La Segunda, 24 de junio de 2014
Opinión

Lágrimas de cocodrilo

Leonidas Montes L..

Algo está pasando en Chile. La nostalgia sesentera lo ha inundado todo. Pareciera existir una profunda contrición moral en algunos cómplices arrepentidos del exitoso Chile. En esta nueva revolución socialista ya no es la lucha armada. Ahora son las lágrimas y el fanatismo. El nuevo discurso, en pos de una sociedad justa, se mueve entre el dogmatismo, la religión y el realismo mágico. Un personero del Gobierno ha llegado incluso a proponer un descabellado acto de inmolación. El intendente Huenchumilla ofreció quemarse a lo bonzo. Ahora descubrió la cara oscura de la injusticia social en La Araucanía. Y entre temores y temblores, como diría Kierkegaard, vio la luz en el sacrificio. Pero en el siglo XXI, la luz ya no es la razón ni la dialéctica hegeliana. Lo que guía a estos arrepentidos es la culpa. Un profundo e inexplicable sentimiento de culpa.

No es el odio ni la lucha de clases. Es la emoción y la insensatez. El intendente Huenchumilla se pregunta cómo es posible que “80 familias vivan en 120 hectáreas”. Huenchumilla se salta la simple aritmética y va a los grandes números, aclarando que “cada familia tiene una hectárea, y ahí viven. Y al lado de ellos hay un fundo de 2 mil hectáreas de una familia. ¿A quién pertenece ese fundo de 2 mil hectáreas? A un connotado empresario de Santiago, que va una, dos, tres o cuatro veces al año, seguramente en las vacaciones, a pasear con su familia, mientras al lado hay gente que no tiene cómo subsistir”. Y después de este brutal contraste, apabullado por la injusticia y el pesimismo, remata: “Esto no tiene vuelta”.

Ya no se trata de acabar con la burguesía y los explotadores. Tampoco de expropiar. La reforma agraria y todo eso son cosas del pasado. En los nuevos tiempos de Huenchumilla, como si el problema de La Araucanía fuera tan simple y la Conadi no lo hubiera intentado, sólo hay que devolver las tierras. Por supuesto, el senador Navarro se colgó e hizo un llamado al Gobierno para apoyar al intendente. En Venezuela —ese paraíso al que aspira Navarro— este tipo de declaraciones fueron grito y plata. Total, no hay de qué preocuparse. Para eso tenemos plata.

Por otro lado, tenemos al ministro Eyzaguirre emocionado con sus sueños juveniles. Al borde de las lágrimas, continúa por las alamedas con su veleidosa cruzada contra el lucro y a favor de la gratuidad. El Estado es la gran solución, canta el coro de cocodrilos. La AFP estatal resolverá todos los problemas. Codelco será capitalizado para mejorar el “sueldo de Chile”. Para eso están las reservas. El modelo exportador ya no funciona, nos recuerdan. Volveremos a tener una gran Corfo. Tendremos grandes planes y sesudos planificadores. Quién sabe, quizá inventaremos un ingenioso modelo de desarrollo a la chilena. No en vano el nuevo embajador ante EE.UU. nos confesó, antes de partir a la cuna del capitalismo, que le explicaría a Obama cómo Chile resolvería el problema de la desigualdad. Es como en el fútbol, pienso, mientras avanzamos perdiendo 2 a 0.