La Segunda, 22 de agosto de 2017
Opinión

La pesadilla estatal

Sylvia Eyzaguirre T..

«Espero otros 40 minutos para que me atiendan. Esta vez logro inscribir la defunción. Una extraña sensación de éxito se apodera de mí por unos instantes».

Son las 9 AM y estoy en el Registro Civil para legalizar el certificado de defunción de mi padre (según instrucciones de la Cancillería), quien murió en el extranjero. En informaciones me envían a la oficina de apostilla. Después de 15 minutos de espera, la señorita revisa los papeles y me dice que no se requiere legalización, que debo dirigirme directamente a la oficina de inscripción. Allí, luego de 30 minutos de espera, el empleado público me dice que requiero una copia del certificado de nacimiento de mi padre. Le explico que lo puede ver en línea o que él mismo lo puede obtener, pues es el mismo Registro Civil quien entrega dicho certificado. Pero nuestro aparato estatal está hecho para complicarle la vida a la gente y me envían al primer piso a la oficina de certificados.

Después de 15 minutos de espera obtengo el certificado de nacimiento requerido y me dirijo nuevamente a inscribir la defunción. Después de 40 minutos de espera, la señora que atiende me dice que necesito una fotocopia legalizada del certificado original de defunción. ¡Qué útil hubiera sido saberlo la primera vez que hice la cola! Le digo a la servidora pública que este certificado es el original, ¿por qué no basta una fotocopia que ella misma puede sacar o escanear el documento, como lo hacen en otros países civilizados? Como si no entendiera de qué estoy hablando, vuelve a repetir que debo entregar una fotocopia legalizada. Esto implica salir del Registro Civil en busca de una notaría.

Después de una hora para obtener la fotocopia legalizada vuelvo a la oficina del Registro Civil para inscribir la defunción. Espero otros 40 minutos para que me atiendan. Esta vez logro inscribir la defunción. Una extraña sensación de éxito se apodera de mí por unos instantes, hasta que la servidora pública me explica que la defunción estará accesible en el sistema en 65 días hábiles más. Sí, aunque no lo crea es verdad: la inscripción se demora casi tres meses en hacerse efectiva. La explicación es obvia: muere mucha gente en el extranjero.

Esta pesadilla burocrática la sufren a diario cientos de miles de personas en nuestro país, en distintas instituciones del Estado, y no hay razón que la justifique. Es el Estado el que debiera estar al servicio de las personas y no al revés. Se requiere con urgencia una modernización del Registro Civil. Esto implica mejorar la información a los usuarios, simplificar los trámites, unificar bases de datos, masificar el acceso a los trámites en línea y acortar los plazos de los trámites, entre otras modificaciones. La eficiencia, como criterio de evaluación del sector público, no es un criterio únicamente económico, sino también ético, pues conlleva un trato digno para las personas.