El Mercurio, 15 de julio de 2018
Opinión
Economía

La guerra comercial comenzó

Vittorio Corbo.

La guerra comercial encontró a una economía mundial que estaba en una robusta y sincronizada expansión con inflaciones bajas, excepto en Estados Unidos.

La ola proteccionista iniciada por el Presidente Trump, con sus alzas de aranceles a las lavadoras y los paneles solares, continuó con la imposición de un arancel adicional de 25% al acero y de 10% al aluminio provenientes de importantes socios comerciales -como la Unión Europea, Japón, China, México y Canadá-, y con la introducción de un arancel adicional de 25% a US$ 36.000 millones de importaciones de bienes provenientes de China, el viernes de la semana pasada.

Ese mismo día, China respondió con un arancel adicional de 25% al mismo monto de importaciones provenientes de Estados Unidos. Alzas similares se aplicarían a US$ 14.000 millones de importaciones adicionales, tanto por Estados Unidos como por China.

Si esta guerra comercial termina con esta primera batalla, los costos serían reducidos, dado que las importaciones sujetas a mayores aranceles representan apenas un 0,2% del PIB de Estados Unidos y un 0,3% del PIB de China. Pero los costos también se extenderían a los países que son importantes proveedores de materias primas y productos intermedios a China.

Sin embargo, la gran preocupación mundial hoy es un escalamiento de esta guerra comercial. Hay motivos para preocuparse: el Presidente Trump solicitó una lista adicional de US$ 200.000 millones de importaciones chinas para imponerle un arancel adicional del 10%, y ha amenazado con, incluso, extender el alza de aranceles al total de importaciones desde China (algo más de US$ 500.000 millones al año).

Pero el nacionalismo y proteccionismo del Presidente Trump va más allá de China. Existe el riesgo de un incremento de 25% de los aranceles a la importación de autos y partes independiente del país de origen, importaciones anuales que hoy alcanzan los US$ 360.000 millones, y al mismo tiempo que mantiene sus amenazas sobre la continuidad del Nafta y de no respetar los dictámenes de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Si estos aumentos adicionales de aranceles se materializan, sus efectos se harían sentir no solo en Estados Unidos y China, sino que también en los principales exportadores de autos y partes a los Estados Unidos, que son Alemania, Japón, México, Canadá y Corea.

Uno se puede preguntar qué hay detrás de esta estrategia del gobierno de Trump. Donald Trump ha manifestado una gran preocupación por los déficits comerciales bilaterales, especialmente con China, México y Alemania, desconociendo principios elementales que aprende todo alumno de economía: los desbalances bilaterales son un reflejo de intercambios voluntarios y beneficiosos a ambas partes, determinados por las ventajas comparativas de los países involucrados.

Lo que pasa a nivel de un país también pasa a nivel familiar. De hecho, mi familia tiene un déficit comercial, entre otros, con el supermercado en que hacemos nuestras compras, como también con el condominio en que vivimos por cargo de gastos comunes, pero al mismo tiempo, tenemos superávits con las entidades que nos emplean o contratan nuestros servicios y que administran nuestros activos. Lo importante es la suma de todos estos déficits y superávits bilaterales, porque eso refleja la diferencia entre nuestro ingreso y gasto, esto es, el saldo de la cuenta corriente.

Si esta cuenta tiene un déficit, un país o una familia está gastando más que su ingreso, lo que es posible temporalmente mediante el endeudamiento o la venta de activos. Si los excesos de gasto se transforman en la norma, más temprano que tarde habrá dificultades para pagar la deuda, esto es, problemas de solvencia.

Por contabilidad agregada, el déficit en cuenta corriente es también igual a la suma del déficit privado y público. La forma de enfrentar un problema de un déficit en cuenta corriente abultado es con políticas encaminadas a reducir el déficit público (lo que intentan hacer Argentina y Brasil hoy) o reducir el déficit privado. La reforma fiscal de Trump va a hacer justo lo contrario: aumentará el déficit público sin que se compense con un superávit privado, lo que terminará por aumentar el déficit en cuenta corriente de Estados Unidos, con o sin mayores aranceles de por medio.

Un punto válido de las quejas del Presidente Trump es que las exportaciones de Estados Unidos, en ciertas áreas donde es competitivo, enfrentan en China y la Unión Europea (UE) aranceles mayores que los que enfrentan las exportaciones de ambos países en Estados Unidos.

