El Mercurio
Opinión

La incertidumbre y los riesgos globales aumentan

Vittorio Corbo.

La incertidumbre y los riesgos globales aumentan

La incertidumbre y los riesgos de la economía global se han incrementado en crecimiento, inflación y precios de activos financieros.

Gracias a una recuperación más rápida de lo previsto en EE.UU. y la mantención del dinamismo de China, la economía mundial tuvo un primer semestre que superó las expectativas, liderado por el consumo de bienes. Sin embargo, en el tercer trimestre, EE.UU. y los países avanzados han perdido dinamismo por varias razones: los aumentos de los contagios; la prolongación e intensificación de problemas de los canales de oferta y del transporte marítimo; una recuperación de la oferta de trabajo más lenta de lo esperado; el pronunciado aumento en los precios de los combustibles y de energía; y una desaceleración de China y del Sudeste Asiático. Por un lado, el crecimiento de China está siendo afectado por un severo racionamiento eléctrico —introducido para cumplir con la meta anual de emisiones de carbono de las provincias—, una regulación más severa de la educación privada, de las empresas tecnológicas e inmobiliarias, y la restricción del acceso al crédito de estas últimas, que les ha generado dificultades para cumplir con sus compromisos financieros. Por otro lado, el Sudeste Asiático ha sufrido una contracción de su sector manufacturero como consecuencia de los aumentos de contagios, la escasez y alzas de costos de los insumos, la congestión en los puertos y la desaceleración de China.

Dado el rol central de China y el Sudeste Asiático en las cadenas globales de abastecimiento, sus problemas repercuten a nivel global. Los sectores más afectados a nivel global han sido el automotor y el tecnológico. Los indicadores de actividad de alta frecuencia confirman este cuadro de ralentización del crecimiento en países avanzados y emergentes. En la misma línea, el informe sobre las Perspectivas de la Economía Global de otoño del FMI revisó a la baja las proyecciones de crecimiento global para este año respecto de su informe de julio. Las principales revisiones fueron para EE.UU. (de 7,0 a 6,0%), Alemania (de 3,6 a 3,1%) y del Sudeste Asiático (de 4,3 a 2,9%), lo que llevaría el crecimiento global de este año a un 5,9%, una décima menos que en el informe de julio. Las proyecciones para el 2022 asumen que estos problemas se van a disipar cuando avance la vacunación a nivel global y las cadenas de abastecimiento comiencen a normalizarse, lo que debiera resultar en un crecimiento global ese año entre 4,5 y 5%.

Después de más de una década de inflación muy baja, esta ha estado aumentando en el mundo, especialmente en EE.UU., Alemania, Reino Unido y los países emergentes. Estas alzas se dan en un contexto de políticas monetarias y fiscales expansivas, escasez de suministros y de mano de obra, y alzas pronunciadas de precios del transporte marítimo, combustibles, energía y alimentos manufacturados.

Como resultado, la incertidumbre y los riesgos de la economía global se han incrementado en crecimiento, inflación y precios de activos financieros. Con respecto al crecimiento y la inflación, hay incertidumbre asociada al control de la pandemia, por la aparición de nuevas variantes y el lento avance en la vacunación, al uso que se les dé a los ahorros acumulados durante la pandemia, a la duración que tome la normalización de los cuellos de botella en las cadenas de abastecimiento, a la evolución de los precios de la energía y de los combustibles, y al comportamiento de la oferta de trabajo y de los salarios. Preocupa también que el alza que ha estado experimentando la inflación termine siendo más persistente, especialmente en EE.UU., Reino Unido, Alemania, América Latina, y Europa Central y del Este. Si el alza de la inflación resulta ser más persistente, reducirla para llevarla de regreso a la meta puede requerir tasas de interés bastante más altas que las incorporadas en los precios financieros hoy, con grandes efectos en los mercados de deuda, especialmente en países emergentes.

La combinación de una desaceleración del crecimiento y un alza de la inflación ha llevado a algunos a hablar de estanflación, esto es, un período prolongado de bajo crecimiento con alta inflación, como el que la economía mundial experimentó tras el shock de precios del petróleo de la década del 70 del siglo pasado. Esta preocupación es muy prematura, pues estamos en medio de una recuperación que se ha ralentizado, las expectativas de inflación están solo algo por encima de la meta y la institucionalidad del mercado laboral es muy distinta a la de los 70. En esos años, cerca de un 38% de los trabajadores de la OCDE estaban cubiertos por contratos colectivos, cuya mayoría incluía ajustes por alzas en el costo de la vida. Hoy, ese número es de solo un 16%. En EE.UU., donde más se habla de una eventual estanflación, más del 60% de los contratos incluían cláusulas de reajuste por inflación en los 70; hoy ese número está bajo el 20%.

En el caso chileno, además de la incertidumbre sobre la evolución del trabajo de la Convención Constitucional y de los resultados de las próximas elecciones presidenciales y legislativas, la principal preocupación radica en el gran debilitamiento de las políticas económicas y del mercado de capitales, como resultado de los continuos cambios constitucionales asociados a los retiros de los ahorros acumulados en los fondos de pensiones, y los cambios en los contratos de rentas vitalicias, con efectos en la inflación, las tasas de interés de largo plazo, el riesgo país y el valor del peso. Estos efectos se verían exacerbados por una eventual aprobación de un cuarto retiro y otros sucesivos de los fondos de pensiones (ver presentación del presidente del Banco Central en la comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento del Senado el 12 de octubre pasado). El deterioro en las condiciones financieras para los créditos de largo plazo no solo está afectando el costo de los créditos hipotecarios, con impacto en el sector inmobiliario y la clase media; también incide sobre el costo del financiamiento de la inversión y, en último término, en el crecimiento de largo plazo. Esto sucede justo cuando se anticipa que los países avanzados, especialmente EE.UU., iniciarán un proceso de alzas de tasas, lo que impulsará las tasas de largo plazo. La depreciación del peso —la mayor de los países emergentes en lo que va del año, pese al alza en el precio del cobre y al alto crecimiento— le está dando un impulso adicional a la inflación, a través de los mayores precios de los productos transables.

Dado que el escenario externo escapa al control de las autoridades locales, salvo en lo que se refiere a gestionar sus efectos, vale la pena que ellas tomen conciencia de la incertidumbre y riesgos que enfrenta, y concentren la atención en evitar seguir debilitando el mercado de capitales y las políticas internas. Moverse en esta dirección con cierta urgencia es bueno para el país, especialmente para la clase media y los grupos de más bajos ingresos, y va a favorecer a cualquier gobierno que asuma el próximo 11 de marzo y que tenga en su programa resolver los problemas de la clase media y mejorar el bienestar de la población.