenía el tema del crecimiento como un tema central”. Sin duda son importantes las políticas para revertir el deterioro que exhibe el mercado laboral, pero por sobre todo es urgente volver a la senda del crecimiento. Es este el principal factor que ha explicado la trayectoria a la baja en la pobreza de ingresos del país, y es también el motor que asegurará que la tendencia se sostenga en el futuro.