La institucionalidad existente para negociar reducciones a las barreras comerciales es a través de negociaciones al interior de la OMC o de acuerdos comerciales que cumplan con la normativa de esa organización.

Otras veces el Presidente Trump justifica su imposición de aranceles a China, argumentando que este país no respeta los derechos de propiedad y que, por lo general, obliga a los inversionistas de Estados Unidos, interesados en invertir en China, a compartir la tecnología con sus socios locales. Siendo esta una postura correcta, la forma de enfrentarlo es a través de negociaciones en el marco de la OMC y no con alza de aranceles, sin perjuicio de que estas alzas pueden ser parte de una estrategia para negociar un mejor tratamiento de los derechos de propiedad más adelante.

Pero un escalamiento de la guerra comercial es peligroso. La experiencia histórica y la literatura económica ilustran muy bien que las guerras comerciales siempre terminan teniendo costos para los países envueltos en estos conflictos, como para la economía mundial. La experiencia histórica de la década del 30 del siglo pasado es clara en este aspecto (D. Irwing, Peddling Protectionism», 2011).

Los costos económicos se manifiestan en un menor crecimiento del comercio global y de la inversión, menos competencia e innovación, pérdidas de empleo, incertidumbre, precios más altos, pérdidas de bienestar de los consumidores y aumentos temporales de la inflación. En el caso del empleo, un estudio del Peterson Institute estima que solo el arancel a las importaciones de acero podría destruir 195.000 empleos en la industria automotriz y de partes para automóviles en Estados Unidos.

Impacto en la economía mundial

La guerra comercial encontró a una economía mundial que estaba en una robusta y sincronizada expansión con inflaciones bajas, excepto en Estados Unidos. En ese país se agotaban las brechas de capacidad y la inflación iba al alza, al mismo tiempo que comenzó a implementarse la reforma fiscal del Presidente Trump. Todo esto ha llevado a la Reserva Federal (FED) a seguir con su estrategia de alzas graduales de la tasa de interés de política para evitar una aceleración de la inflación.

Por otra parte, la economía mundial perdió dinamismo en el primer trimestre, especialmente en la Zona Euro (ZE) y Japón, producto, en parte, de factores temporales (huelgas, clima, epidemia de influenza). En tanto, en el segundo trimestre, mientras Estados Unidos y Japón ganaban dinamismo, China lo perdía como consecuencia de políticas para controlar la banca en las sombras y el excesivo endeudamiento de empresas estatales y de gobiernos locales, al mismo tiempo que la desaceleración de la ZE se detenía. De otra parte, el alza de tasas de la Fed, unida al aumento del diferencial de crecimiento entre Estados Unidos y el resto del mundo, ha llevado a una apreciación del dólar, salidas de capitales de los países emergentes y depreciaciones de sus monedas, acompañado de aumentos de tasas de interés internas, lo que ha afectado negativamente las tasas de crecimiento de los países con importantes desequilibrios internos, como Argentina, Brasil y Turquía.

Los aumentos de aranceles implementados y ya anunciados introducen un sesgo a la baja en el crecimiento global, a través de sus efectos en las cadenas globales de producción y el aumento de la incertidumbre, con efectos negativos en la inversión y el consumo. Estimaciones preliminares sugieren que estas alzas pueden reducir el crecimiento mundial proyectado del 2019, entre 2 y 4 décimas, esto es, en vez de crecer un 3,9%, la economía mundial se expandiría entre 3,5 y 3,7%. Pero de agudizarse el conflicto, los efectos negativos serían mayores.

Impacto en Chile

Chile se verá afectado por la guerra comercial a través del menor crecimiento mundial y de China, los menores términos de intercambio (menor precio del cobre y mayor precio del petróleo), las eventuales esquirlas de las alzas arancelarias, la mayor incertidumbre, y las correcciones y volatilidad en los mercados financieros.

Estos eventos encuentran a la economía chilena atravesando una sólida expansión cíclica, alimentada por condiciones financieras favorables, una importante mejora en expectativas y el alto dinamismo que ha mostrado, hasta ahora, la economía mundial. Pero no cabe duda de que los riesgos a la baja del crecimiento global del 2019 en adelante se han incrementado, lo que aumenta la urgencia de implementar políticas amigables con la expansión de la inversión y de la productividad en nuestro país.