Que Frei pueda volver a La Moneda es algo improbable. Primero, por falta de apoyo político y, segundo, porque la Concertación aparece hoy enteramente ocupada por las ex ministras Alvear y Bachelet.
Eduardo Frei no se cansa de repetir que no se ha subido al carro de las precandidaturas concertacionistas. Sin embargo, hay buenas razones para dudar de sus palabras. El ahínco con el que se ha involucrado en la campaña municipal no obedece sólo a su interés en que a la Concertación le vaya bien en esta elección. Le permite reconstruir esas redes que se deben haber atrofiado después de cinco años lejos de La Moneda. Pero si ese sueño pudo tener un asidero hace algún tiempo, ahora parece haberse desvanecido definitivamente. Las encuestas, que cada cierto tiempo golpean la coyuntura política, se han convertido en verdaderas pesadillas para el ex Presidente. Ninguna de ellas le permite abrigar la esperanza, por pequeña que ésta sea, de que su opción presidencial tenga alguna posibilidad de concretarse.
Las razones detrás del escaso apoyo político que su nombre suscita obedecen, en una parte importante, al hecho de que la escena concertacionista aparece enteramente ocupada por las ex ministras Alvear y Bachelet. Pero hay otras razones que sugieren que, aun en ausencia de estas cartas presidenciales, sus posibilidades habrían estado muy debilitadas. Frei, en diciembre de 1993, fue elegido Presidente por una amplia mayoría: un 58 por ciento de los ciudadanos que emitieron válidamente su voto estuvieron dispuestos a respaldarlo. Pero a pesar de esa gran votación, nunca logró ser un presidente popular. Nunca, por ejemplo, durante su gobierno alcanzó los niveles de aprobación que había obtenido el Presidente Aylwin durante su mandato.
Sin embargo, en los primeros cuatro años de su gestión la economía tuvo un comportamiento excepcional. El desempleo se mantuvo en niveles muy bajos, aumentaron los salarios y la economía creció a una tasa promedio de casi 8 por ciento. En este escenario, a mediados de 1997, año en que se registraba el desempleo promedio más bajo de las últimas tres décadas, el gobierno de Frei recibía una aprobación de apenas un 38 por ciento. No es fácil tratar de entender qué factores estaban tras esta apreciación tan poco generosa de su conducción del gobierno. Dos factores parecen haber sido claves. A pesar de los buenos resultados económicos en la primera parte de su gestión, hubo durante ese período un leve pero consistente deterioro de las expectativas económicas de la población que afectó la confianza en el gobierno. Pero, principalmente parece haber influido en la baja aprobación a su gestión la percepción de que era un presidente débil. Típicamente, en esos años, la ciudadanía en proporciones de 60 por ciento consideraba que Frei actuaba con debilidad y sin firmeza frente a la presión de grupos de interés. Esta percepción contrasta con la que existe respecto del Presidente Lagos y, quizás, ayude a explicar por qué, a pesar de que este último anduvo a los tropezones en la primera mitad de su gobierno, la aprobación a su gestión se haya mantenido relativamente alta.
A Frei, en cambio, el infortunio y una gestión deficiente lo acompañarían en sus últimos dos años de gobierno. La economía se desaceleró y sufrió una recesión en 1999; el desempleo aumentó dramáticamente. Al final de su gestión, la aprobación de Frei había caído debajo del 30 por ciento. No cabe duda de que éste es el principal factor detrás de la lastimosa posición en la que aparece en las actuales encuestas. Sus probabilidades de reelegirse, habida cuenta de la baja aprobación ciudadana a fines de su gobierno, se acercan a cero. Piénsese por un momento en la situación de Estados Unidos, donde Bush, con una aprobación de 44 por ciento, está teniendo problemas para reelegirse.
Además, el padrón electoral no ha sufrido tantas modificaciones como para apostar a que esos bajos niveles de aprobación podrían superarse rápidamente. Tampoco terminó con niveles de aprobación demasiado elevados entre los votantes concertacionistas más fieles, lo que lleva a dudar de sus reales posibilidades en una primaria oficialista. El caso de Kerry parece alimentar algunas esperanzas en sus partidarios. A dos meses de iniciarse las primarias del Partido Demócrata aparecía en el octavo lugar de las preferencias de los simpatizantes de ese partido; diez meses después existen posibilidades de que pueda instalarse en la Casa Blanca. Claro que el senador estadounidense nunca ha tenido el nivel de desaprobación que, en su momento, tuvo Eduardo Frei. Una dosis de realismo político lleva a pensar que cuando Frei cerró las puertas de La Moneda, el último día de su mandato, lo hizo para siempre.