La Tercera, 4 de diciembre de 2016
Opinión
Economía

La vigencia del escocés

Leonidas Montes L..

Un libro muy citado, pero pocas veces leído, cumple 240 años. Se trata de Una investigación acerca de la naturaleza y las causas de la Riqueza de las Naciones (RN), publicado en 1776 por Adam Smith (1723-1790)

Un libro muy citado, pero pocas veces leído, cumple 240 años. Se trata de Una investigación acerca de la naturaleza y las causas de la Riqueza de las Naciones (RN), publicado en 1776 por Adam Smith (1723-1790), ese hijo insigne de la Ilustración Escocesa que es conocido, con muy buenas razones, como el «padre de la economía». Pero el legado intelectual del escocés es mucho más vasto y amplio.

Después de estudiar en la Universidad de Glasgow, gana una beca para seguir sus estudios en la Universidad de Oxford. Algo decepcionado de la enseñanza en la tradicional universidad inglesa, regresa a Escocia y se dedica a enseñar retórica en Edimburgo. En 1752 fue nombrado professor de la prestigiosa e importante cátedra de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow. Sus clases las dividió en cuatro partes: ética, economía política, jurisprudencia y teología. Aunque, a mi juicio, enseñó teología no por devoción, sino más bien por pragmatismo, de las otras tres ramas emana su legado.

Respecto de la ética, en 1759 publica su Teoría de los Sentimientos Morales (TSM). Este libro lo lanzó a la fama y le permitió ser invitado como tutor del duque de Buccleuch a su grand tour por el continente. En este viaje por Europa, que duró casi tres años (1764 -1766), conoció a los grandes intelectuales de la época, entre ellos a Voltaire, a los enciclopedistas y Quesnay, el padre de los fisiócratas. Al finalizar su viaje, debido a la muerte del hermano del duque, Adam Smith regresa a Londres y se retira a su pueblo natal, Kirkcaldy. Durante los próximos 10 años se dedica, casi sin interrupciones, a la rama de la economía política escribiendo su monumental RN. Este libro fue publicado en marzo de 1776, unos meses antes de la declaración de la independencia de los Estados Unidos. Esta casualidad, más que una coincidencia, fue el augurio de su influencia.

Nunca concluyó la tercera rama que cerraría su gran proyecto de una «ciencia social». Aunque en su TSM Adam Smith había reiterado su promesa acerca de un libro sobre jurisprudencia, esta no se cumplió. De hecho, justo antes de morir exigió que sus apuntes acerca de esta materia fueran quemados. Sólo permitió rescatar algunos escritos que fueron publicados póstumamente, en 1795, como sus Ensayos en temas filosóficos.

Sus dos grandes obras sufrieron destinos diferentes. Si TSM fue el libro que le granjeó su prestigio intelectual, posteriormente RN se convirtió en su magnum opus. Durante el siglo XIX y gran parte del siglo XX, TSM fue prácticamente ignorada. En cambio, RN se convirtió en un libro muy influyente. No obstante, en los últimos 30 años se ha producido un sorprendente renacimiento del interés intelectual en la ética de la TSM. Destacados filósofos, cientistas políticos y economistas han llamado la atención sobre la riqueza de la TSM, donde desarrolla el concepto de «simpatía».

Smith estaba también muy consciente de los riesgos políticos del fanatismo y la ceguera ideológica. En efecto, en TSM se refiere al «hombre de sistema» que imagina que puede arreglar la sociedad con la misma facilidad con que mueve las piezas en un tablero de ajedrez. Según Smith, esta persona, presa del dogmatismo, suele olvidar que en el gran tablero de la sociedad cada pieza tiene un movimiento propio que puede ser distinto al que el gobernante le quiere imponer. Concluye que si esos dos movimientos coinciden, el juego será armonioso y feliz. En cambio, si no coinciden y son opuestos, el juego será desordenado y miserable. Por eso, proteger la libertad y resguardar la autonomía de las personas sería el antídoto contra ese dogmatismo y fanatismo tan propio del socialismo del siglo XX.

Pero en cierta medida el reciente interés por TSM ha dejado de lado la riqueza y vigencia de RN. Smith dibuja la economía política dentro en un marco moral y filosófico. Y en su tarea por develar, como su título lo sugiere, la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, sienta las bases de la economía moderna. La importancia del intercambio «honesto y deliberado» como piedra angular, el fenómeno de la división del trabajo, la importancia de la competencia, los incentivos, los deberes del Estado y el rol del mercado para mejorar las condiciones de vida de los más pobres son fundamentales para el crecimiento y el progreso. Su ataque sistemático y contundente contra el mercantilismo, su defensa de la competencia como una instancia de cooperación no intencionada, y sus duras críticas a los monopolistas le permiten defender una economía social de mercado mucho más humana que utilitarista. Por tanto, su visión de la economía no es un simple laissez faire amparado en la caricatura de la mano invisible.

En definitiva, Adam Smith no sólo sentó los fundamentos de la economía y las políticas públicas. Además, desarrolló una original teoría moral que descansa en el concepto de «simpatía» y del espectador imparcial. También pensó y escribió acerca de la retórica, el origen del lenguaje, las ciencias, la astronomía, la física y la metafísica, reflejando ese dictum de la Ilustración que Kant definía, citando a Horacio, como sapere aude (atrévete a saber). Su visión y comprensión de la naturaleza humana y los problemas de la sociedad es tan realista como pragmática. En general, RN transpira un optimismo que es crudamente realista y a ratos escéptico. Y, ciertamente, su interés por comprender la moral, la evolución de la sociedad y el futuro de la civilización y sus desafíos le debe mucho al peculiar y distintivo contexto intelectual de la Ilustración Escocesa.

En fin, en su empeño por escudriñar y comprender la naturaleza humana, su legado le permite a Adam Smith ocupar un merecido y destacado sitial como uno de los grandes padres del liberalismo, un padre cuya mayor preocupación fue la defensa del «plan liberal de la igualdad, la libertad y la justicia».