El Mercurio, 20/03/2011
Opinión

Las grandes sorpresas de 2011

Vittorio Corbo.

En los últimos meses, la recuperación de la economía mundial avanzaba a un ritmo mayor al anticipado. Los principales problemas eran de solvencia fiscal y financiera en Europa y del alza en la inflación tanto en los países emergentes como en la Zona Euro. La recuperación se ha visto amenazada por los inesperados y profundos cambios que se están desarrollando en el Medio Oriente y el Norte de África (MENA), y ahora por los efectos del terremoto, maremoto y contaminación nuclear en Japón.

Los eventos en MENA han dado lugar a un salto de 25 dólares por barril en el precio del petróleo Brent desde que se desató la crisis en Túnez y han aumentado la incertidumbre sobre la estabilidad de esos países y sus efectos. Existe preocupación no sólo por cuál será la evolución futura de estos eventos, sino que por sus eventuales efectos en el precio del petróleo, en la estabilidad política de la región y, en último término, en una economía mundial que ya se proyectaba que iba a crecer sólo a tasas moderadas en los próximos años.

En cuanto a la catástrofe en Japón -la tercera economía más grande del mundo, que representa un 8,7% del PIB mundial a tipo de cambio de mercado-, es difícil dimensionar la magnitud de sus efectos, debido a la gran incertidumbre sobre la seriedad de los problemas de contaminación nuclear que se han desatado. Si la contaminación nuclear se logra contener, los efectos del terremoto y maremoto en la actividad serían acotados y limitados en el tiempo. La región afectada representa un 7% del PIB, y dentro de ésta, las prefecturas más afectadas representan en torno al 4%. Estudios preliminares estiman las pérdidas causadas por el terremoto y maremoto en una cifra de entre 150 mil millones y 200 mil millones de dólares, lo que equivale a algo menos del 4% del PIB. Este porcentaje supera las pérdidas estimadas por el terremoto de Kobe del año 1995, pero es menor a las del terremoto y maremoto de Chile del año pasado. Japón tiene la capacidad técnica, los recursos financieros y la fortaleza de una población con una ética de trabajo muy fuerte para salir adelante con el proceso de reconstrucción. En este proceso se requerirá reconstruir infraestructura pública y apoyar a aquellas personas que necesiten ayuda para recuperar sus vidas, lo que implica un aumento en el gasto fiscal. A primeras luces, esto pareciera un problema serio, ya que las finanzas públicas de Japón son precarias: la deuda pública bruta es más de dos veces el PIB y más del doble de la deuda a PIB del promedio de los países industriales. Sin embargo, el sector privado japonés es el principal tenedor de esta deuda, y Japón, como un todo, es un acreedor neto del resto del mundo, de hecho, es el principal acreedor a nivel mundial. Lo más probable es que para financiar el esfuerzo de mayor gasto público asociado a la reconstrucción se recurra a alza de impuestos.

De otra parte, con la destrucción de la capacidad de generación de energía nuclear y parte de la térmica, la recuperación de la oferta energética va a tomar tiempo, y en el corto plazo se requerirá un racionamiento eléctrico. Dada la integración de las cadenas de abastecimiento en Asia, los efectos de la interrupción de la producción se harán sentir también a nivel regional. Como resultado, en los próximos meses la actividad de Japón va a experimentar caídas del PIB, con efectos menores en la región y en la economía mundial. En los meses siguientes, la economía de Japón, y en menor medida de la región, debieran mostrar un gran dinamismo asociado a los efectos del proceso de reconstrucción con efectos también en los precios de los metales básicos. Esta dinámica de actividad no es distinta de la que hemos observado en otros países avanzados y de nuestro país.

Con todo, si la contaminación nuclear se logra contener y si el precio del petróleo Brent se queda en torno a los US$ 115 el barril, principalmente por los efectos de la crisis en MENA, los efectos de esta alza en el precio del petróleo en el crecimiento mundial debieran ser moderados: entre tres y cinco décimas de menor crecimiento en los países industriales, y entre dos y tres décimas en los países emergentes. Este efecto sería algo menor que el causado por aumentos anteriores en el precio del petróleo, ya que, dadas las amplias holguras de capacidad en los países avanzados, esta vez la política monetaria no tendría que reaccionar con mucha fuerza. Un efecto negativo adicional puede venir por el aumento en la incertidumbre a raíz de los problemas en MENA y Japón, lo cual podría reforzar otras debilidades existentes ocasionando un efecto de confianza que puede aumentar los efectos de estos eventos recientes.