El Mercurio, 28 de septiembre de 2014
Opinión
Economía

La economía mundial: sorpresas de 2014 y perspectivas para 2015

Vittorio Corbo.

La recuperación de los países avanzados que ha seguido a la gran crisis financiera ha sido difícil, y como resultado su crecimiento ha sido mediocre. Con todo, hay diferencias importantes entre países.

Por un lado, Estados Unidos, que enfrentó la reconstrucción de su sistema financiero con mucha fuerza y apoyó su recuperación con una política fiscal contracíclica y un relajamiento monetario excepcional, se encuentra en el quinto año de un ciclo expansivo que paulatinamente ha tomado más dinamismo.

Por otro lado, la Zona Euro se encuentra prácticamente estancada y al borde de la deflación, y Japón ha tenido muchas dificultades para retomar la senda de crecimiento sostenido. En cuanto a los países emergentes, China y los países exportadores de productos primarios mantuvieron un dinamismo sostenido hasta el año 2011, excepto durante la crisis de Lehman.

No obstante, desde fines de 2011, China y estos países emergentes han perdido dinamismo en forma importante y la mayoría de ellos comenzaron a experimentar una desaceleración generalizada.

La desaceleración llegó a América Latina y a Europa emergente algo más tarde, entre finales de 2012 y comienzos de 2013. En el tercer trimestre del año 2012, más del 85% de los países emergentes del mundo ya se estaban desacelerando en forma simultánea. Esta desaceleración ha sido más profunda y ha durado más que otras anteriores, lo que ha sido una sorpresa para los analistas y para los inclinados a aventurar proyecciones.

De esta forma, un reciente estudio del FMI, que analiza las proyecciones de los World Economic Oulook (WEO), muestra que al comparar las proyecciones de crecimiento para el año 2013 del WEO de octubre del 2012 y del WEO de octubre del 2013, la reducción de la tasa media de crecimiento de los países emergentes es tres veces la reducción de la tasa media para los países avanzados.

Las revisiones a la baja en el crecimiento de América Latina han sido especialmente importantes. Esto se ve en forma más clara cuando comparamos las proyecciones del Consensus Forecast de América Latina.

Así, mientras en enero del año pasado se proyectaba que la región crecería un 3,9% este año, en la misma publicación de septiembre de 2014 se proyecta que el crecimiento llegará solo a un 1,2%. Esto sugiere que, además de la desaceleración de los países avanzados, han existido otros factores que están impactando a los países emergentes en particular.

Es importante resaltar que esta desaceleración de los países emergentes se ha producido a pesar de condiciones financieras internacionales extraordinariamente favorables para ellos (excepto durante el período alrededor de la crisis de Lehman).

Al mismo tiempo, las revisiones a la baja en sus proyecciones de crecimiento de corto plazo han estado acompañadas de revisiones a la baja en las perspectivas de crecimiento de mediano plazo, lo que ha sido el resultado de una reevaluación del crecimiento potencial de estas economías. Es decir, el escenario se percibe complejo a lo menos para varios años más.

En cuanto a factores concretos que han impactado el crecimiento de los países emergentes destaca la desaceleración de China, consecuencia de los serios intentos de sus autoridades por reducir desequilibrios y vulnerabilidades, como la banca en las sombras y la burbuja inmobiliaria, así como de sus esfuerzos por reorientar su economía hacia el consumo interno. Dado el peso de China en la economía mundial, que actualmente asciende a un 15,9% del PIB global, y su relevancia en la demanda de productos primarios, su desaceleración ha tenido efectos en el crecimiento mundial y en los precios de commodities, impactando a través de ambos canales a los países emergentes en general y a los exportadores de commodities en particular.

¿Y qué ha pasado en Chile? En nuestro país la desaceleración llegó algo más tarde, pero en los últimos trimestres ha sido especialmente pronunciada. A ello han contribuido tanto factores cíclicos -el fin del superciclo de precios del cobre y de la reconstrucción- como factores particulares. Entre estos últimos destacan tanto la mayor incertidumbre asociada a la ambiciosa y amplia agenda de reformas de políticas que se han introducido o han estado en discusión en el último tiempo como los efectos anticipados de estos cambios en la inversión. Estos efectos particulares amplifican los efectos de los factores cíclicos cuando lo que se requería era, justamente, contrarrestarlos.

En cuanto a perspectivas para el año 2015, la economía mundial tomaría algo más de dinamismo, principalmente por un mejor año para EE.UU., cuyo crecimiento será impulsado por una política monetaria aún expansiva, una situación fiscal más neutral, una menor deuda de familias y empresas, un importante aumento de la riqueza de las familias y mejoras en la confianza de consumidores y de empresarios. De hecho, todo apunta a que, dada la fuerza que está tomando la recuperación, la Fed comenzaría a incrementar la tasa de interés en el primer semestre del próximo año.

En contraste, el crecimiento de la Zona Euro seguirá bajo, afectado principalmente por la incapacidad de Francia e Italia de enfrentar problemas estructurales que limitan su crecimiento potencial (sistemas laborales y tributarios, competencia en el sector de servicios, mejoras en infraestructura y ajustes en políticas sociales), y por los efectos en las expectativas de la crisis de Ucrania. Dada la fuerte desaceleración de Alemania y el mayor riesgo de que la Zona Euro vuelva a caer en recesión y experimente deflación, se requerirá una combinación de política fiscal más expansiva en Alemania y acciones monetarias no convencionales mucho más agresivas del Banco Central Europeo. Lo que sí será un factor positivo es la importante depreciación que ha experimentado el euro, que se ha anticipado a que la autoridad monetaria será capaz de concretar sus intenciones de introducir estímulos más agresivos.

En Japón, la administración de Shinzo Abe deberá ser mucho más pujante en la introducción de reformas estructurales en áreas como la competencia, la desregulación, la inmigración y la apertura comercial y financiera, para así poder aumentar la tasa de crecimiento de su producto potencial. China, donde el sector privado está tomando un rol cada vez más importante en su economía, tendrá que balancear muy bien su progreso, corrigiendo sus desequilibrios e introduciendo estímulos focalizados para evitar que su crecimiento se resienta con más fuerza.

Este escenario será algo más favorable para los países emergentes en cuanto a crecimiento del producto y del comercio mundial, aunque menos favorable en cuanto a condiciones financieras internacionales, flujos de capitales y volatilidad de sus monedas. Las perspectivas de precios de productos primarios tampoco son muy auspiciosas debido a que el crecimiento de China, posiblemente, seguirá reduciéndose.

Considerando este escenario externo, el principal reto para los países emergentes, y para Chile en particular, va a estar en cómo reimpulsar su crecimiento. Para esto no hay atajos. Ergo, los esfuerzos de los países emergentes deberán concentrarse en fortalecer su marco de políticas macrofinancieras -en preparación al alza de tasas de la Fed y para mejorar su capacidad de poder utilizar políticas contracíclicas- y, al mismo tiempo, mejorar el clima de negocios y remover obstáculos internos que afectan el crecimiento potencial. En esto último, Chile tiene grandes oportunidades para reducir la incertidumbre y articular una agenda de crecimiento que impulse la inversión y las mejoras de productividad, partiendo por destrabar proyectos de infraestructura y de energía, lo cual no solo tendría un efecto positivo en el crecimiento potencial, sino que también estimularía la demanda interna, considerando que no es mucho más lo que se puede esperar del entorno externo.